Parecía imposible que el diabólico laberinto
catalán pudiera embrollarse más de lo que ya estaba, pero la fatídica Ley de
Murphy según la cual todo es susceptible de empeorar ha vuelto a cumplirse
inexorablemente. No se trata de ponerlos a la misma altura, pero la combinación
en un mismo coctel de un juez justiciero como el burgalés Pablo Llanera y un president-marioneta y friki como Quim Torra no podía si no agravar el marasmo.
Para estupor general y especial pasmo de Mariano
Rajoy, una vez más -y empiezan a ser demasiadas- completamente desbordado
por los acontecimientos.