Pese al apagón demoscópico que viene registrándose en Castilla y León -sorprende sobremanera que a cinco meses de la fecha tope para celebrar las próximas elecciones autonómicas no se haya publicado ningún sondeo sobre intención de voto- en el ambiente está que el PP está lejos de su mejor momento. Tanto en el ámbito nacional como en el regional. Mucho han cambiado las cosas desde aquellas encuestas realizadas en 2024 que arrojaban un importante avance del PP de Fernández Mañueco, que, si bien no alcanzaba la mayoría absoluta, le adjudicaban un resultado cercano a ella que le permitiría gobernar en solitario sin necesidad de compartir la Junta con ningún socio.
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| Mañueco y Feijóo. La cara del primero, casi un poema |
Dos revolcones, dos, sin precedentes.- Incumplimiento presupuestario aparte, la precariedad parlamentaria que sufre el gobierno Mañueco ha propiciado otros dos hitos sin precedentes en los 38 años, 38, que lleva el PP malgobernando esta desdichada comunidad autónoma.
Uno fue la dolorosa derrota que ha supuesto para Mañueco y los suyos la reforma de la Ley de Publicidad Institucional (LPI), que, de aplicarse (algo que está obstaculizando la Junta por tierra, mar y aire antes incluso de que la nueva regulación legal se publicara en el Bocyl), pondría fin tanto al arbitrario y clientelar reparto del pastizal que el gobierno Mañueco se pule en publicidad institucional a mayor gloria de sí mismo -la famosa “chequera mediática” que administra a su absoluto antojo-, como al despilfarro igualmente clientelar que supone la millonaria subvención pública anual a la compañía privada que explota en régimen de monopolio la televisión autonómica de Castilla y León (la cosa va ya por los 240 millones del erario transferidos a esa compañía, constituida en su día “ad hoc” por los dos principales grupos regionales de comunicación, desde que se perpetró un concurso cocinado en presunto fraude de ley desde el Colegio de la Asunción por el nefasto tándem integrado por el entonces presidente Juan Vicente Herrera y el vicepresidente y portavoz, el hoy decrépito Joseantonio de Santiago-Juárez, que mecía su cuna-diván).
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| Mañueco, en su escaño de las Cortes. |
La mejor prueba de que el crédito electoral del PP de Mañueco está seriamente dañado es que a esas alturas del calendario ninguno de esos medios de comunicación afines generosamente untados por la Junta haya encargado sondeo alguno sobre intención de voto ante las elecciones autonómicas a celebrar en marzo. Muy significativo y revelador.
Luz de alarma en Génova.- Donde conocen muy bien las dificultades que atraviesa el PP de Castilla y León es en la calle Génova, donde la cúpula del PP dispone de sondeos internos permanentemente actualizados. Y en la estrategia de desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa supondría un auténtico descalabro que en la primera cita prevista con las urnas, las autonómicas de Castilla y León, el PP pegara un petardazo. (Al previsible coste electoral de la crisis de los incendios forestales se añade el descabezamiento del partido en León, donde Mañueco no tuvo mejor ocurrencia que colocar a Suárez-Quiñones al frente de la gestora encargada de reflotar al partido tras su caótica trayectoria en los últimos años). Motivos por los cuales, según han trasladado al que suscribe fuentes del partido fiables, en la sede nacional del PP se han encendido las alarmas.
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| Calle Génova, sede nacional del PP |
Más allá del lastre de los incendios forestales, Mañueco no puede presumir precisamente de tirón electoral. Desde 1987, se dice pronto, ha sido el primer candidato del PP a la presidencia de la Junta que ha perdido unas elecciones autonómicas, las de 2019, ganadas por el socialista Luis Tudanca. Y en las siguientes, las que anticipó a 2022 tras romper de mala manera su pacto con Ciudadanos, su resultado no fue precisamente como para tirar cohetes: pese al desplome del partido naranja, el PP cosechó menos votos que tres años antes, si bien fue la fuerza más votada y, ley D´Hont mediante, ganó dos escaños.
Atentos, pues, a esta posible jugada de Génova, que, siendo interesante para las expectativas electorales de Feijóo, difícilmente va a resolver el peliagudo trance al que se afrenta el PP de Castilla y León. No hablemos ya del panorama que se perfila el día después, con Mañueco forzado a pactar de nuevo con Vox -¡ay, el burruño!- si quiere seguir malgobernando la Junta.
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