domingo, 29 de septiembre de 2024

Yeyo

 Sin alharacas, con suma discreción, casi de de forma clandestina al tratarse de una sorpresa para su destinatario, el Foro Social de Segovia ha tenido la feliz idea de rendir una suerte de homenaje (ellos eluden esa palabra, dejémoslo en gesto de reconocimiento y expresión de gratitud) a Aurelio Quintanilla, el entrañable Yeyo.

Nada mas justo y oportuno en el marco del Encuentro de Escritores, con cuya existencia, como miembro fundacional e impulsor del Foro, Yeyo ha tenido mucho que ver. En realidad, Yeyo ha tenido mucho que ver con infinidad de iniciativas sociales y culturales en pro de una sociedad mas justa, equitativa y solidaria. Desde su activismo juvenil en el legendario Club Studio hasta la puesta en marcha de una plataforma segoviana contra el genocidio que sufre el pueblo palestino, su presencia pública ha sido constante a lo largo de los últimos 50 años. No voy a detallar aquí, porque me quedaría sin espacio, toda su actividad. Lo resumo de otra forma: En la Segovia del último medio siglo, no habido reivindicación justa y causa solidaria en la que no haya participado Yeyo, entre otras cosas porque ha estado en la gestación de no pocas de ellas.

Dice el manido refrán que “no hay mal que por bien no venga”. Y yo lo aplicaría al paso de Yeyo por el Seminario diocesano. Tengo para mí que esos años, en plena adolescencia, marcaron su posterior evolución. Yeyo salió de ahí vacunado contra la clerigalla, palabra ésta que me encanta y que escuché por primera vez en boca de un ilustre académico de San Quirce, el profesor Ángel García Sanz, quien empleaba este término para referirse al gremio de la sotana. (De Ángel, prematuramente fallecido, quiero decir que echo mucho de menos su presencia en los cafés de la Plaza Mayor en compañía de su inseparable amigo Luis Felipe de Peñalosa, un dúo con el que tuve el placer de compartir deliciosos ratos de tertulia. Y de Luis Felipe, al que algunos apodamos cariñosamente “el bisonte”, en referencia a su titulo nobiliario, tengo que subrayar que era un liberal en el sentido noble y original de la palabra. Al punto de que en las elecciones generales de 1977, a las que concurrió como candidato de un partido agrarista, asistió con toda naturalidad a un mitin de Alianza Popular, y en el turno abierto al público tuvo el atrevimiento de discrepar con lo que allí se había dicho. Ni que decir tiene que fue abucheado, y salió ileso del trance porque Luis Felipe era mucho Luis Felipe entonces, antes y después).

 Volviendo a Yeyo, que de manera sarcástica alguna vez ha afirmado que "soy ateo gracias Dios", su concurrencia, como candidato del Movimiento Comunista, al doble proceso electoral celebrado en 1979 resultó ciertamente frustrante. En marzo, los partidos a la izquierda del PSOE se presentaban a las generales divididos y, como era de prever en una provincia como la de Segovia, no rascaron bola. En abril, existía la esperanza de arañar algún concejal en las primeras elecciones municipales y de hecho se consiguió, pero el elegido no fue Yeyo, sino Luis Peñalosa, candidato a la alcaldía por el Partido Comunista de España. 

Intervención de Yeyo en el acto celebrado en San Quirce
Peñalosa no fue un concejal sin atribuciones, ya que el primer alcalde elegido democráticamente después de la dictadura,
José Antonio López Arranz, tuvo la osadía de nombrarlo concejal delegado de Tráfico. Y Luis la de ponerse a ordenar el caótico tráfico rodado, lo que levantó las consiguientes ampollas en una ciudad en la que años antes la supresión de la circulación por la Calle Real encontró notables resistencias. Con ese nombramiento, visto con recelos dentro de la UCD segoviana, el apreciado José Antonio demostró su independencia frente al partido, a costa, eso sí, de abrir en el seno de la formación una primera fisura de la que después sería una brecha que acabó como el rosario de la aurora.

Y mientras tanto, Yeyo a lo suyo, abrazándose a uno de los del olmos del Paseo Nuevo que el bueno de López Arranz se empeñó en cargarse. El hecho tiene su anécdota, ya que cuando, agarrado por cada una de sus manos por sendos maderos (nunca mejor dicho) que le instaban a no resistirse, contestó que no era él sino el árbol el que resistía... 

Esa vacuna contra la clerigalla orientó uno de los principios inquebrantables de su existencia: la defensa de una enseñanza pública, laica y democrática. Una tarea inacabable a la que se ha entregado sin reservas durante décadas, tanto durante su dilatado desempeño docente como en el frente sindical. De igual forma que ha sido incansable su defensa de la Sanidad Pública, más aún cuando, al padecer sus problemas renales, tomó las riendas de Alcer, la Asociación para la Lucha contra las Enfermedades del Riñón.

  De Yeyo podría decirse aquello de que es inasequible al desaliento. Pero la expresión no me gusta por la connotación que tiene de derrota y frustración personal. Y de eso nada. Esa infatigable entrega en pro de una sociedad mas justa, igualitaria y solidaria no ha sido en absoluto estéril. No solo ha coadyuvado a frenar retrocesos sociales, sino que ha alentado esa conciencia colectiva imprescindible para consumar cualquier avance social. Yeyo no ha ocupado nunca ningún cargo público y a lo mejor ello ha sido algo de agradecer en la medida que ha podido contribuir a mantener inalterable su compromiso político y social. Cuando ha habido indeseables que han confesado sin rubor que entraban en política con el propósito de forrarse, u otros, no muy lejanos, que dicen que no están en política para perder dinero (ya lo sospechábamos), me consta que a Yeyo su militancia en un partido sin recursos públicos le ha costado dinero de su pecunio personal.

Aurelio Quintanilla

Con esa incansable y desinteresada entrega social, amén de su talante e integridad, Yeyo se ha ganado un amplio reconocimiento de la sociedad segoviana y el respeto personal incluso de quienes están en sus antípodas ideológicas. Salvo algún sobresalto encarado con mucho coraje personal por Martina -menuda era la madre y profesora Fisac-, en los tiempos políticos mas combativos Yeyo fue respetado hasta por la pasma, que no acababa de entender como un muchacho de “buena familia”, como lo era también su inolvidable compañero del alma Antonio Velasco, Pío, les causaban tantos quebraderos de cabeza... Su empatía, sentido común y generosidad han sido y son rasgos de su personalidad, antítesis del sectarismo que se presume en alguien que ha militado durante décadas en lo que se ha catalogado como "extrema izquierda"

Pese a sus achaques de salud cuando ya le han caído los 80 y una pérdida personal tan irreparable como la de Paloma, su compañera inseparable, Yeyo no ha decaído en su ánimo y sigue tan al pie del cañón como siempre, conservando incluso ese proverbial y agudo sentido del humor del que tanto ha disfrutado su entorno. Por todo ello, es para algunos, entre los que me incluyo, un inequívoco referente político, social y ético. Casi nada en los tiempos que corren.

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