lunes, 9 de junio de 2025

La trastienda/ En efecto, nos toman a todos por gilipollas

 Una de las recurrentes acusaciones del PP contra “el régimen despótico y caudillista instaurado por el déspota Pedro Sánchez” es la de haber secuestrado las instituciones para ponerlas al servicio, no ya de “su denigrante partido, sino de su abyecta persona”. Los entrecomillados son míos, pero reproducen casi literalmente la terminología que ha conducido a calificar al PSOE y al gobierno Sánchez nada menos que como “mafia política”.

Mañueco, con Alicia García, en la plaza de España
 Se refieren mayormente a la Fiscalía General del Estado, al Tribunal Constitucional, al Banco de España y al Congreso de los Diputados (en este caso con la connivencia -altamente retribuida- del monstruoso Frankenstein que sustenta al gobierno socialista), sin olvidar a TVE, que, con Silvia Intxaurrondo y Xavi Fortes a la cabeza, ha alcanzado cotas de instrumentación gubernamental que ríete tú de las que, en tiempos de José María Aznar, con un tal Urdaci de comisario político, motivaron una sentencia judicial por “manipulación informativa”. De ahí que se da por supuesto que, tan pronto como llegue a la Moncloa, Alberto Núñez Feijóo afrontará de inmediato una “regeneración democrática” que devuelva a los españoles la confianza en unas instituciones mancilladas por el sanchismo.

Al contrario que otros partidos que irrumpen ex novo en la escena española, como fue el caso de Ciudadanos (si bien el niñato Albert tenía antecedentes políticos no precisamente inmaculados), el problema del PP es que tiene atrás décadas de trayectoria en las que ha tenido ocasión de gobernar tanto en la Administración central como en Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Diputaciones provinciales. Sería muy fácil recordar aquí episodios del sombrío legado de presidentes como Aznar y Rajoy (ojo, Mariano con las causas judiciales abiertas por la “policía patriótica” y el caso Kitchen), varios de cuyos ministros (Rato, Matas, Zaplana…) han disfrutado de pensión completa a la sombra. O el del propio Núñez Feijóo al frente de la Xunta de Galicia, donde, adjudicaciones a dedo a la empresa que emplea a su hermana al margen, la Televisión Pública Gallega (TVG) ha batido todos los récords conocidos de instrumentación partidista, igualando, si es que no superando, a la Telemadrid de Esperanza Aguirre y de su aventajada alumna Isabel Díaz Ayuso.

Aznar y Feijóo en la manifestación de la plaza de España
 No hace falta remitirse al pasado. Basta analizar el presente y detenerse un momento en la deriva en que ha entrado el Senado desde que el PP cuenta con mayoría absoluta en la llamada Cámara Alta. Todo un dechado de exquisito respecto al pluralismo y a los derechos de las minorías, nada que ver con el sectarismo y sesgo ideológico imperantes en el palacio de la Carrera de San Jerónimo.

 A falta de promover alguna función de utilidad, el grupo popular del Senado se entretiene constituyendo a tutiplén comisiones de investigación que, lejos de aclarar nada, contribuyen a enfangar la ya de por sí crispada convivencia política. Tampoco había mucho que esperar de un grupo que tiene como portavoz a Alicia García, una de las consejeras más inútiles -y hubo unas cuantas- colocadas en la Junta de Castilla y León por Juan Vicente Herrera, el consejero nato amachambrado en el Consejo Consultivo vengan días y caigan ollas. Y si encima el “padrino” que pastorea esa patulea de parásitos es el joven camarada Javier Arenas, pues ya me contarán…

 Vamos, que si el referente de correcto uso de las instituciones es lo que viene haciendo el PP en el Senado, pues apaga y vámonos. Otrosí digo: la Conferencia de Presidentes, cuya última edición acabamos de celebrar. Los presidentes autonómicos del PP, y de manera muy activa Fonsi Fernández Mañueco, se han tirado meses (que digo meses, años) exigiendo la convocatoria de dicha Conferencia. Llegaron a amenazar con acudir a los tribunales si Pedro Sánchez no la convocaba. Concretamente, la Junta anunció que acudía a la jurisdicción contencioso-administrativa para forzar su convocatoria. Desconozco si lo hizo, ya que una cosa es lo que anuncia el consejero portavoz, Carlos Fernández Carriedo, en sus comparecencias jupiterinas, y otra cosa es lo que luego se cumple. (Ya saben, lo de Carriedo: “ese-eterno-chico-bien-mandado-que-vale-igual-para-un-roto-que-para-un-descosido”).

Ayuso en la Conferencia de Presidentes
  Y resulta que, habiendo convocado Sánchez tan reclamada Conferencia para el pasado viernes, el PP se autodescolocaba convocando a su vez dos días después su manifestación en Madrid bajo el lema “Mafia o democracia”. ¿Cómo resolver ese inmenso sinsentido de reunirse un viernes con el “capo de todos los capos políticos” y manifestarse un domingo contra él? Solución: reventar la Conferencia de Presidentes que tanto reclamaban.

 ¿Y cómo boicotearla sin hacer un feo al Rey, que la iba a presidir? Solución: imponiendo un orden del día inflado y sesgado que hiciera absolutamente inviable cualquier acuerdo. Y eso es lo que ha ocurrido, con todos los presidentes autonómicos del PP llevados del ronzal desde la calle Génova. Eso sí, mientras Mañueco, Moreno Bonilla, Azcón y no digamos Mazón, han asumido su papel de sumisos borregos, Ayuso, convenientemente asesorada por el sobrio Rodríguez, montaba no uno sino dos numeritos -el de acusar como el que sí quiere la cosa de drogadicción a la ministra de Sanidad y el del del pinganillo- para diferenciarse en el aprisco y de paso distraer la atención sobre el marrón judicial que tiene encima de la mano del turbio “defraudador confeso” con el que convive y el horizonte penal de los 7.251 mayores fallecidos por desatención sanitaria en las residencias madrileñas.

 ¿Quién dijo que nos tomaban a los ciudadanos por gilipollas”? Pues fue el alcalde madrileño, Martínez Almeida, el zascandil que pasó de ejercer como portavoz del PP con Pablo Casado a bufón de la Corte de Díaz Ayuso. Y lo hizo a propósito del libro con el que la “periodista y socialista” Leire Díez ha tratado de colar sus infumables labores de fontanería política. En efecto, nos toman a todos por gilipollas. Pero no sabría decir quien más, si el PSOE o el PP.

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