lunes, 20 de enero de 2020

Igea y su calculada huida hacia adelante

 Si no fuera porque se trata del partido que dispone de la única vicepresidencia y de cuatro consejerías de la Junta, el cisma interno que se ha desatado en Ciudadanos de Castilla y León no tendría mayor trascendencia. Sería interpretado como una lucha intestina por sobrevivir aferrándose a los restos del naufragio de la nave abandonada por su caprichoso patrón, Albert Rivera, tras estrellarla contra las urnas el pasado 10 de noviembre.


 Pero, a pesar de ese naufragio, en Castilla y León -como en Andalucía, Murcia y Madrid- Ciudadanos sigue detentando importantes cuotas de poder. Además del señalado en la Junta, en Castilla y León el botín incluye la presidencia de las Cortes y cargos de postín en ayuntamientos y diputaciones provinciales, incluida la alcaldía de Palencia y la presidencia de la Diputación de Zamora.

Francisco Igea y Ana Carlota Amigo
 Pero que nadie se engañe. El cisma guarda ninguna relación ni con el modelo de partido ni con la estrategia que pueda salir de la Asamblea General a celebrar a mediados de marzo, sino lisa y llanamente con la guerra que vienen manteniendo los bandos enfrentados por controlar ese suculento poder. De una parte, la facción que lidera el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea; de otra, el la oficialista que encabeza el presidente de las Cortes, Luis Fuentes, siempre fiel al aparato central del partido, representado ahora por la actual gestora nacional.

Poder institucional sin respaldo orgánico.- En su etapa de diputado del Congreso, Igea era una especie de “verso suelto” desconectado del partido en Castilla y León, por cuyo aparato nunca ocultó su desdén. Ese acendrado centralismo, que ahora tilda de "leninista", lo asumía plenamente antes de desembarcar en la política autonómica: "Ciudadanos Castilla y León no existe, existe Ciudadanos", proclamaba entonces.

Su actual defensa de que los afiliados elijan a sus dirigentes en cada comunidad se produce después de haber conformado a su alrededor un núcleo de poder que pivota sobre la vicepresidencia de la Junta, cargo que le ha permitido colocar a decenas de afines en altos cargos y puestos de libre designación, ya sean estos últimos funcionarios o personal eventual.

Javier Ortega y Verónica Casado
 Además de su propia vicepresidencia y la consejería de Transparencia, Igea controla directamente las de Sanidad y Cultura, a cuyos titulares, Verónica Casado y Javier Ortega, ha convertido en meros vicarios suyos, a la vez que ha puesto como comisario político del consejero de Empleo al viceconsejero, David Martín. La dimitida dirección nacional no le dejó colocar en la presidencia de las Cortes a Ana Carlota Amigo, pero ésta acabó siendo portavoz de un grupo parlamentario cada día más dividido.

 El gran problema de Igea es que tan importante caudal de poder institucional no está sustentado orgánicamente dentro de su partido. El aparato nacional, que desde la actual gestora sigue controlando José Manuel Villegas, está hasta el gorro de sus continuas balandronadas. Y en el organigrama autonómico y provincial está en absoluta minoría, como acaba de demostrarse tras su reciente dimisión de su cargo de secretario regional de Programas en protesta por los nombramientos realizados por la gestora.

 Tan solo ha podido arrastrar con él cinco dimisiones “orgánicas”, y todas ellas de personas que tienen que agradecerle los cargos públicos que ocupan: los citados David Martín y Ana Carlota Amigo, el secretario general de la consejería de Transparencia, José Miguel García, el gerente del Sacyl, Manuel Mitadiel, y el procurador palentino Juan Pablo Izquierdo. El resto de cargos orgánicos autonómicos y provinciales no están por hacerle el juego al vicepresidente de la Junta

Inés Arrimadas y Luis Fuentes
Jugando de farol.-  ¿Alguien cree que en esa situación de extrema debilidad orgánica Igea está en condiciones de disputarle el liderazgo nacional del partido a Inés Arrimadas, tal como ha venido amagando? 
 Por muy ególatra que sea, que lo es, su actitud no responde en este caso a esa patología. Su objetivo no es otro que el de mantener a toda cosa su privilegiada posición en la Junta y ese influyente núcleo de poder construido desde ella, algo que pudiera poner en peligro la nueva dirección nacional de Ciudadanos. Y ante ello ha optado por huir hacia adelante con ese amago de presentarse su candidatura so pretexto de que no le convenza el modelo de partido que defienda Arrimadas.

Se trata de la clásica jugada de farol confiando en que Arrimadas, por aquello de ofrecer una imagen de unidad, le acoja en su nuevo equipo y le garantice su actual status de poder en Castilla y León. Igea confía que en ello le ayude una vez más su padrino de siempre, que no es otro que Luis Garicano, el actual jefe de filas de C´s en el Parlamento Europeo. Pero otros muchos notables que aspiran a seguir siéndolo van a tratar de abortar jugada. Tanto la gestora nacional como el sector oficialista de Castilla y León se frotan las manos ante la posibilidad de que Igea, preso de su verborrea, de el paso de presentarse y cave con él su fosa política.

Y ya puede decir Fernández Mañueco que el asunto no afecta a la Junta, pero si el vicepresidente persiste en esa huida hacia adelante hasta las últimas consecuencias, el cisma en Ciudadanos y en su grupo parlamentario en las Cortes puede derivar en una escisión que propicie una eventual moción de censura a presentar por el socialista Luis Tudanca. De hecho, esa es la gran esperanza que abrigan los socialistas de Castilla y León.