martes, 26 de abril de 2022

La Junta, sin nuevos Presupuestos hasta 2023 para evitar discordias entre PP y Vox

 Conscientes de que Castilla y León está bajo la lupa de la España política, Mañueco y Abascal se han conjurado para ofrecer una imagen de lealtad y camaradería alejada de cualquier confrontación

Cuatro meses después de que Alfonso Fernández Mañueco perpetrara el adelanto electoral del 13-F, ha echado a rodar en Castilla y León el gobierno compartido por PP y Vox, el primero de una comunidad autónoma española participado por una extrema derecha que propugna el desmontaje del Estado de las Autonomías.

Y lo ha hecho utilizando un llamado Plan Anticrisis valorado, que no presupuestado, en 470 millones de euros, como rampa de lanzamiento de lo que el presidente calificó en la sesión de investidura como una “revolución fiscal”. Que ya es grandilocuencia cuando la medida estrella resulta ser una rebaja del 0,5 por ciento en el primer tramo autonómico del IRPF, esto es, un ahorro de 35 euros a cada contribuyente en la declaración a presentar en 2023.

Por su irrisoria cuantía y el retraso en su aplicación, esta ridícula rebaja en el IRPF ni siquiera debería estar contenida en un Plan teóricamente destinado a apoyar a los sectores y ciudadanos más castigados por la crisis sobrevenida por los precios energéticos y la invasión de Ucrania, pero es fácil de vender propagandísticamente si permite afirmar que ésta va a ser la segunda comunidad autónoma con un tipo de IRPF más reducido.

Para calibrar el verdadero alcance de este Plan basta señalar que la Junta cifraba en 509 millones de euros los beneficios fiscales contenidos en el Proyecto de Presupuestos para 2022 que iban a aprobar las Cortes la misma semana en la que Mañueco decidió disolverlas.

Con la presentación a bombo y platillo de este pretendido Plan Anticrisis, la Junta ha intentado restar trascendencia a su renuncia a presentar un nuevo Proyecto de Presupuestos para 2022, un instrumento de máxima prioridad para remontar la crítica situación económica. Mantener prorrogadas todo el año las cuentas de 2021, con las limitaciones de todo tipo que ello conlleva, solo tiene una explicación y es puramente política: Los primeros presupuestos del gobierno PP-Vox requieren una negociación nada fácil entre dos socios que, tras las fuertes tensiones mantenidas sobre las competencias del vicepresidente, se miran con manifiesta desconfianza.

Precisamente por ello, una vez enrolados en el mismo barco y conscientes de que Castilla y León está bajo la lupa, Mañueco y Abascal (no otro es el verdadero interlocutor de Vox con el presidente de la Junta) están interesados en que el gobierno de la comunidad se muestre como “una piña”, como ejemplo de lealtad y camaradería alejado de confrontaciones internas. De ahí que hayan optado por sacrificar los Presupuestos del 2022, disponiendo con ello de varios meses para afrontar la negociación de los de 2023. Y de paso despejan la agenda legislativa en las Cortes para tramitar en los plazos acordados la ley sobre Violencia Intrafamiliar y la que se propone derogar el decreto sobre Memoria Histórica Democrática. Se anteponen así sin ningún rubor los intereses partidistas de los socios de gobierno al interés general de la comunidad, abocada ocho meses más al parcheo presupuestario aplicado desde el 1 de enero.

La casualidad hizo que la misma mañana en que Mañueco y el consejero de Economía, el incombustible Fernández Carriedo, presentaban el Plan Anticrisis, el INE publicara las cifras del padrón continúo, que un año más sitúan a Castilla y León como comunidad imbatible en desplome demográfico: 13.075 habitantes perdidos durante 2021. Después de 13 años consecutivos perdiendo población, el censo queda reducido a 2.370.064 habitantes, 193.457 menos de los registrados en 2009. Una sangría demográfica que el gobierno PP-Vox contempla con absoluta pasividad, sin darse por concernido y trasladando toda la responsabilidad al gobierno de la nación. Al tiempo que la única iniciativa específica presentada en la etapa anterior, el Proyecto de Ley de Dinamización Demográfica, ha desaparecido del mapa.

Un “primus inter pares” y un vicepresidente-edecán

Mañueco ha remodelado la nueva cuota del PP en la Junta, ahora de 7 consejerías, con la incorporación de una nueva consejera, María González Corral, que se hace cargo de Movilidad y Transformación Digital, consejería desgajada de la de Fomento y Medio Ambiente. Pero el movimiento de mayor calado ha sido el de trasladar a la consejería de la Presidencia a Jesús Julio Carnero, hasta ahora titular de la de Agricultura, ahora en manos de Vox. Mañueco quería tener en el Colegio de la Asunción a un consejero de mayor peso y cintura política y se ha decantado por Carnero, que se convierte en su mano derecha y consejero “primus inter pares” entre los del PP. El hecho añadido de que González Corral proceda del anterior equipo de Agricultura reafirma el creciente papel confiado al nuevo consejero de Presidencia. El sacrificado ha sido el burgalés Ángel Ibáñez, desplazado al grupo parlamentario popular, donde ya ejerce como uno de los 4 portavoces adjuntos.

Simultáneamente, el Bocyl confirmaba la irrelevancia de las funciones asignadas a la vicepresidencia sin cartera de la Junta, casi todas de mera representación y ninguna de carácter ejecutivo. Unas funciones que en modo alguno justifican un cargo que incrementa el gasto institucional superfluo al que se alude en el acuerdo de gobierno suscrito en representación de Vox por Juan García-Gallardo, precisamente el beneficiario de la sinecura.

El mismo que hace días espetó a la oposición que a la política “se viene llorado de casa”, ha contestado a las críticas sobre el dispendio que supone su vicepresidencia asegurando que no llega a la Junta “para ganar dinero, sino para perderlo”. Toda una salida de pata de banco que no hace al caso. La cuestión es si las funciones oficiales que va a desempeñar justifican la retribución próxima a los 80.000 euros anuales que va a percibir con cargo al erario, cuantía a la que hay que añadir coche oficial, asesores y demás parafernalia. La verdadera misión de García-Gallardo no viene en el Bocyl, ya que no es otra que ejercer como una especie de edecán de Abascal encargado de poner al corriente al líder de Vox sobre cualquier desviacionismo o incumplimiento de lo pactado con el PP. Tanto es así que antes de su nombramiento llegó a incluir entre sus supuestas funciones “la supervisión” de las consejerías del PP.

Y otro que sigue sin querer entender su función institucional es su compañero de partido Carlos Poyán, el presidente de las Cortes. Pollán ya mostró su sesgo partidista al congelar sin ninguna justificación la convocatoria del pleno de investidura, provocando un retraso en beneficio exclusivo de Vox, que había forzado la renegociación con el PP del acuerdo inicial del 10 de marzo.

Y ha vuelto a perder el oremus institucional al no hacer acto de presencia el 23 de abril en Villalar de los Comuneros, incurriendo en una clara dejación de funciones habida cuenta de que como presidente de las Cortes lo es también de la Fundación Castilla y León, entidad responsable de la programación oficial en la localidad comunera. No cabe aquí ninguna opción personal ni alegar que su presencia “no es de vital importancia”. Le apeteciera o no, Pollán estaba obligado a acudir a Villalar y ejercer como “anfitrión” desde la carpa institucional, papel que le entra en la retribución bruta de 97.955 anuales que percibe.

Molestos con el ruido que ellos mismos generan

Con declaraciones fuera de tono como las que viene prodigando García-Gallardo y comportamientos tan sectarios como los de Pollán, el presidente de la Junta no debería sorprenderse del “ruido político” que rodea a la puesta en marcha de un gobierno autonómico participado por políticos reñidos con la institucionalidad democrática. Y menos aún el vicepresidente-edecán, quien antes de arremeter contra los medios de comunicación debería preguntarse si no es él mismo y otros miembros de su partido los primeros en extender “sombras de sospecha” sobre la actuación de Vox. ¿Qué pensar por ejemplo de las declaraciones de Jorge Buxadé cuando a propósito de la toma de posesión del presidente de la Junta, no criticaba la ausencia de Núñez Feijóo, sino el hecho de que éste se reuniera con los líderes de UGT y Comisiones Obreras, a los que Vox no reconoce su papel constitucional de representantes de los trabajadores? ¿O de lo dicho en su momento por Espinosa de los Monteros sobre “las “mujeres podemitas” que viven a cosa de los “chiringuitos” subvencionados por la Ley de Violencia de Género?

Tampoco puede rasgarse las vestiduras el presidente Mañueco porque el Manifiesto de Villalar suscrito por la izquierda parlamentaria y los sindicatos mayoritarios alerte contra el peligro de retroceso de derechos y libertades latente tras el pacto entre PP y Vox. ¿O acaso esperaba que un Manifiesto reivindicativo de la Autonomía de Castilla y León se felicitara de que la Junta y las Cortes estén mediatizadas por un partido de ideario preconstitucional que aboga por desmantelar el Estado de las Autonomías?

 (Publicado en elDiario.es Castilla y León)

lunes, 18 de abril de 2022

Mañueco, orgulloso del “piso piloto” diseñado por Abascal

 Al presidente de la Junta no le perturba que desde el equipo de Feijóo se considere a Vox “un partido en muchos casos al margen de la Constitución”

A punto de echar a rodar el gobierno autonómico resultante de lo que la oposición ha calificado como “pacto de la infamia”, las propuestas presentadas por Alfonso Fernández Mañueco durante el debate de investidura distan mucho de constituir un verdadero programa de actuación sobre los problemas estructurales que aquejan a Castilla y León.

En ese deslavazado conjunto de propuestas no falta, eso sí, ni una sola de las prioridades ideológicas impuestas por Vox, que han ido más allá del Acuerdo de Legislatura del 10 de marzo, en el que no figuraba ninguna normativa en materia de Concordia, que va ser además la primera en tramitarse (antes del 30 de junio) y que se llevará por delante el decreto sobre Memoria Histórica Democrática aprobado en 2018 durante el mandato de Juan Vicente Herrera.

Con Santiago Abascal presente en la tribuna de invitados de las Cortes, Fernández Mañueco hizo suyas sin el menor complejo todas las imposiciones de la extrema derecha, con el engendro de la Ley de Violencia Intrafamiliar a la cabeza. Y además de eso priorizaba las propuestas del PP más afines a su socio, condenando al baúl de los recuerdos aquellas otras que sabe que no son de su agrado. La complacencia del presidente llegaba a incluir dentro de una anunciada “revolución fiscal” la bonificación del 95 por ciento de las licencias de caza y pesca, incluida la tasa especifica aplicada a los galgos. Que en un debate de investidura el presidente mencione expresamente la bonificación de la tasa referente a los galgos da idea del nuevo orden de valores que rige en esta nueva etapa.

Naturalmente, Mañueco tenía buen cuidado de no mencionar ni por asomo la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que, anatemizada por Vox, aparece en el programa electoral del PP como guía del desarrollo sostenible. Pero más graves son las omisiones y falta de compromisos sobre algunos de los principales problemas que aquejan a la comunidad, singularmente el del desplome demográfico, que, tal como ha propuesto “Soria ¡YA!”, inequívoca autoridad en la materia, exigiría un gran pacto de comunidad.

Regreso al “rodillo” parlamentario

El sesgo excluyente que imprime Vox en el nuevo gobierno imposibilita cualquier “pacto de comunidad”. No lo habrá sobre Despoblación como no lo habrá sobre la reforma de la Sanidad Pública, la Ordenación del Territorio o la propia financiación autonómica. Mañueco es consciente que su alianza con Vox ha roto todos los puentes y que las iniciativas de la oposición serán sistemáticamente aplastadas por el “rodillo” de los 44 procuradores constituidos en mayoría parlamentaria.

De entrada, el nuevo gobierno no tiene más hoja de ruta que la de esas nuevas Leyes impuestas por Vox con fecha de tramitación y el Plan Anticrisis por importe de 400 millones de euros con el que se pretenden paliar los estragos sufridos por los sectores más directamente afectados por los costes energéticos, los problemas con los suministros y la invasión de Ucrania, que han disparado el IPC en esta comunidad hasta el 11 por ciento. Lo demás serán medidas puramente electoralistas -como esa inconcreta reducción en el IRPF que en todo caso no será de aplicación hasta la declaración a presentar en 2023 coincidiendo con las elecciones municipales- o parches para ir tirando, entre otras cosas porque la Junta sigue constreñida por unos Presupuestos prorrogados y no dispondrá de otros como pronto hasta el mes de julio (si es que no decide mantener la prórroga hasta final de año).

Lo inaudito de todo es la pasmosa naturalidad con la que Fernández Mañueco se ha declarado “orgulloso” de presidir un gobierno del que forma parte “un partido en muchos casos al margen de la Constitución”, tal como ha admitido Carmen Navarro, vicesecretaria de Políticas Sociales en el equipo de dirección del que se ha rodeado Alberto Núñez Feijóo. Una ultraderecha que además alardea de tener como objetivo fundacional la supresión del Estado de las Autonomías, como se afana en subrayar el próximo vicepresidente, Juan García-Gallardo.

Con su “gatillazo” electoral del 13-F, Mañueco ha sustituido sin ningún pudor democrático a Ciudadanos por Vox. Y además se ha permitido afirmar que el cambio mejora la “calidad democrática”. Que ya hace falta desahogo para afirmar tal cosa cuando el socio de gobierno pertenece al mismo club que Le Pen, Orban o Salvini. Quiero pensar que el presidente de la Junta no se ha tomado la molestia de leerse el libro “Vox S.A. El negocio del patriotismo”, en el que el periodista Miguel González radiografía los postulados y la trayectoria de su nuevo socio.

Mientras que para Mañueco su único objetivo era, es y será mantenerse en el Poder a cualquier precio, para Abascal es el primer paso de una apuesta de gran recorrido. Al calificar el nuevo gobierno de Castilla y León como un “piso piloto”, pretende demostrar que PP y Vox pueden gobernar juntos sin que tiemblen los cimientos de la democracia española. Por ello, una vez estampado su sello ideológico sobre el portal del inmueble, lo presumible es que Vox trate de contener sus pulsiones más extremistas y gestione sus competencias tratando de evitar una crispación social que no conviene a su estrategia de blanqueo.

No en vano el siguiente objetivo será que el “piso piloto” lo encuentre habitable Moreno Bonilla si, tras las elecciones andaluzas, necesita a Vox para seguir gobernando. Y si la cohabitación en ambas comunidades resulta pacífica, tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo del 23, la fórmula se extendería a varias otras comunidades y numerosos ayuntamientos y Diputaciones provinciales. Hasta que en las siguientes elecciones generales Feijóo y Abascal sumen los escaños necesarios para desalojar a Pedro Sánchez y ello resulte ya lo más natural del mundo. Ese es el objetivo último que persigue Abascal a partir del “piso piloto”.

Al inhibirse sobre el pacto en Castilla y León, en realidad Feijóo ha dejado que Mañueco empiece a desbrozar su camino hacia La Moncloa. Si realmente hubiera estado en contra del pactar con Vox, habría seguido el ejemplo de Ángela Merkel en el land de Turingia, donde en 2020 rompió la alianza de su partido con la ultraderechista “Alianza por Alemania”, forzando la convocatoria de nuevas elecciones.

Mañueco y sus siete magníficos

Conocidos los tres consejeros proclamados por Vox, los siete del PP actualmente en funciones son candidatos a formar parte del nuevo gobierno, en el que desaparece la “igeniana” consejería de Transparencia, la mayor parte de cuyas funciones se integran en la de Presidencia. Sin embargo, el número de consejerías se mantiene en 10 (el máximo que permite la vigente Ley de Gobierno) al desdoblarse nuevamente en dos las de Fomento y Medio Ambiente. El hasta ahora titular de Agricultura, Jesús Julio Carnero, sería el candidato idóneo para hacerse cargo de la ahora llamada consejería de Fomento, Movilidad y Transformación Digital, en tanto que Juan Carlos Suárez-Quiñones se quedaría con Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación Territorial. El resto optan a seguir en las mismas consejerías, salvo que Mañueco decida maquillar la disminuida cuota femenina -Isabel Blanco y Rocío Lucas- incorporando a una tercera mujer, o introduzca una cuota abulense que refuerce al PP provincial frente a los indómitos escindidos de “Por Ávila”.

Lo que no tiene precedentes ni en esta ni en ninguna otra comunidad autónoma es la existencia de un vicepresidente sin cartera, que, careciendo de funciones ejecutivas, está llamado a ser una especie de convidado de piedra matando el tiempo en el Colegio de la Asunción, donde cierta leyenda urbana refiere que en tiempos pululó un fantasma.

Hasta Isabel Díaz Ayuso, poco sospechosa de animadversión hacia Vox, ha mostrado su extrañeza ante el ocioso cargo habilitado en beneficio de quien proclamaba entre sus objetivos la eliminación del gasto político superfluo, a propósito del cual García-Gallardo bien pudiera aplicarse la famosa rima de Gustavo Adolfo Bécquer: “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú…”

(Publicado en elDiario.es Castilla y León)

sábado, 9 de abril de 2022

Una Legislatura lastrada por el sesgo ideológico de Vox

La Violencia de Género y la Memoria Histórica, primeras víctimas de una coalición incompatible con los consensos de comunidad que requieren los acuciantes problemas de Castilla y León

Hubiera constituido un escándalo mayúsculo demorar hasta después de Semana Santa el descarado bloqueo de la investidura mantenido por el presidente de las Cortes, Carlos Pollán, a fin de que su partido, Vox, arrancara del PP nuevas concesiones que no figuraban en el “Acuerdo de Legislatura” firmado entre ambas formaciones el pasado 10 de marzo.

Y tras dos semanas de tenso tira y afloja, acuciados por el calendario, Santiago Abascal y Alfonso Fernández Mañueco acordaban dar por concluido un pulso en el que, si bien el PP apenas ha transigido en lo referente a las funciones y competencias que pretendía Vox para la vicepresidencia, la extrema derecha ha impuesto rotundamente su agenda ideológica, otorgando máxima prioridad a dos iniciativas legislativas, la llamada Ley de Violencia Intrafamiliar y a una “normativa en materia de Concordia” que no figuraba en el acuerdo del 10 de marzo.

En el pacto inicial tan solo se mencionaban dos nuevas Leyes, una Ley de Desarrollo y Competitividad Rural (punto 1) y la citada Ley de Violencia Intrafamiliar (punto 10). Según el acuerdo, la primera de ellas incluirá “medidas de apoyo a la actividad productiva, internet y garantizando los servicios públicos a las personas del mundo rural” (sic). Pero no será esta Ley de Desarrollo y Competitividad Rural, por cierto de máxima urgencia, la primera que tramitarán las nuevas Cortes. Un partido que enarbola la bandera de la defensa del medio rural y que ha se ha reservado para sí la gestión de la consejería de Agricultura ha decidido sin embargo otorgar la máxima prioridad a esas dos iniciativas legislativas de marcado contenido ideológico, a las que además ha puesto fecha de tramitación. Ello indica claramente el orden de valores con el que la extrema derecha aterriza en la Junta de Castilla y León, anteponiendo su marchamo ideológico a la infinidad de problemas económicos y sociales que aquejan a esta comunidad autónoma.

PP y Vox ha acordado que la Ley de Violencia Intrafamiliar, el engendro legal que pretende diluir la Violencia de Género, comience a tramitarse antes del próximo 31 de julio. Y no consta si, como aseguró Fernández Mañueco, si esa nueva Ley, inédita en España, coexistirá con la vigente Ley de Violencia de Género vigente desde 2010. Lo que es seguro es que no verá la luz la “Ley de atención integral a las víctimas de la violencia de género” anunciada por el PP en su programa electoral (punto 473) y que tenía como objeto adaptar la de 2010 a los contenidos del Pacto Estatal aprobado en 2017. El Anteproyecto, presentado por la consejera de Familia el pasado mes de septiembre, se sometió a partir de entonces a consulta y su contenido estaba ya muy perfilado.

Más prisa aún se darán PP y Vox en promulgar esa “normativa en materia de Concordia”, que, pese a no figurar en el acuerdo del 10 de marzo, comenzará a tramitarse antes del 30 de junio, sin que se especifique cual será su rango legal. El objetivo no es otro que enterrar cuanto antes el decreto autonómico sobre Memoria Histórica Democrática mediante el cual la Junta ha venido colaborando desde 2018 con las labores de “localización, exhumación e identificación de las víctimas de la guerra civil y la dictadura”. En Castilla y León se tiene constancia de alrededor de 500 fosas comunes que albergarían entre 6.000 y 7.000 cadáveres, de los cuales solamente se han recuperado los restos de una tercera parte. El arduo trabajo tendrá que proseguir sin la colaboración de la Junta.

Frontispicio del “piso piloto”

Al situar estas dos iniciativas en el frontispicio de esta Legislatura Vox impone claramente su agenda ideológica en la nueva de etapa que se abre en Castilla y León y se garantiza una gran repercusión política y mediática en toda España. Para el partido de Abascal, que abomina del Estado de las Autonomías, todo lo demás es secundario. Al contrario que el PP, que, con tal de mantener el poder, ha claudicado compartiendo esta agenda ideológica de la extrema derecha, situada por delante de las verdaderas prioridades de la comunidad autónoma.

Al PP de Fernández Mañueco no le ha importado lo más mínimo cargar con esta mochila ideológica de Vox mientras el socio de gobierno no le arrancara mayores parcelas de poder de las pactadas el 10 de marzo. En este terreno se ha mantenido inflexible en lo que se refiere a las dos principales competencias reclamadas para la vicepresidencia reservada a Juan García-Gallardo. Confiarle la presidencia de la comisión de secretarios generales de las Consejerías suponía dejar en manos del socio minoritario el semáforo que regula los asuntos a tratar en las sesiones del Consejo de Gobierno. Y no menos osada era su pretensión de controlar la Dirección de Comunicación, habida cuenta de que está adscrita directamente al Presidente y ni siquiera la ejerció, pese a ser Portavoz de la Junta, el anterior vicepresidente.

Fracasado en el intento de hacerse con estas dos competencias estratégicas, García-Gallardo estará al frente de una vicepresidencia sin cartera que, a modo de cajón de sastre, aglutinará una larga lista de funciones de muy escaso fuste y en su mayor parte de carácter representativo. En realidad, como ya se apuntamos aquí, su papel será el de ejercer como una especie de edecán de Abascal, el primo de Zumosol al que dará cuenta puntualmente del estado del “piloto” y en especial de cualquier “desviacionismo” en que incurra el PP.

A Vox “no le temblará el pulso para abandonar la Junta si el PP incumple los acuerdos alcanzados para gobernar en coalición”, dejó dicho hace semanas el líder de la extrema derecha. La desconfianza mutua entre los dos socios de gobierno no puede ser mayor, tanto por la tortuosa negociación mantenida como por rivalizar por la franja electoral que les separa

CC.OO. Y UGT, “enemigos de España”

Nada consta en los acuerdos dados a conocer acerca del Dialogo Social, el foro de concertación establecido entre la Junta y los agentes sociales (UGT, Comisiones Obreras y CEOE) en torno a las políticas económicas y sociales de titularidad autonómica. Pero el hecho de que la consejería de Industria y Empleo, encargada de su coordinación, sea una de las tres gestionadas por Vox hace presagiar fuertes nubarrones en el horizonte. La ultraderecha, que se ha dotado de su propio sindicato, Solidaridad, tiene declarada una auténtica cruzada contra los sindicatos de clase, a los Abascal considera “enemigos de España”. A partir de esa premisa y después de que UGT y CC.OO. abogaran por “cordón sanitario” que excluyera a Vox del gobierno de la comunidad, el terreno está absolutamente minado. Presumir ante toda España de haber erradicado las subvenciones públicas a los sindicatos de clase es una medida con la que Vox puede darse el gusto de reivindicarse ante su electorado.

Tras la investidura de Fernández Mañueco, se anuncia que los nuevos consejeros no tomarán posesión hasta después de la Semana Santa, es decir cuatro meses después de que el actual gobierno quedara en funciones tras el adelanto electoral perpetrado por Fernández Mañueco el pasado 20 de diciembre. Cuatro meses de mera gestión administrativa y con unos Presupuestos prorrogados, coincidentes con una situación de emergencia económica a la que la Junta de Castilla y León no ha estado en condiciones de dar respuesta. Una parálisis política que, para mayor escarnio, ha mermado la capacidad de aprovechamiento de los nuevos fondos europeos imprescindibles para afrontar la recuperación económica. Y como pronto, el gobierno PP-Vox no dispondrá de unos Presupuestos propios hasta el próximo mes de julio.

En la actual coyuntura, amén de un plan de choque que complemente las medidas estatales, Castilla y León necesitaría alcanzar amplios consensos de comunidad sobre los grandes problemas que arrastra, tales como la reforma de la Sanidad Pública, el desplome demográfico y la descohesión política, social y territorial. Pero la presencia de Vox en el gobierno ahuyenta cualquier posibilidad de consenso entre la Junta y Oposición, abocadas a una dura confrontación incentivada además por la proximidad de las elecciones municipales. La fatídica Ley de Murphy sigue ensañándose con esta desdichada comunidad autónoma.

(Publicado en elDiario.es Castilla y León)

lunes, 4 de abril de 2022

¿Investidura bajo una “agenda oculta” impuesta por Vox?

 Conminado por Abascal, Mañueco se pliega a nuevas exigencias de la ultraderecha mantenidas en secreto, al tiempo que Feijóo excluye al PP CyL de la cúpula del partido con despacho en Génova.

 Hace dos semanas nos preguntábamos aquí hasta dónde llegarían las renuncias y concesiones del Partido Popular tras asociarse con Vox para gobernar juntos en Castilla y León. La pregunta es ahora aún más pertinente que entonces después de que el presidente de las Cortes, Carlos Pollán, siguiendo las instrucciones de Santiago Abascal, haya tenido aparcado el proceso de investidura de Alfonso Fernández Mañueco el tiempo necesario para que Vox doblegara al PP obligándole a aceptar nuevas exigencias que no figuraban el “Acuerdo de Legislatura” firmado por ambos partidos el pasado 10 de marzo.

 Tras designar candidato a Fernández Mañueco, el propio Pollán señaló las fechas del 25 o el 29 de marzo para celebrar la correspondiente sesión de investidura. Era lo razonable cuando el único trámite previo consistía en reunir a la Mesa y a la Junta de Portavoces de las Cortes para convocar el pleno.

 Sin embargo, el calendario siguió corriendo sin que el presidente de las Cortes diera cumplimiento a ese trámite, demorando con ello no solo la investidura y la formación del nuevo gobierno, sino también el propio funcionamiento del Parlamento Autonómico, que a fecha de hoy ni siquiera tiene definitivamente constituidos los grupos parlamentarios.

 Preguntado días después por la causa de dicha demora, Pollán afirmó que estaba “a la espera de que Vox y el PP le comuniquen que han cerrado el acuerdo”. De esa forma el presidente de las Cortes confirmaba que ambos partidos estaban renegociando el “Acuerdo de Legislatura” firmado el 10 de marzo, un documento que Abascal consideraba insuficiente para apoyar la investidura de Fernández Mañueco.

Gracias a la injustificable demora perpetrada por el presidente de la Cámara, el líder nacional de la extrema derecha abordaba simultáneamente dos objetivos. Uno de ellos, ya conseguido, era el de que la investidura y formación del primer gobierno PP-Vox se produjera después del congreso nacional del PP, de forma que Alberto Núñez Feijóo no pudiera desvincularse del mismo. Por más que haya querido ponerse de perfil ante un pacto que chirría con su discurso “moderado y centrista”, Núñez Feijóo empaña su recién estrenado liderazgo avalando el primer pacto del PP con la ultraderecha en una comunidad autónoma.

     Ampliación secreta del acuerdo de 10 de marzo

  El otro objetivo de Abascal era el de imponer al PP nuevas condiciones y exigencias, tanto en lo referente al reparto de poder entre ambas partes como a determinados aspectos programáticos de fuerte contenido ideológico, tales como los referentes a la Violencia de Género, la Memoria Histórica, la “emigración ordenada” o el “adoctrinamiento ideológico”.

 Dicha renegociación se ha mantenido con total hermetismo y opacidad, sin hacer público su resultado, lo que supone hurtar a la ciudadanía y las propias Cortes el contenido completo del acuerdo global alcanzado entre los socios de gobierno. Y todo apunta a que Mañueco no lo desvelará durante el debate de investidura, manteniendo en secreto la “agenda oculta” que finalmente le permitirá ser reelegido presidente con el apoyo del Vox.

  Por ser de obligada publicación en el Bocyl, sabremos más pronto que tarde como queda la nueva estructura de la Junta y el organigrama completo de funciones y competencias, y en concreto las atribuidas a la vicepresidencia asignada a Juan García Gallardo, quien reclamaba para sí la presidencia de la comisión de secretarios generales y la dirección de comunicación (adscrita en la anterior Legislatura al propio presidente).

 Y es posible que el debate de investidura permita conocer si el PP ha tragado con algunas exigencias que no figuraban en el acuerdo inicial, tales como la derogación expresa de la Ley de Violencia de Género o la del decreto sobre Memoria Histórica. Pero habrá diversos acuerdos que no se desvelarán en el hemiciclo precisamente por formar parte de la “agenda oculta” pactada durante esta renegociación. Por poner algún ejemplo, desde ámbitos sanitarios se teme el bloqueo de la Ley Orgánica de la Eutanasia, que viene aplicándose desde el pasado año a través de la Comisión de Garantía y Evaluación dependiente del Sacyl. Y también se prevén mayores dificultades aún para ejercer el derecho al aborto.

 Por si no fuera suficiente esta especie de “extorsión” política aplicada por Vox al PP, el partido de Abascal se permitía, sin haber cerrado la nueva negociación ni estar convocada la sesión de investidura, dar a conocer oficialmente los nombres de quienes ocuparán las consejerías de Agricultura, Industria y Empleo y Cultura. Otra humillación infligida al futuro presidente, quién, con el Estatuto de Autonomía (art.28) en la mano es el único facultado para nombrar o separar a los consejeros de la Junta. Los partidos del gobierno pueden proponer los nombres que tengan por oportunos, pero el nombramiento de todos los consejeros es de exclusiva competencia del presidente. Y en la práctica Vox no los ha propuesto, los ha designado como si tuviera facultad para ello.

 Si Mañueco no estuviera atrapado entre las garras de Abascal, estaría en su derecho de vetar a alguno de los “consejeros” proclamados por Vox, pero no será el caso. Ni siquiera al catedrático Gonzalo Santonja, un sinuoso personaje que ha recalado en la órbita de Vox al término de una trayectoria política que en los años 80 (consta que al menos hasta las elecciones europeas de 1987) estuvo ligada a Herri Batasuna. Santonja llega al cargo de la mano de su amigo Fernando Sánchez Drago, consejero áulico y biógrafo oficial de Abascal.

Mañueco, que ha mantenido un silencio sepulcral durante la “extorsión” a la que le ha sometido su socio de gobierno, aseguraba en el congreso de Sevilla que en su nuevo gobierno “van a regir los principios, valores y políticas del PP”. Tal afirmación que no se compadece con la realidad de que ha sido Vox quien ha impuesto el sello dominante y ha marcado en todo momento la pauta a una coalición que convierte al presidente de la Junta en rehén político de Abascal, el primo de Zumosol que va a controlar desde Madrid hasta el último movimiento en la Junta.

Mañueco, castigado sin cuota en el nuevo Consejo de Dirección

 Tras el cónclave sevillano, se daba por hecho de que el PP de Castilla y León dispondría de cuota en el nuevo Consejo de Dirección del PP, la cúpula (secretario general, coordinador y vicesecretarios) que dirige con el presidente el día a día del partido en Génova. Y el chasco ha sido morrocotudo.

 Mañueco aspiraba a colocar en una de las vicesecretarias al portavoz del grupo popular en las Cortes, Raúl de la Hoz. Y tan seguro estaba de ello que ya había decidido reemplazarle con Ángel Ibáñez, para encomendar la consejería de Presidencia a Jesús Julio Carnero, obligado a ceder la de Agricultura a Gerardo Dueñas, el elegido por Vox para hacerse cargo de la misma.

 Pero el PP de Castilla y León no ha obtenido plaza en el Consejo de Dirección, acaparado casi en su totalidad por andaluces y gallegos. Feijóo ha mostrado así su enorme cabreo con Mañueco, y no tanto por el pacto en sí con Vox como por la inmensa torpeza con la que lo ha venido negociando.

 Y no ha quedado ahí el ninguneo de Feijóo, ya que, de los tres vocales de Castilla y León en el nuevo comité ejecutivo nacional, tan solo uno, la presidenta provincial del PP de Segovia, Paloma Sanz, es de la confianza de Mañueco. Los otros dos son su antiguo contrincante en las primarias, Antonio Silván, que ya estaba con Casado, y la ex consejera Pilar del Olmo, jefa del grupo popular en el ayuntamiento vallisoletano. Tras la designación de esta última, que estaba prácticamente desahuciada para repetir como candidata a la Alcaldía, se adivina a distancia la mano del ex presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, que ya apadrinó su salto a la política municipal.

Para desgracia de Mañueco, Herrera mantiene intacta su estrecha relación personal con Feijóo. El ex presidente de la Junta, hoy apesebrado en el Consejo Consultivo, se incorporará con toda seguridad a ese comité asesor de notables del partido del que piensa rodearse el nuevo presidente nacional del PP.

 (Publicado en elDiario.es Castilla y León