lunes, 3 de julio de 2017

Enfangados en el lodazal de la corrupción

Rodeado hasta no hace mucho de una aureola de político intachable, ejemplo de gobernante cabal y responsable, no entraba en los cálculos de Juan Vicente Herrera que los acontecimientos acabaran colocándole en el ojo del huracán de la corrupción política. A él, poco menos que el paradigma de la honradez política. Ni por asomo podía imaginar que los dos principales partidos de la oposición llegaran un día a exigir su dimisión como máximo responsable político de los dos graves casos de corrupción que han colocado en la picota judicial al anterior consejero de Economía, Tomás Villanueva.


Luis Tudanca 
 Y ocurrió el pasado miércoles con ocasión del debate sobre el estado de la Comunidad. “Por ignorancia o por connivencia es usted responsable y cualquiera de las dos posibilidades es tan grave que exige su dimisión”, le dijo descarnadamente el socialista Luis Tudanca después de repasar las distintas tramas de corrupción que jueces y fiscales investigan en Castilla y León, particularmente las localizadas en la consejería de Economía. 
Y no menos contundente fue el portavoz de Podemos, Pablo Fernández. “Castilla y León no merece a un presidente -dijo- que tiene que dedicar más tiempo a intentar tapar los casos de corrupción de su gobierno que a solucionar los problemas de la ciudadanía”. “No basta con que pida perdón- añadió-. Presente su dimisión irrevocable por higiene y dignidad democrática”.

 Lo de pedir perdón, aunque fuera en condicional, lo hizo Herrera el pasado 31 de mayo, cuando compareció ante la comisión de Economía para intentar defender lo indefendible sobre la adjudicación de los parque eólicos. Ese día sostuvo que, de haber existido corrupción, se trataría de “corrupción de personas, no de las instituciones ni de la Administración”


En ese momento el máximo ex alto cargo imputado, tanto en la trama eólica como en el caso Perla Negra-Portillo,  era el ex viceconsejero de Economía, Rafael Delgado, quien, según esa tesis, habría actuado por su cuenta en beneficio propio y sin conocimiento de ningún superior jerárquico. De hecho, en esa comparecencia el presidente de la Junta ratificó su plena y total confianza en el ex consejero Villanueva, sobre el que en ese momento no pesaba imputación judicial en ninguno de los casos.

Juan Vicente Herrera
 Pero esa especie de cortafuegos con el que la Junta pretendía reducir el grado de las responsabilidades políticas se fue al garete cuando pocos días después Tomás Villanueva adquiere la condición de investigado en ambas causas y por todo un rosario de presuntos delitos. A partir de ahí, el presidente que le nombró y le mantuvo 12 años en el cargo queda a los pies de los caballos. Su responsabilidad política “in eligendo” e “in vigilando” es la misma que se ha aplicado a sí misma Esperanza Aguirre para irse a casa tras los casos de corrupción en la Comunidad de Madrid.

Había que dar respuesta a las peticiones de dimisión de PSOE y Podemos y ello ha pasado por reconducir la estrategia, subordinando cualquier responsabilidad política a las resoluciones judiciales, a sabiendas de que éstas últimas se demorarán lo suficiente como para que al actual presidente de la Junta le dé tiempo a agotar su actual mandato. Y enrocado en esta subordinación, Juan Vicente Herrera ha decidido meter la cabeza bajo el ala y no asumir responsabilidad política de ningún tipo, al menos mientras no se decrete la apertura de juicio oral en alguna de las causas, fase procesal a la que difícilmente se llegará en lo que queda de Legislatura. 

Pablo Fernández
La presunción de inocencia, la misma de la que gozan personajes como Luis Bárcenas, sobre el que no ha recaído ninguna condena, es el nuevo cortafuegos elegido para eludir unas responsabilidades políticas que en democracia no pueden posponerse hasta que existan pronunciamientos judiciales. Eso sí, al mas puro estilo Rajoy, el presidente de la Junta ya se guarda de citar por su nombre a “la persona” a la que durante 12 años confió la consejería de Economía.

Enfangado por el lodazal de la corrupción, Juan Vicente Herrera ha optado por aferrarse al clavo ardiendo de que la Justicia todavía no ha dado nada por probado. Y lo inaudito es que, en lugar de seguir perdiendo perdón por unos casos que, según sus propias palabras “causan una justificada alarma social y política”, reaccionaba en el hemiciclo de las Cortes arremetiendo contra la oposición con algo mucho lamentable que el consabido “y tú más”. 

Ya resultaba chusco situar una infracción de tráfico por superar la tasa de alcoholemia al mismo nivel que los casos de corrupción pura y dura que han aflorado en la consejería de Economía, en los que jueces y fiscales atribuyen a altos y ex altos cargos de la Junta delitos de prevaricación continuada, malversación de caudales públicos, fraude a la Administración, revelación de secretos, trafico de influencias, blanqueo de capitales o cohecho. Pero a falta de otros argumentos, entraba dentro de lo posible que Herrera recurriera a esa circunstancia personal para deslegitimar la exigencia de responsabilidades políticas por parte de Tudanca.

Alfonso Fernández Mañueco y Juan Vicente Herrera
Lo que no era imaginable es que, en en ese vano intento de deslegitimación, el presidente de la Junta cayera tan bajo como lo hizo en su réplica al portavoz de Podemos, al desempolvar el caso del procurador burgalés que en su día dejó el escaño tras conocerse una sentencia que en el año 2002 le condenó por abusar sexualmente de una menor. La instrumentación de ese episodio, completamente ajeno a la política, para defender su posición política ante los casos de corrupción que embadurnan su mandato en la Junta fue algo ciertamente rastrero. De una bajeza política y moral propia de alguien carente de escrúpulos que se ve en una situación desesperada.

 Asediado por la corrupción, Herrera ha sacado lo peor de sí mismo y está dispuesto a lo que sea con tal de no asumir ninguna responsabilidad política en los dos años que le quedan de mandato. Dos años en los que permanecerá encadenado a la instrucción judicial de unos casos de corrupción que han destapado el oscuro lado oculto de su gobierno y han envilecido la vida política en la comunidad. Dos agónicos años de un presidente de la Junta sostenido con respiración asistida por el de PP de Fernández Mañueco, que, visto lo visto, ha debido llegar a la conclusión de que nada mejor que un político ya amortizado y salpicado por la corrupción para que el partido aguante todo lo que le siga cayendo encima a la Junta hasta las elecciones autonómicas de 2019.