Que Juan Vicente Herrera estaba condenado a
torcer su voluntad y presentarse una vez más -la cuarta- a la reelección era
algo que no tenía vuelta de hoja desde hace meses. “Abocado a presentarse, Herrera entra en campaña”, titulábamos aquí después
de que, a finales de noviembre, reuniera al comité ejecutivo autonómico del PP
e insuflara ánimos a la nutrida nómina de altos cargos del partido en Castilla y León.
“Por muy firme que fuera su voluntad de cerrar una etapa que
se prolonga ya durante 14 años, y aunque sea a su pesar, a estas alturas a
Herrera no le queda otro remedio que volver a presentarse. No anunció su
retirada a tiempo -sin duda esperando que Rajoy
le ofreciera una salida- y hacerlo ahora, a tres meses de las elecciones, sería
interpretado como una espantada”, reiterabamos el pasado 26 de enero.
Mariano Rajoy y Juan Vicente Herrera |
Y por mucho que pretenda
hacer de la necesidad virtud y apele al sentido de la responsabilidad, lo
cierto y verdad es que no ha tenido el coraje personal de ser fiel consigo
mismo y de aplicarse la renovación que él mismo propugnaba. Si su determinación
era irse, bastaba con haber anunciado con suficiente antelación su salida, como
hizo el presidente de Murcia, Ramón Luis
Valcárcel, o la alcaldesa de Madrid, Ana
Botella. No lo hizo, dejo pasar el tiempo a la espera de pactar su relevo
con Rajoy y Rajoy le dado largas no dejándole otra opción que la de tragar otra
vez con la candidatura.
Entre tanto, el grupo
parlamentario popular -que él mismo preside- tuvo la impostura de proponer y
aprobar en solitario en las Cortes unas engañosas propuestas de regeneración
democrática y lucha contra la corrupción que incluían, entre otros varios
brindis al sol, el de limitar los mandatos del presidente de la Junta. “Después de proponer
eso, y llevando 14 años en el cargo, está claro que Herrera no puede volver a
presentarse”, pensó más de un ingenuo, como si fuera a ser la primera vez que
Herrera incumple algún compromiso.
En su descargo, podía
haber pesado el argumento de que, ante el desgaste general del PP, su candidatura
es imprescindible para volver a ganar por mayoría absoluta las elecciones
autonómicas. Argumento doblemente falaz. En primer lugar, porque las encuestas
internas que maneja Génova, esas mismas pintan bastante mal para el
partido en comunidades como Madrid y Valencia, no ponen en duda la mayoría
absoluta en Castilla y León. Y eso sería independientemente de quien fuera el
candidato. Porque esa es la segunda falacia: el supuesto tirón electoral de
Herrera. Basta repasar la serie histórica de resultados en Burgos para comprobar
que dicho “tirón” es completamente inexistente.
José Antonio de Santiago-Juárez y Tomás Villanueva |
Así pues, si se
cumple el pronóstico, Herrera se herederá en mayo nuevamente a sí mismo y, si
de su quebradiza voluntad depende, introducirá, en plan Lampedusa, los mínimos cambios imprescindibles para que todo siga
igual. Mientras se da por hecho que
reincorporará a la mencionada Valdeón al frente de una importante consejería, a
priori únicamente son dos a los consejeros que pueden darse por amortizados.
Uno es Tomás Villanueva, quien tras
20 años como consejero, pide a gritos un merecido descanso (ninguno tan
relajante y seguro como que el que encontraría en el escaño de senador autonómico
del que será desalojada María Jesús Ruíz).
El otro es Juan José Mateos, quien
anunció hace tiempo su deseo dejar de ser consejero al término de esta
legislatura.
Alicia García y Miguel Ángel García Nieto |
A lo que sí accedería
Herrera -faltaría más, tratándose de la mano que mece su cuna-diván- es a la hipotética
pretensión del consejero de la
Presidencia , José
Antonio de Santiago-Juárez, de autopropulsarse hacia la presidencia de las
Cortes. La operación permitiría al presidente de la Junta nombrar otro “número
dos” (oficial u oficioso) en clave de sucesión, al tiempo que el susodicho,
además de mantener casi intacta su posición de influencia, quedaría blindado
ante la eventualidad de que Herrera tuviera ocasión de hacer mutis por el foro antes
de finalizar la siguiente legislatura. Atención a la jugada.