Hay que remontarse a las elecciones
municipales de 1979, las primeras celebradas desde la restauración
democrática, para encontrar unos comicios locales con tanta incertidumbre como
la que rodean a los convocados para el próximo 24 de mayo. Lo de menos, aunque
tenga su morbo y suscite mucha atención mediática, es que los candidatos del PP
a las principales alcaldías sigan pendientes del dedo de Mariano Rajoy. Lo relevante es si la nueva correlación política que
señalan las encuestas va a propiciar un vuelco en el actual tablero municipal,
lo que en buena medida dependerá del grado de fragmentación con el que concurra
la izquierda.
Javier León de la Riva |
Lo que sí resultaría traumático es que Génova
echará para atrás la candidatura de León de la Riva , quién, pese a llevar 20 años en la Alcaldía y tener que
sentarse en el banquillo de los acusados un mes antes de las elecciones, se ha
obstinado en optar a la reelección. Veremos que hacen en Madrid con esa patata
caliente que le ha pasado el PP de Valladolid, el cual de paso se verá desautorizado
si hay cambio de candidato. Que sería por otra lo coherente de aplicarse las
mínimas exigencias de regeneración democrática que dice impulsar el PP, y eso
sin tener en cuenta la pésima imagen que se ha ganado el alcalde vallisoletano en
toda España por sus reiterados ex abruptos machistas y su casposa mentalidad
predemocrática.
Protesta ante el ayuntamiento de Burgos |
La extrapolación de los resultados de las europeas
de mayo indicaba, que, salvo en Ávila, el PP no obtenía mayoría absoluta
en ninguno de los principales ayuntamientos. Y el último barómetro del CIS
asigna al PP prácticamente la misma estimación de voto que entonces, alrededor
del 27 por ciento. La gran novedad es que Podemos, con cerca del 24, triplica
sus resultados, supera en expectativa de voto al PSOE, que cae al 22,2 por
ciento, y enguye gran parte del electorado de IU, que pierde casi la mitad
de sus votantes en una encuesta realizada antes del desaguisado madrileño que
ha supuesto el abandono de Tania Sánchez.
Sobre el papel, el electorado de izquierda
(considerando como parte del mismo a los votantes de Podemos, al margen de la vocación de
partido transversal que ahora defienden sus dirigentes) estaría hoy en clara
mayoría sobre el de derecha. El PP sería sin duda la fuerza mas votada en la
mayoría de los ayuntamientos, pero en casi todos quedaría en minoría y expuesta
a la aritmética de eventuales pactos electorales del bloque de la izquierda. He
dicho bloque y ahí está el principal problema: la fragmentación con la que la
izquierda se dispone a concurrir a las próximas elecciones municipales.
La clave la
tiene Podemos, paradójicamente el partido cuya dirección nacional ha decidido
no concurrir con su propia “marca” a estas elecciones municipales. A partir de
ahí su posición no puede ser mas confusa y desconcertante. Al contrario que en
Barcelona o Valencia, donde se ha sumado a Guanyem, en Castilla y León está
claro que no está dispuesto a converger en ninguna plataforma con IU. El
ejemplo mas palmario ha sido la forma en que ha dado la espalda a una
alternativa tan solvente como “Valladolid toma la palabra”, con la que se dispone a competir constituyendo una “una agrupación de electores”, fórmula que además
no permite sumar votos con otros municipios para tener representación en la Diputación provincial.
Daniel García, secretario Podemos-Valladolid |
Esta
errática actitud en el ámbito municipal ya le ha costado a Podemos una escisión
en Ponferrada, donde el sector perdedor en la pasada elección del Consejo
Ciudadano ha abandonado el partido para crear otro que negocia con IU una
candidatura conjunta a las municipales.
Así las
cosas, la incógnita Podemos -qué resultados conseguirán las candidaturas que
respalde- tiñe de absoluta incertidumbre cualquier pronóstico sobre del futuro
mapa municipal. Puede ocurrir desde que el PSOE se vea superado en algunos
ayuntamientos por alternativas a su izquierda como que algunas de estas últimas
acaben quedándose sin representación en importantes municipios por no alcanzar
el 5 por ciento de voto mínimo exigido por la ley electoral. Lo que está claro
es que la división del voto de la izquierda es el gran aliado que puede salvar
los muebles a muchos alcaldes del PP que, de no ser por esa fragmentación, estarían sin duda abocados a perder la poltrona.