lunes, 22 de febrero de 2016

Herrera y su espejo deformante

  Visto el cuadro político que rodea hoy a Mariano Rajoy, atrapado en la ciénaga de corrupción en la que se halla sumergido el Partido Popular, hay que convenir que no carecía de fundamento aquel sonoro consejo que se permitió darle Juan Vicente Herrera, cuando dos días después de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, recomendó al presidente nacional de su partido que se mirara al espejo. Aquello se interpretó como una sugerencia de que diera un paso atrás o se echara a un lado, dejando paso libre a otro candidato a la presidencia del Gobierno que, sin tanto rechazo externo e hipoteca interna (véase la que acaba de hacer valer Rita Barberá) intentara salvar los muebles e impulsara una verdadera regeneración en el PP.


 Bien es verdad que Herrera no era precisamente el más indicado para recetar ese consejo. De haber tenido la coherencia de aplicárselo a sí mismo, después de 14 años, 14, presidiendo la Junta, no se habría presentado por quinta vez a la reelección.
Juan Vicente Herrera
 El espejo le hubiera mostrado un candidato con abultada mochila que pedía a gritos su relevo. Pero se presentó, aunque solo fuera con el propósito de dirigir y tutelar su sucesión desde una nueva mayoría absoluta que él daba por descontada. El estupor que le produjo no conseguirla quedó plasmado la noche electoral en esas patéticas imágenes que protagonizó deambulando por los pasillos de la sede regional del PP.

Tras la insólita amenaza de espantada producto de aquel “shock”, Herrera se encontró con un generoso aliado, Ciudadanos, dispuesto a dejarle gobernar tal cual como si hubiera renovado su mayoría absoluta. Y prácticamente a cambio de nada. Desde luego a nada que comportara el menor gesto efectivo de ejemplaridad en materia de regeneración democrática, la bandera enarbolada por el partido de Albert Rivera frente a la corrupción y degeneración del sistema.

 Desde que empezó a salpicar a su gobierno, Juan Vicente Herrera se ha dado muchos golpes de pecho ante la corrupción, pero no ha tomado una sola medida directa y contundente contra la misma. Jamás ha apartado de su puesto a ninguno de los altos cargos incursos en causas judiciales de esa naturaleza. Se suponía que ello iba a ser una exigencia ineludible para que Ciudadanos permitiera su investidura, tal como ocurrió con la de Cristina Cifuentes en Madrid, que comportó las dimisiones de Salvador Victoria y Lucía Figar, los dos consejeros imputados en la operación Púnica.

Pero no fue así y, tras ser investido, Herrera ha mantenido en su gobierno a los seis altos cargos de la Junta, seis, investigados (así han pasado a denominarse ahora los imputados) en el procedimiento instado por la Fiscalía Anticorrupción que sigue el Juzgado nº 2 de Valladolid sobre las truculentas operaciones inmobiliarias que rodean a la “Perla Negra”, el edificio de la consejería de Economía en Arroyo de la Encomienda, y a los terrenos comprados con destino a un inexistente parque empresarial en Portillo. Y la cosa no ha quedado ahí, ya que, cinco meses después de que tanto la Fiscalía como el Juzgado ofrecieran a la Junta su personación como parte afectada en la causa, el gobierno Herrera sigue sin hacerlo, inhibiéndose de actuar contra el presunto quebranto (varias decenas de millones de euros) causado a las arcas de la Comunidad por las operaciones investigadas.

Con esa barra libre concedida por el cheque en blanco de Ciudadanos, el grupo popular se ha dedicado además a obstruir sin ningún rubor el trabajo de las dos comisiones parlamentarias de investigación (escándalo de la trama eólica y astronómico sobrecoste del Hospital de Burgos), que, al no disponer ya de mayoría absoluta, no pudo evitar. Pero el grado de impostura tiene un límite y el PP de Herrera creía que no lo iba a rebasar al utilizar su capacidad de bloqueo para vetar más de un centenar de comparecencias solicitadas por la oposición sobre la pestilente trama eólica y su doble secuela Perla Negra-Portillo.

 Y no contento con defender ese indefendible oscurantismo, al presidente de la Junta no se le ocurre otra cosa que calificar de “muy torpes” a los socialistas por no haber pedido su comparecencia. Semejante provocación suscitaba inmediatamente una reacción unánime de toda la oposición (PSOE, Podemos, Ciudadanos, IU y UPL), que ha solicitado en bloque que Herrera comparezca y dé la cara ante dicha comisión.

 Pero el desprecio hacia la oposición democrática no ha quedado ahí. Faltaba la guinda del inefable consejero de la Presidencia, José Antonio de Santiago-Juárez, quién, con el tono faltón y perdonavidas que le caracteriza, utilizó el pasado jueves la rueda de prensa oficial del Consejo de Gobierno de la Junta para calificar de “rabieta infantil” una petición avalada por grupos que aglutinan justo la mitad de los escaños de las Cortes y representan a 734.696 votantes, 220.395 más de los conseguidos por el PP.
José Antonio de Santiago-Juárez
 (Para mayor desfachatez, el susodicho comparecía presentando un proyecto de ley en supuesta defensa de los funcionarios, que desvirtúa y pervierte por completo el “wistleblowing” propuesto en su día por la Plataforma en Defensa de lo Público (PLADEPU), de tal guisa que se presenta como una “protección” lo que en realidad constituye toda una “coacción” hacia cualquier empleado público que tenga la osadía de denunciar comportamientos corruptos en la Junta.

Está por ver cuanto durará y qué nuevas iniciativas deparará este frente común de la oposición contra los desmanes del PP de Herrera, especialmente el inesperado giro de Ciudadanos, que seguramente tiene mucho que ver con la sintonía que están alcanzado Pedro Sánchez y Albert Rivera en las negociaciones sobre la investidura del primero. Pero con independencia de ello, de lo que no cabe duda es de que el presidente de la Junta ha quedado retratado y su negativa a dar la cara ante la comisión eólica no consigue otra cosa que agravar su ineludible responsabilidad política, que ya era clamorosa “in eligendo” e “in vigilando”.

La credibilidad de Juan Vicente Herrera en materia de regeneración democrática y lucha contra la corrupción es hoy exactamente la misma que tiene Mariano Rajoy. Nueve meses después de habérselo recomendado a éste, ignoro si el presidente de la Junta se habrá mirado al espejo. El problema es que está sometido a un espejo deformante que ríanse de los del Callejón del Gato. Y si se mira, se encontrará reflejado el rostro de De Santiago-Juárez, el de la tenebrosa mano que mece su cuna-diván. Una imagen espectral, digna de la serie negra de Goya, que puede provocarle pesadillas para los restos.

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