lunes, 24 de diciembre de 2018

La peor manera de iniciar la cuenta atrás electoral

  En política, como casi en todo en general, las prisas suelen ser malas consejeras. Y pretender recuperar apresuradamente el tiempo desperdiciado, puede acarrear efectos contraindicados. Es lo que le ha pasado al PP en Castilla y León con la designación de sus candidatos a las Alcaldías de las nueve capitales de provincia.


 Tras encaramarse a la presidencia nacional del partido, Pablo Casado dejó para después del verano la proclamación de los candidatos del PP a las presidencias de las comunidades autónomas y a las principales alcaldías. Después, adelantadas las elecciones andaluzas, proclamó a Juan Manuel Moreno Bonilla y decidió aplazar el resto de las designaciones hasta conocer los resultados del pasado 2 de diciembre.

Javer Lacalle y Alfonso Fernández Mañueco
 Unos meses perdidos que el candidato in péctore a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, no ha podido aprovechar en plenitud para mejorar los insuficientes índices de conocimiento y valoración que le atribuyen las encuestas. Tras el puente de la Constitución y con la Navidad en puertas, la proclamación de Mañueco no podía esperar y Casado no encontró en su agenda mejor fecha que la del Sorteo del Gordo para dar el espaldarazo definitivo al candidato a suceder a Juan Vicente Herrera en el Colegio de la Asunción.

Hasta ahí la cosa todavía podía disculparse, pero para brengarla del todo en Génova decidieron forzar a toda prisa el proceso interno para designar a los “alcaldables” de las nueve capitales, con el fin de poder proclamarlos a la vez que a Fernández Mañueco. Y a cuatro días del acto programado al efecto en Palencia, ninguno de los comités electorales provinciales se había reunido para aprobar sus correspondientes propuestas, que a su vez deberían pasar por el comité autonómico antes de ser finalmente sometidas al comité electoral nacional, supuestamente el órgano competente para proclamar las candidaturas definitivas.

Lacalle y Silván, obligados a repetir.- Pues bien, sin que se tenga noticia de que se reuniera ni el comité autonómico ni el comité nacional, Génova fue dando luz verde a las propuestas elevadas por los comités electorales provinciales, a excepción de la aprobada en Segovia. 
Pilar del Olmo y Juan Vicente Herrera
Dichas propuestas llegaban convenientemente  adaptadas a los deseos de Casado, quien por ejemplo obligó a los alcaldes de Burgos, Javier Lacalle, y León, Antonio Silván, a concurrir a la reelección. Lacalle no quería repetir ni a tiros, ya que aspiraba a encabezar la lista autonómica por Burgos y ser consejero en el hipotético gobierno presidido por Mañueco. Y Silván, amenazado por la espada de Damocles de la operación Enredadera, hubiera preferido no repetir, pero no tenía otro remedio que acatar el designio de Casado.

 En las demás provincias Génova dio por buenas las candidaturas, bien porque no tenía otros compromisos o porque eran de su agrado, caso de la “alcaldable” por Valladolid, la consejera de Economía, Pilar del Olmo, directamente avalada por el todavía presidente de la Junta, quien siempre ha mantenido una especial sintonía con Casado, al que apoyó desde el minuto uno en su carrera hacia la presidencia nacional del partido.

 Sin embargo, en Segovia y Ávila, las respectivas direcciones provinciales del PP no midieron bien sus fuerzas. La presidenta del PP segoviano, Paloma Sanz Jerónimo, se cerró en banda con su candidato preferido, el coordinador provincial del partido, José Mazarías, desoyendo la sugerencia de Génova de proponer al ex concejal y ex presidente de Nuevas Generaciones, Pablo Pérez Coronado, con quien estaba en deuda el “casadismo” por haber tenido en él su principal apoyo en Segovia con ocasión de las primarias disputadas a Dolores de Cospedal y Soraya Sáez de Santamaría.

Paloma Sanz y Francisco Vázquez
 De forma y manera que Sanz Jerónimo, que en su día apoyó sin reservas a Sáez de Santamaría, tenía la osadía nada menos que de echar un pulso a Génova. Y casi le medio sale, ya que tras un tenso tira y afloja con el vicesecretario general de Organización, Javier Maroto, reunió el viernes al comité electoral provincial, que propuso como supuesto candidato de consenso un tercer nombre, el de José Luis Sanz Merino, quien el sábado viajó a Palencia para ser ungido junto al resto de los alcaldables del PP.

“Dedazo” de Casado y por partida doble.- Pero entre bambalinas alguien informó a Casado de que a Maroto le habían metido un gol por toda la escuadra, toda vez que Sanz Merino, portavoz del popular en la Diputación, no es más que otro destacado miembro del núcleo duro compartido por Paloma Sanz y su antecesor, el secretario autonómico del PP, Francisco Vázquez, a la sazón presidente de la institución provincial. Y ello colmó la paciencia de Casado, quien en la misma mañana del sábado utilizó el “dedazo” presidencial para dejar colgado de la brocha a Sanz Merino y sustituirlo por Pérez Coronado, de suerte que éste tuvo que coger el coche y desplazarse a toda velocidad desde Segovia a Palencia para poder ser proclamado candidato.

Tras semejante vodevil y el tremendo escarnio sufrido, la presidenta del PP de Segovia tendría que haber dimitido fulminantemente. Pero no lo ha hecho ni lo hará, ya que con ello se estaría despidiéndose del escaño que disfruta en el Senado, si no ahora, cuando se convoquen las siguientes elecciones generales. Y antes de renunciar a ese momio, pasa por tragar con un desaire que por extensión y elevación alcanza asimismo a Vázquez y al propio Mañueco.

Carlos García y Pablo Casado
 Por su parte, el presidente del PP abulense, Carlos García González, también se ha pasado de listo y le ha salido mal una jugada diseñada descaradamente en su propio beneficio. Consistía en apartar de la candidatura al actual alcalde, Juan Luis Rivas, quien cumple su primer mandato, promoviendo en su lugar al presidente de la Diputación, Jesús Manuel Sánchez Cabrera. Con ello García González, vicepresidente de la Diputación, heredaría la actual poltrona de Sánchez Cabrera.

Pero, ante las reticencias encontradas en Génova, el presidente del PP abulense optó por dejar pasar la semana sin convocar el comité electoral provincial, inhibición ante la cual Pablo Casado decidió tirar del “dedazo” y proclamar por sorpresa candidata a la alcaldía a la concejala Sonsoles Sánchez-Reyes, quien hasta ese momento permanecía totalmente ajena a esos tejemanejes internos del partido.

Si Casado quería escarmentar a quienes osen desafiar su autoridad, sin duda lo ha conseguido. Pero ello ha sido a costa de enterrar cualquier asomo de democracia interna en el partido, de desautorizar a unos presidentes provinciales elegidos directamente por la militancia (no como él, que lo fué por los compromisarios) y de lastrar a unos candidatos, los de Ávila y Segovia, que arrastrarán el estigma de serlo exclusivamente gracias a su “dedazo”. De paso, ha dejado en incómoda situación a Fernández Mañueco, cuya proclamación como candidato a la presidencia de la Junta se ha visto deslucida por el esperpéntico espectáculo ofrecido por el partido en Palencia. Con todo ello el PP de Castilla y León no ha podido empezar de peor manera su cuenta atrás hacia las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo.