martes, 4 de diciembre de 2018

Paisaje tras la sacudida andaluza

A menos de seis meses de las próximas elecciones municipales y autonómicas -el mismo día también se eligen eurodiputados, pero eso es ahora lo de menos- las urnas andaluzas han sacudido abruptamente el tablero de la política española. Aunque el retroceso del PSOE y la irrupción de Vox, extrema derecha pura y dura, eran más que previsibles, nada hacía sospechar que ambos fenómenos alcanzaran suficiente dimensión como para propiciar un vuelco político en el feudo socialista por excelencia.


Susana Díaz y Pedro Sánchez
Quien mas quien menos pensaba que el retroceso socialista se vería amortiguado por el avance electoral de la marca compartida por Podemos e IU, de suerte que la suma de la izquierda alcanzaría sin aprietos la mayoría absoluta. No entraba dentro de lo previsto que dicha marca sufriera el mismo descalabro que el PSOE, como tampoco que una derecha fraccionada en tres opciones fuera a superar en votos y escaños a la izquierda andaluza. Pero la realidad es que PP, Ciudadanos y Vox han sumado alrededor de 1.800.000 votos y 59 escaños mientras que PSOE, Podemos e IU, que en 2015 superaron los dos millones de votos, han perdido el pasado domingo mas de 700.000, cayendo de 67 (47 + 20) a 50 escaños (34 + 17).

Siendo cierto que no cabe extrapolar automáticamente los resultados de unas elecciones autonómicas a otros comicios de diferente ámbito, s innegable que en esta ocasión el voto de los andaluces ha respondido en buena medida a factores políticos de alcance estatal, entre otros sin duda la reacción “patriótica” desencadenada por el “procés” catalán en el resto de España. Solo así se explica que un partido de ultraderecha que ha comparecido sin programa autonómico y con candidatos completamente desconocidos haya recolectado alrededor de 400.00 votos. A ello se ha añadido el empeño de Pablo Casado y Albert Rivera de librar en el albero andaluz una suerte de batalla por el liderazgo de la derecha española, que asimismo ha contribuido a esa dimensión nacional de las elecciones del pasado domingo.

Así las cosas, a tenor del equilibrio de fuerzas y visto que el PP y Ciudadanos no le hacen ningún asco a pactar con un partido de ultraderecha, en principio lo mas probable es que el candidato de los populares, el endeble Juan Manuel Moreno Bonilla, sea, con el apoyo de los otros dos partidos, el llamado a suceder a Susana Díaz al frente el gobierno andaluz.
Albert Rivera y Pablo Casado
Esa sola expectativa ya ha servido para enmascarar el notable revés sufrido por el mencionado Moreno Bonilla y por Pablo Casado, omnipresente en la campaña andaluza, que han firmado al alimón el peor resultado cosechado por el PP en Andalucía desde 1.990.
 Porque por mucho que traten de disfrazarlo, el hecho es que los populares han perdido siete escaños y más de 300.000 votos respecto a los anteriores comicios andaluces. (Resulta por ello de traca oir a la consejera portavoz de la Junta, Milagros Marcos, felicitarse por el “efecto Casado”. ¡Pues menudo “efecto”...!)

La realidad es que los dos únicos partidos que salen reforzados del trance andaluz son Ciudadanos, que, pese a no “sorpasar” al PP, ha pasado de 9 a 21 escaños, duplicando casi sus votos, y por supuesto Vox, que partiendo de la nada, ha recolectado alrededor de 400.000 votos. Ellos, y no precisamente el PP, son los que han propiciado el vuelco político en Andalucía.

Nuevo escenario en Castilla y León.- Tras esta sacudida política en Andalucía,, resulta obligado revisar las expectativas de voto en el conjunto de España y especialmente en las 13 comunidades autónomas que celebran elecciones autonómicas a finales de mayo. En Castilla y León, el último sondeo electoral de ámbito autonómico, encargado a Sigma Dos por la agencia Ical, data del pasado mes de julio. 
Dicho sondeo vaticinaba ya un fuerte retroceso del PP, que perdería entre 10 y 11 de sus 42 procuradores actuales, manteniendo entre 31 y 32. El gran beneficiado de ese desplome sería Ciudadanos, que pasaría de 5 a 17 escaños, en tanto que el PSOE conservaría sus 25 o como mucho ganaría uno más y la eventual alianza Podemos-IU vería reducida su actual representación de 11 escaños (10 + 1) a una horquilla entre 6 y 8.

Visto lo ocurrido en Andalucía, parece cantado que Vox irrumpirá en las próximas Cortes de Castilla y León, aunque es dificil que lo haga con la misma magnitud y papel determinante. En todo caso obtendrá representación y lo normal es que lo haga a costa de debilitar aún más al PP, que se expone así a sufrir un auténtico descalabro. Y otra cuestión a considerar: el hecho de que Ciudadanos pueda prestarse al pacto tripartito de la derecha andaluza no presupone que esa misma alianza vaya a reproducirse mecánicamente en Castilla y León.

Santiago Abascal, líder de Vox
Antes al contrario, habida cuenta de que Albert Rivera justifica dicho pacto por mor del cambio político en una comunidad gobernada durante 36 años por el mismo partido, lo coherente es que aquí, si está en su mano, apueste por desalojar al PP, que lleva apalancado en la Junta desde 1.987 y cada vez más salpicado por los casos de corrupción. Para ello bastaría con que Ciudadanos y el PSOE sumen los 41 escaños en que quedará situada la mayoría absoluta en el próximo Parlamento de la Comunidad. Esa y no otra es la esperanza que abriga el socialista Luis Tudanca y la espada de Damocles que penderá sobre Alfonso Fernández Mañueco, quien este mes de diciembre espera por fín ser proclamado por Casado candidato del PP a la presidencia de la Junta.

Por de pronto, ese principio tan defendido tanto por el PP como por Ciudadanos favorable a que gobierne la lista más votada ya ha saltado por los aires en Andalucía, donde ambos partidos se postulan para la poltrona de Susana Díaz, quien pese a su monumental descalabro, no deja de ser la candidata que ha obtenido mayor respaldo electoral. Aquello de considerar poco menos que ilegítimos los “pactos de perdedores” ha desaparecido del catón del nuevo -y a la vez mas viejuno que nunca- Partido Popular.

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