La
cuenta atrás hacia las elecciones generales del 10-N ha coincidido con los
primeros escollos con que se encuentra el gobierno bipartito PP-Ciudadanos que
preside Alfonso Fernández Mañueco,
que, exonerado de presentar unos nuevos Presupuestos de la Comunidad , se ha
dedicado en sus primeros meses a repartirse el botín político de la Junta , consumando lo que el
PSOE ha dado en llamar “el pacto de la rapiña”, iniciado antes en cuantos
Ayuntamientos y Diputaciones han tenido a su alcance (ellos dos solos o en compañía de Vox).
Mañueco con su flamante asesor Ignacio Cosidó |
Más
allá de ese obsceno reparto de Poder -tan compartido y pactado que varios de los
asesores nombrados por el presidente han sido contratados a instancias del
vicepresidente Francisco Igea, a
cuyas órdenes se encuentran- Fernández Mañueco ha disfrutado de unos primeros
meses ciertamente plácidos, tal solo alterados por la ingestión del monumental
sapo genovés de tener que ceder a Javier Maroto el único escaño autonómico del
Senado que correspondía proponer al PP en las Cortes Regionales.
Dedicado durante todo este tiempo a aplicar al
PP de Castilla y León el bálsamo proporcionado por todos los resortes de poder
que controla, que no se limitan a la
Junta , Mañueco ha permanecido hasta ahora instalado en ese
perfil bajo que tanto le gusta, encantado con el irrefrenable afán de Igea de
pisar y enfangarse con todos los charcos encontrados a su paso. De forma y
manera que, pese a ser el gran beneficiario del “pacto de perdedores” que le
llevó a la presidencia de la
Junta , el verdadero desgaste político ha venido corriendo por cuenta
del socio naranja, que ha arruinado en tiempo record el discurso de cambio y
regeneración democrática que constituía su seña de identidad.
Las 35 horas, primera “patata caliente”.-
La contratación de Cosidó, “mi amigo Nacho” (sic), quizás haya sido el elemento
de mayor desgaste sufrido hasta el momento por Mañueco, mayor que la aberrante elección de Maroto, sapo
compartido a fin de cuentas con Ciudadanos, que en ese episodio se retrató ya
definitivamente.
Desinhibido de cualquier complejo, el gobierno Mañueco ha dado pábulo a lo
que la oposición ha calificado de “agencia de colocación política” justo al mismo tiempo en que se niega a cumplir el compromiso contraído por el último gobierno Herrera de restablecer a la vuelta del verano la jornada de 35 horas a
los funcionarios y empleados públicos de la Administración
Autonómica. Toda una “patata caliente” especialmente abrasiva una vez iniciada la cuenta
atrás hacia unas nuevas elecciones generales en las que el PP aspira a redimirse
de los catastróficos resultados alcanzados en abril.
Imagen de una anterior protesta de funcionarios de la Junta |
El conflicto de las 35 horas es sin duda el
primer gran contratiempo con el que se
encuentra el gobierno Mañueco, entre cuyas escasas iniciativas se cuenta la de
anunciar bajadas impositivas que mermarán aún más los ingresos de la comunidad
autónoma (aunque menos de lo que pudiera parecer, ya que, algunas de esas
medidas llevan años en vigor,
como no ignora el nuevo consejero de Hacienda, que no es precisamente nuevo en
la Junta ).
En
esta tesitura no es casual que el presidente de la Junta haya concedido a “El
Norte de Castilla” su primera entrevista en profundidad desde que accedió al
cargo. No es que Mañueco aclare en ella demasiadas cosas, pero al menos -el medio es el mensaje- abandona la dejadez
mediática que venía caracterizando su mandato. El hecho de que el titular
elegido para la primera plana del periódico se refiera al apoyo del presidente
a la inclusión de Antonio Silván en las nuevas listas electorales del PP da idea del
escaso interés de sus respuestas en torno a los asuntos de gobierno en la Junta.
Casado, Igea y Mitadiel |
Con
este panorama en la Junta ,
ha sobrevenido la convocatoria electoral del 10-N, en la que, tal como
señalábamos hace una semana, Ciudadanos ha adquirido todas las papeletas para
ser la fuerza política que salga peor parada en el conjunto de España y
particularmente en Castilla y León, donde siete de sus ocho diputados -todos
menos el de Valladolid- están en evidente peligro. Al caprichoso caudillismo de
Albert Rivera y su desconcertante y contraproducente estrategia se añade la
obscenidad con la que Ciudadanos se ha subido al carro del poder en Castilla y
León, donde no es que se haya expuesto al abrazo del oso por parte del PP, sino
que se ha lanzado en plancha a abrazar al úrsido popular para retozar juntos en
completa armonía.
Y en esta coyuntura tan crítica para
Ciudadanos hemos asistido a la reaparición en escena de la ex presidenta de las
Cortes, Silvia Clemente, quien ha puesto fin a su prolongado mutismo para reivindicar su figura política, manifestar
su identificación con el proyecto nacional liderado por Albert Rivera y ofrecer
su disponibilidad ante la próxima convocatoria electoral. Veremos en qué queda
la cosa.