Mientras Mariano Rajoy y su gobierno ya no se conforman con presumir de la incipiente
recuperación macroeconómica y han decretado directamente el fín la crisis,
hemos conocido en los últimos días el último padrón de población, que, en el
caso de Castilla y León certifica el desplome demográfico de esta comunidad autónoma.
A 1 de enero de 2014 la población censada en
Castilla y León ha quedado fijada en 2.494.790
personas, que son 25.085 menos que un año antes. No es un dato coyuntural.
Cinco años antes, el 1 de enero de 2009, éramos en esta comunidad 2.563.521. De
una simple resta se deduce que en el último lustro Castilla y León ha perdido
68.731 habitantes, que vienen a ser más que los que residen en la ciudad de
Zamora. Y por segundo año consecutivo han perdido población las nueve
provincias de la comunidad, devolviendo el censo autónómico a los niveles de 2004.
Santa Clara, céntrica arteria de la ciudad de Zamora |
Unas sombrías previsiones que, a tenor de los
datos avanzados por el propio INE sobre el primer semestre de 2.014, llevan
camino de cumplirse inexorablemente. En la primera mitad del presente año hemos
sido la segunda comunidad autónoma con peor saldo vegetativo: 14.532
defunciones frente 8.951 nacimientos. Este saldo negativo, de carácter endémico
debido al alto envejecimiento de la población, no es sin embargo el factor más
preocupante.
El problema es que el desplome demográfico va mucho más allá del simple déficit vegetativo, que el pasado 2013 se concretó en un saldo negativo de 9.680 personas. Si a lo largo del pasado año perdimos 25.085 habitantes, quiere decir que hubo 15.405 que abandonaron la comunidad buscando un porvenir fuera de la misma. Buena parte de esa diaspora la protagonizan los miles de jóvenes que, concluida su formación universitaria, abandonan cada año la comunidad en busca de las oportunidades que aquí no encuentran.
El problema es que el desplome demográfico va mucho más allá del simple déficit vegetativo, que el pasado 2013 se concretó en un saldo negativo de 9.680 personas. Si a lo largo del pasado año perdimos 25.085 habitantes, quiere decir que hubo 15.405 que abandonaron la comunidad buscando un porvenir fuera de la misma. Buena parte de esa diaspora la protagonizan los miles de jóvenes que, concluida su formación universitaria, abandonan cada año la comunidad en busca de las oportunidades que aquí no encuentran.
De hecho,
esos mismos datos avanzado del INE señalan que, con indepedencia del saldo
vegetativo, durante el primer semestre del año han abandonado Castilla y León otros 5.176 habitantes (4.198 con destino a otras comunidades españolas y 978
emigrando al extranjero). Con ello el
número de residentes de Castilla y León se situaría a 1 de julio en 2.484.932, con
lo cual ya serían 78.589 los habitantes perdidos por la comunidad en los
últimos cinco años y medio.
De Santiago-Juárez, consejero de la Presidencia |
Paradójicamente,
dicha Agenda comenzaba negando el riesgo del desplome demográfico que se nos
venía encima. De hecho, partía de la base de que la despoblación era una idea
“cargada de pesimismo” e instalada en el imaginario colectivo a base de “falsos
tópicos” como el envejecimiento colectivo, el abandono del medio rural y la
fuga de jóvenes. Se trataba siemplemente de replantear la estrategia
poblacional desde un “enfoque positivo” plasmado en un conjunto de 118 medidas
a impulsar desde el gobierno autonómico.
Cuatro años
después el invento ha constituido un estrepitoso fracaso. La sangría
demográfica ya es tan urbana como rural, el éxodo juvenil es imparable y el
envejecimiento de la población lleva camino de convertirnos en el mayor geriátrico de Europa. ¿Y que ha hecho la Junta ? Diluir su
responsabilidad, aliándose con otras comunidades autónomas para reclamar del gobierno
central una “Estrategia nacional para el cambio demográfico” que ni está si se
le espera. A partir de ahí la
Junta ha dejado de considerar la despoblación como un
problema endógeno de esta comunidad. Ahora es un “problema de Estado” que debe
afrontar como suyo el gobierno central, en todo caso con la colaboración de la Unión Europea.
Mientras tanto, Castilla y León representa
ahora el 5,33 por ciento de la población española, cuota que en el año 2.008 se
situaba en el 5,48 por ciento. Y ello supondrá que afrontaremos aún en peores
condiciones la próxima revisión del nuevo modelo de financiación autonómica, ya
que -índices correctores al margen- la cuota de población es el dato de partida
a la hora de asignar los recursos estatales a cada comunidad autónoma.
Como no
podía ser de otra forma, el Observatorio Económico de Castilla y León,
dependiente del Colegio de Economistas, ha advertido sobre el problema,
reclamando en su último informe políticas demográficas y activas de empleo que
contengan el éxodo juvenil y frenen el progresivo envejecimiento de la
población. Pero, lejos de asumir la gravedad del desplome demográfico y de ponerse de una vez manos a la obra, la Junta
ha decidido desentenderse con absoluta indolencia del mayor problema estructural de esta
comunidad autónoma.
elblogdepedrovicente@gmail.com
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