lunes, 4 de enero de 2016

Pendientes de Madrid

 A la espera de que se despeje el intrincado horizonte postelectoral, lo cual puede ir todavía para largo, Castilla y León inicia el nuevo año político en medio de una calma chica compartida por todos los partidos, más atentos que nunca a lo que ocurra en Madrid. No en vano, se resuelva como se resuelva la encrucijada -gobierno de uno u otro signo o repetición de las elecciones- el desenlace va a tener repercusiones internas en todo el espectro político.


  Una vez más, Juan Vicente Herrera ha sido el único presidente de comunidad que se ha abstenido de emitir un mensaje de fin de año. En esta ocasión, ni siquiera ha concedido la habitual declaración a la agencia Europa Press, con la que de alguna manera venía supliendo esa ausencia. Desde su relajada comparecencia en la noche del 20-D, no hemos vuelto a saber nada del presidente de la Junta, quién hasta el mes de febrero -en enero no hay sesiones plenarias- no tiene cita en las Cortes.

Juan Vicente Herrera y Luis Fuentes
 Herrera y su gobierno recibieron como regalo de Navidad la aprobación de los Presupuestos de la Junta para 2016, que se han publicado en el BOCYL del 31 de diciembre prácticamente como llegaron al registro del “mausoleo” el pasado 15 de octubre. De hecho, las enmiendas admitidas a cambio de la abstención de Ciudadanos y UPL ni siquiera alcanzan en conjunto los 9 millones de euros, es decir, menos del uno por mil de los 9843 millones en los que la consejera de Economía y Hacienda, Pilar del Olmo, ha cuadrado las nuevas cuentas de la comunidad.

 En realidad, ese regalo navideño, cuya entrega se escenificó el día de la lotería, estaba concedido desde el mes de septiembre, cuando la Junta, gracias a la abstención de Ciudadanos, sacó adelante el llamado techo de gasto. La dádiva se ratificó después en noviembre con la consabida abstención del mismo grupo ante las enmiendas a la totalidad presentadas por la verdadera oposición (PSOE, Podemos e IU). El resto, las enmiendas parciales de Ciudadanos, ha sido una pura pantomima pésimamente representada por su insolvente portavoz, Luis Fuentes, quién, para mayor inri, ha permitido que el único procurador leonesista les comiera la tostada de ser el que rentabilizara políticamente las enmiendas presupuestarias.

 Sabedor que era otra vez coser y contar, a Juan Vicente Herrera no le han quitado ni un minuto de sueño los Presupuestos de la Junta. Tampoco se lo quita nada relacionado con su anodino gobierno, que en estos meses ha sufrido más de un percance, alguno de la gravedad y dimensión de la suspensión de las oposiciones a Enfermería (que han dejado más que tocado al otrora sobrado consejero de Sanidad, Antonio Sáez).

Mariano Rajoy con Martínez Maillo en Benavente
 Desde el día y hora en que decidió no consumar la espantada con la que amenazó tras las elecciones de mayo, lo que de verdad le quita el sueño a Herrera es el próximo congreso autonómico del PP de Castilla y León, a convocar tras el congreso nacional pendiente de celebrar. El motivo es obvio: Después de trece años al frente del partido en la comunidad, en ese congreso autonómico no puede presentarse a una nueva reelección como presidente del PP de Castilla y León. Y con su relevo en la presidencia del partido se dirime al tiempo su futura sucesión la Junta.

 Si dicho relevo se hubiera producido en el anterior congreso, el celebrado en Ávila en mayo de 2012, Herrera hubiera tenido indiscutida autoridad para imponer sin ningún problema a su heredero/a en el partido y eventual sucesor/a en el colegio de la Asunción. Pero ahora la situación es radicalmente diferente. No cuenta con el respaldo de la actual dirección nacional del PP -el propio Mariano Rajoy ya le dejó claro durante su amago de espantada que al sucesor en la Junta lo designa Génova-, ni tampoco con el apoyo de la mayor parte de los presidentes provinciales, que a estas alturas ya no admiten que el todavía presidente autonómico del partido decida por su cuenta quien le sucede en el cargo.

 Este es el peliagudo problema que tiene en ascuas a Herrera: Si Rajoy y la actual dirección de Génova -en especial el vicesecretario de Organización, el zamorano Fernando Martínez Maillo- sobreviven al próximo congreso nacional, el actual presidente autonómico afrontará en minoría el posterior congreso del PP de Castilla y León. Naturalmente, la situación daría un vuelco si Rajoy se ve desalojado de La Moncloa y en el congreso nacional se abre paso una renovación que se lleve por delante a Cospedal, Maillo y compañía. Y no digamos si el sucesor es Alberto Núñez Feijóo, por el que Herrera nunca ha ocultado sus preferencias.

Pedro Sánchez y Luis Tudanca
Así las cosas, el presidente de la Junta habrá de esperar impaciente la salida del laberinto político al que ha conducido las elecciones del 20-D- Impaciente y preocupado, no tanto por la estabilidad y gestión de su actual gobierno, como por la deriva que puedan tomar las dos comisiones parlamentarias de investigación abiertas en las Cortes. 
Quienes conocen mínimamente la pasada gestión de la Junta piensan que en ambas comisiones, la referente a la “trama eólica” y la del escandaloso sobrecoste del Hospital de Burgos, la oposición puede tener sólidos argumentos para exigir la comparecencia de quien presidía el gobierno de la comunidad en el momento de perpetrarse los hechos a investigar. Obviamente, el PP se negaría a dicha comparecencia, pero dicha negativa no haría otra cosa que acentuar la responsabilidad política de Herrera en relación con ambos casos.

 Y otro que lógicamente no puede sustraerse al polvorín en que se ha convertido su partido, es el secretario autonómico del PSOE, Luis Tudanca, quien está haciendo lo imposible por no significarse en la guerra declarada por Susana Díaz a Pedro Sánchez. Pero si no cesan las hostilidades, que no parece, Tudanca no podrá mantener por mucho tiempo su supuesta “neutralidad” y tendrá que retratarse. Ya sea en el congreso federal que reclaman sin dilación los barones alineados con la presidenta andaluza, ya sea en las primarias para designar al candidato/a socialista a la presidencia de Gobierno en el caso, cada vez más probable, de que la situación desemboque en la convocatoria de nuevas elecciones generales.