Centrado el foco informativo en la Comunidad de Madrid, donde el precario gobierno que preside la patética Isabel Díaz Ayuso no se apea del burro ante el gravísimo repunte de la pandemia, la gestión de la crisis en el resto de España está quedando en un segundo plano. Y una cosa es que la crisis sanitaria y política desatada sobre Madrid sea un caso extremo y otra que en otras cuantas comunidades autónomas no sea preocupante, que lo es y mucho, singularmente en aquellas que, simplemente por ser limítrofes, mantienen un alto intercambio diario de viajeros con la metrópoli madrileña.
Alfonso Fernández Mañueco e Isabel Díaz Ayuso |
Una desescalada supeditada a criterios políticos.- Desde que, allá a finales de junio se levantó el estado de alarma y con él se dió por culminada la desescalada, la cifra de muertos por Covid en Castilla y León se ha incrementado en más de 300, aproximándose en estos momentos a los 5.800: cerca de 2.300 fallecidos en los hospitales, otros 1.760 en residencias de ancianos y otra cifra similar a esta última en domicilios particulares. El número de brotes activos en la comunidad se cifraba a fecha de ayer en 368 y se contabilizaban 169 aulas escolares puestas en cuarentena. De lo que se desprende que la incidencia de esta segunda oleada de la pandemia no está siendo cosa menor en Castilla y León.
Aunque no sea la única causa los expertos coinciden en que uno de factores que ha propiciado este fuerte rearme del virus radica en la precipitación con que se abordó en toda España el llamado proceso de desescalada. Y en ese punto procede recordar lo ocurrido en Castilla y León.
La consejera de Sanidad, Verónica Casado, y su tutor y valedor, el vicepresidente Francisco Igea, proclamaron hasta la saciedad que el proceso se atendría a criterios estrictamente epidemiológicos. Y así fué en un principio, justo hasta que, viendo que eramos la comunidad más retrasada y sensible a las presiones de los agentes económicos, el presidente Mañueco se pasó por el forro cualquier otro criterio y anunció unilateralmente el salto de todo el territorio de la comunidad a la fase 1. Tan unilateralmente que tomó dicha decisión a espaldas de la consejera, quien públicamente expresó su “incomodidad” ante dicha imposición presidencial.
Un día antes de que Mañueco se pusiera por montera los requisitos defendidos por Igea y Casado, el secretario del comité de expertos constituido para asesorar a la Junta sobre el Covid-19, Ignacio Rosell, afirmaba que ninguna de las nueve capitales de provincia estaba cerca de cumplir los criterios. De hecho, de haberse mantenido los mismos, ninguna de ellas habría accedido en ese momento la fase 1. Y no fué el único episodio de la desescalada en el que la Junta actuó con criterios descaradamente políticos.
Verónica Casado y Francisco Igea |
Visto lo cual, no parece Mañueco el presidente autonómico con mayor autoridad para poner en cuestión la actuación del ministerio de Sanidad. Entretanto, venimos asistiendo al desmoronamiento del cacareado pacto para la “reconstrucción”, que el vicepresidente de la Junta da por cumplido o en vías de cumplir en un 94,1 por ciento, en tanto que PSOE y Podemos lo consideran manifiestamente incumplido en sus aspectos más fundamentales.
Tres meses después, cuando sigue sin saberse nada acerca del grupo de expertos constituido para abordar una reforma integral del sistema sanitario de la comunidad, se confirma que Igea y Casado persisten en imponer el Plan Aliste, esto es, en su propósito de dejar morir por inanición la inmensa mayoría de los 3.600 consultorios locales de Castilla y León. Y encima pretenden que las Diputaciones provinciales les ayuden en ese desmantelamiento de la sanidad rural.
Nada se sabe tampoco acerca del nuevo modelo de atención residencial imprescindible tras constatar la manifiesta precariedad asistencial de las resdencias de ancianos, donde la pandemia se ha cobrado ya cerca de 2.700 vidas, y ni siquiera se ha dado a conocer aún el informe oficial de la Junta acerca de tamaño desastre, un pretendido sucedáneo de la investigación que debieran haber emprendido las Cortes si el PSOE de Luis Tudanca no hubiera decidido ponerse de perfil ante semejante tragedia.
Villarroel, la apuesta de Arrimadas.- Entretanto, con la complacencia de Mañueco, el atribulado Igea insiste en torpedear el Diálogo Social, utilizando como ariete a la inefable consejera de Empleo, la amiga Ana Carlota, fielmente autorretratada como "la dama de las orquideas"
Gemma Villarroel e Inés Arrimadas |