Objetivo prácticamente cumplido. En noviembre, en pleno repunte de la segunda oleada del Covid-19, la Junta de Castilla y León se apuntó decididamente al carro de "salvar las Navidades", expresión que habría que traducir como "salvar el consumo navideño". Frente a otros que no reconocían un propósito que asociaba la lucha contra la pandemia al falso dilema entre Salud y Economía, el presidente Fernández Mañueco fue sumamente explícito: "Se están tomando medidas duras precisamente para salvar las Navidades, y no solo en el aspecto comercial, sino también en el emocional".
Tras
decretar a finales de octubre el cierre perimetral de Castilla y León
y declarar a comienzos de noviembre el máximo nivel de alerta
sanitaria en todo el territorio de la comunidad, la Junta decretaba
el cerrojazo total de la hostelería, gimnasios y centros comerciales
de más de 2.500 metros cuadrados. Castilla y León se situaba
entonces, 6 de noviembre, a la cabeza del ranking estatal de
incidencia acumulada y el presidente Mañueco activaba ese comité de
sedicentes expertos que aparece y desaparece como el Guadiana para
justificar las fuertes restricciones adoptadas.Manifestación de hosteleros en León
Por aquel entonces la consejera de Sanidad, Verónica Casado, abogaba en el Consejo Interterritorial de Salud por el posible confinamiento domiciliario en la comunidad y advertía de que, si continuaba el ritmo de contagios y el nivel de ocupación de las UCI hospitalarias, Castilla y León se vería obligada a trasladar enfermos a hospitales de otras comunidades. La situación parecía límite y días después Mañueco dirigía una carta al presidente del Gobierno en la que, al tiempo que solicitaba la urgente convocatoria de una nueva Conferencia de Presidentes, abogaba por intensificar las medidas restrictivas para lograr contener la expansión del virus.
Toma de posesión del nuevo arzobispo de Burgos |
Sin embargo, inopinadamente, en menos de una semana la Junta, se ignora si con el beneplácito de los sedicentes expertos, da un giro copernicano y decide iniciar un nuevo proceso de desecalada, sin que fuera óbice ni cortapisa que las nueve provincias continuaran en máximo nivel de alerta y la comunidad en su conjunto encabezando el ranking autonómico de incidencia acumulada.
El levantamiento parcial de las restricciones comenzó por Ávila y Segovia, siguió por León y Salamanca, y se ha extendido desde hoy al resto de las provincias, con la excepción de Burgos capital, que, o mucho me equivoco, o la próxima semana completará el mapa y con ello el objetivo de la Junta de "salvar las Navidades" en Castilla y León. (Puesto que ya lo ha hecho "El topillo", me abstengo de comentar el similitruqui, propio de los mas avezados trileros, con el que el gobierno Mañueco facilitó el pasado sábado la concentración de 250 personas en la catedral burgalesa).¿Acierto o temeridad?.- Ese objetivo se ha visto acompañado por un espectacular descenso de la tasa de incidencia en Castilla y León, que ha pasado de los 730 casos que nos mantenían a la cabeza nacional el pasado 26 de noviembre a los 274 registrados a fecha de hoy. Una evolución sorprendentemente positiva que la Junta no duda en atribuir a su acertada estrategia. A propósito: si el gobierno autonómico se cuelga la medalla cuando la situación mejora, ¿quién ha de hacerse responsable cuando empeora?
El
tiempo dirá si esta estrategia de "salvar las Navidades"
se salda sin consecuencias o está siendo una temeridad que
acarreará la secuela de una nueva oleada del Covid que nos haga aún
más insufrible la cuesta de enero. Entretanto, no cabe duda de que,
amén de un respiro ciudadano, constituye un importante alivio
político para el gobierno Mañueco, al que se le han abierto en este
tiempo dos frentes que han perturbado su plácida trayectoria: el
enorme malestar con la Junta de los sectores económicos
damnificados, especialmente la Hostelería, y la indignación del
personal sanitario, gratuitamente agredido con un infame "decretazo"
presidencial.Mañueco, Igea y Casado en fila india
En su reciente comparecencia ante el pleno de las Cortes, a Mañueco se le notó especialmente preocupado por esos dos frentes, con los que trató inútilmente de congraciarse. Con los hosteleros cometió el desliz de afirmar que el "cerrojazo" de noviembre se produjo de forma consensuada con ellos, afirmación que ha conseguido agudizar aun más su monumental cabreo. A los sanitarios les dedicó unos encendidos elogios que sonaban más falsos que un euro de madera y, aunque anunció que se reuniría con ellos para desbloquear el conflicto, en dos semanas no ha tenido tiempo de hacerlo.
Protesta ante la sede de la consejería de Sanidad |
Pero aunque conozca mejor que nadie quienes fueron los inductores, el personal sanitario atribuye la agresión a quien la rubricó en el Bocyl, y ese no fue otro que el presidente de la Junta en su condición de "autoridad competente delegada". Su dimisión pidieron desde el primer instante y siguen pidiendo en sus movilizaciones. La consejera Casado, cuya figura empieza a resultar patética, y el taimado Igea no le sirven ya de coraza a Mañueco. Ni ante los trabajadores de la Sanidad ni a ante los hosteleros y otros sectores económicos damnificados por la pandemia. El presidente, tan dado a confundirse con el paisaje, ha quedado al descubierto.