jueves, 21 de marzo de 2013

"Extraños entre nosotros mismos"

Que la crisis ha colocado al Estado de las Autonomías en el disparadero, dejando al descubierto los endebles cimientos sociales, políticos y económicos de comunidades como la de Castilla y León, es algo que a estas alturas ya nadie discute. Es evidente que la “burbuja autonómica” ha reventado y con ella las costuras del Estado de las Autonomías, cuyas sobredimensionadas estructuras administrativas y de gasto son de todo punto insostenibles.


 La cuestión es como salir de ese atolladero sin modificar la Constitución –algo que sigue siendo casi tabú, salvo para retocar lo que convenga a Merkel y cía, como ocurrió con la bochornosa reforma exprés de 2011- y sin reabrir tampoco el melón de la configuración territorial, factor éste que añadiría nuevos frente al enrevesado problema. Por eso ha resultado un tanto sorprendente la propuesta con la que hace unos días se ha descolgado el periodista burgalés Fernando González Urbaneja, quien ha planteado como solución para Castilla y León su unión con la comunidad de Madrid.  

Méndez Pozo y González Urbaneja
 La idea como tal resulta disparatada, no solo conceptualmente, sino porque además la Constitución prohibe expresamente la alianza entre comunidades autónomas. Sin embargo, dado que González Urbaneja es un experto analista económico, no hay que echar en saco roto la premisa que le lleva a pensar que la comunidad de Castilla y León es inviable: “Es una comunidad envejecida, imposible, en la que no crece la población (…) Solamente una integración con Madrid puede garantizar el futuro”.Y no lo dice un segoviano o un abulense que piense que a sus provincias les interesa más fortalecer sus lazos con Madrid que mantenerse en una comunidad dispersa y centralizada en Valladolid.
Lo ha dicho, en clave puramente económica, un burgalés de pro dentro de un ciclo de conferencias organizado por la Cámara de Comercio de Burgos, que preside Antonio Miguel Méndez Pozo, quien se ocupó de presentar al conferenciante. Nos quedamos sin saber que pensará sobre esa idea el propio Méndez Pozo, Michel para sus amigos, uno de los principales poderes fácticos de esta comunidad y concesionario, solo o en compañía de otros, de un sinfín de obras y servicios adjudicados por el gobierno que preside el también burgalés Juan Vicente Herrera.

 Por más que se nos quiera vender que Castilla y León ha sido una comunidad modélica que, a diferencia de otras, no ha vivido por encima de sus posibilidades y menos aún ha incurrido en despilfarro, la realidad desmiente esa burda propaganda oficial. Y a veces de forma tan aparatosa como sucedió la pasada semana en Benavente, donde se vino abajo con estrépito -por fortuna de madrugada- la pasarela de los Costos de la Mota alzada hace poco mas de un año por Somacyl, empresa publica creada por la antigua consejería de Medio Ambiente.


Pasarela de los Costos de la Mota (Benavente)
Si afirma el tópico que una imagen vale más que míl palabras, la de la pasarela desmoronada simboliza como pocas la falta de rigor y el derroche con el que han funcionado, y funcionan, la mayor parte de empresas públicas, fundaciones, entes y demás chiringuitos que la Junta llama “sector público” y que en realidad han constituido, y constituyen, una especie de Administración B sin otro fundamento que el de sortear los controles -que tampoco es que sean excesivamente rigurosos- a los que está sometida la Administración A. Todo un pozo negro de gasto y enchufismo, cuando no nepotismo, al que ahora se le está dando un lavado de cara por imposición del Ministerio de Hacienda, que ha exigido la reducción de ese tinglado para aprobar los planes de estabilidad presupuestaria de las comunidades autónomas.

 No es casualidad que entre 2008 y 2011 Castilla y León fuera la comunidad autónoma que más incrementó la deuda de ese llamado “sector publico”, que en dicho periodo se disparó de 54 a 395 millones, nada menos que un 631,5 por ciento. Una deuda que, lejos de reducirse, ha seguido en aumento, alcanzando a 31 de diciembre pasado la cifra de 452 millones. (La deuda total de la comunidad se ha elevado en esa fecha a 7.586 millones, un 38,5 por ciento más que un año antes). Y en ella no se computan obras como la del Hospital de Burgos (mas de 400 millones de euros) o la autovía Segovia-Valladolid (mas de 200), adjudicadas por el llamado “método alemán”, es decir de pago diferido a través de canon anual.


Demetrio Madrid
 Podrían ponerse infinidad de ejemplos de que Castilla y León también ha sucumbido a los “delirios de grandeza”. Por citar solo alguno, ahí está la misma sede de su Parlamento, toda una desmesura de edificio solo superado en tamaño y sobrecoste por el hospital antes citado. Por no hablar del cercano centro cultural “Miguel Delibes” o del edificio de la Consejería de Economía en Arroyo de la Encomienda, cuyo origen, nudo y desenlace ha constituido ciertamente toda una “solución empresarial”.

 Todo esto en una comunidad sobre la que su primer presidente, Demetrio Madrid, que es de los que creyó y cree en ella, dice 30 años después que “aún tenemosque dejar de ser unos extraños entre nosotros mismos”. Tal vez eso lo explica todo, incluso propuestas como la de Urbaneja.