lunes, 28 de noviembre de 2016

La "regeneración" según Ciudadanos

  Irrumpieron en la escena política como paladines de una regeneración democrática que saneara la vida pública española, gravemente enferma de una arteriosclerosis bipartidista caldo de cultivo de un irrespirable clima de corrupción. El apóstol de esa nueva política era el atildado Albert Rivera, un líder aparentemente sin mácula (si se exceptúa, la de sus oscuros socios en la coalición Libertas) que pasaba como el yerno ideal para cualquier madre con una hija en edad de merecer.


Albert Rivera
 Con el tiempo Ciudadanos ha ido desnudándose casi tanto como lo hizo el propio Rivera en aquella exitosa campaña electoral (año 2006) en la que el partido naranja consiguió abrirse hueco en el Parlamento de Cataluña. Tras las elecciones del pasado 20 de diciembre, no dudó en  embarcarse con el PSOE de Pedro Sánchez en un viaje que no llegaría a ninguna parte. Bueno sí, a las elecciones del 26 de junio, en cuya campaña electoral Rivera no se cansó de repetir que jamás apoyaría una investidura de Mariano Rajoy, a quién él y su partido consideraban, no sin razón,  incompatible con la cacareada regeneración democrática.

 Y ya ven donde estamos. Con Rajoy de nuevo presidente gracias al voto a favor de los 32 diputados de Ciudadanos. No será en Castilla y León donde haya sorprendido ese matrimonio de conveniencia, estimulado por el pánico de Rivera a unas terceras elecciones. En esta comunidad el compadreo y chalaneo empezó nada más concluir las elecciones autonómicas y municipales de 2015, tras las cuales, aparte de inhibirse para que el PP siguiera gobernando las alcaldías de León, Burgos, Salamanca, Palencia y Ávila, firmó un “acuerdo de investidura y por la gobernabilidad de Castilla y León” mediante el cual Juan Vicente Herrera volvió a ser reelegido presidente de la Junta después de llevar 14 años en el cargo.(En La Rioja el partido naranja se jactó de haber obligado al PP a jubilar al hasta entonces presidente, Pedro Sanz, recolocado después en una vicepresidencia del Senado)

  Desde entonces, el entreguismo de Ciudadanos hacia el PP de Castilla y León ha sido tan manifiesto como impúdico. De entrada, al contrario que en otras comunidades, facilitó la investidura sin exigir el cese de los seis altos cargos, seis, entonces imputados -hoy se dice investigados- por el turbio caso de la Perla Negra y los terrenos del polígono de Portillo. (No solo ninguno fue removido de su cargo, sino que uno de ellos, Carlos Martín Tobalina, ha sido ascendido a viceconsejero a propuesta de Pilar del Olmo, la consejera de Economía y Hacienda).

Juan Vicente Herrera y Luis Fuentes
De aquel acuerdo de 30 puntos, que tenía lagunas y agujeros por todas partes -por ejemplo no contemplaba una composición plural de la Mesa de las Cortes ni la reforma del Reglamento de la Cámara-, trae cuenta esa chapucera Ley del Estatuto de Altos Cargos de la Junta que acaba de perpetrarse exclusivamente con los votos de los mismos contratantes. Una Ley aberrante por doquier desde muchos puntos de vista, comenzando por el de su técnica legislativa, en el que los asuntos más importantes se despachan a través de disposiciones adicionales o finales. Es el caso, sin ir mas lejos, de la limitación a ocho años del mandato del presidente de la Junta, que naturalmente no será de aplicación hasta 2019, año en el que Juan Vicente Herrera, si nada lo remedía, abandonará la Junta después de haber permanecido 18 años ininterrumpidos en el Colegio de la Asunción.

 Aunque sea en diferido, al menos esa es una limitación, no como la establecida para los consejeros de la Junta, que lo es tan solo para permanecer al frente de una misma consejería. De tal guisa que, con el bodrio aprobado, basta con cambiar cada ocho años de  consejería, para que la misma persona pueda empalmar hasta 72 años siendo consejero o consejera de la Junta. (De momento va en cabeza la citada Del Olmo, consejera desde 2003).

Y al haber fracasado la artera enmienda pactada en secreto con el portavoz del grupo popular, Ciudadanos también acepta que los procuradores que a la vez son alcaldes de municipios de mas de 20.000 habitantes -el de Salamanca, Mañueco, y el de León, Silván- compatibilicen tranquilamente ambos cargos hasta 2019. Paradójicamente, ellos mismos obligaron a uno de sus procuradores, el burgalés José Ignacio Delgado, el bueno de “Pocholo”, a renunciar a la alcaldía de Caleruega, y ello pese a ser uno de los dos únicos miembros de su grupo no liberados con dedicación exclusiva a cargo de las Cortes. No busquen en ninguna web oficial de Ciudadanos dichas retribuciones parlamentarias, que oscilan entre los 94.205 euros brutos/año que perciben el portavoz, Luis Fuentes, y la secretaria tercera de la Mesa de la Cámara, Belén Rosado, y los 89.885 que cobra el portavoz adjunto, David Castaño. 

Inauguración de la sede autonómica de Ciudadanos
No es solo que acepten semejante remedo de regeneración y además en diferido, es que se permiten presumir de ella -o por la perversa regulación del “whitleblowind”-, como acaba de hacer el inefable Fuentes durante la inauguración de la sede autonómica del partido naranja. Sede, dicho sea de paso, sufragada, como las de los demás partidos, con la subvención oficial que reciben de las Cortes (en el caso de Ciudadanos 20.150 euros mensuales) todos los grupos parlamentarios.

 El pasado año la abstención de los procuradores naranjas permitió a la Junta sacar adelante tanto el techo de gasto como el posterior Presupuesto de la Comunidad para 2016. Y con toda probabilidad volverá a repetirse la historia este año, entre otras cosas porque, tras gastar su bala de oro en la investidura, el apoyo de Ciudadanos ni siquiera es imprescindible para el PP, que, llegado el caso, puede encontrar en el procurador de la Unión del Pueblo Leonés el voto favorable o la abstención necesaria para salir de cualquier apuro.

 Pero volviendo a la regeneración democrática, materia en la que la impostura del PP, y en particular de Juan Vicente Herrera, ha sido siempre de un descaro superlativo, Ciudadanos ha conseguido el más difícil todavía: Blanquear una mercancía averiada que, no solo no regenera nada, sino que amplia aún más los elevados margenes de arbitrariedad y opacidad con el que se viene gobernando esta comunidad autónoma desde 1987. Y encima tienen la desfachatez de sentirse orgullosos de ello…