lunes, 27 de marzo de 2017

El PP y su travesía entre el antes y el después

Formaba parte del guión que, una vez dirimida la contienda de las primarias, el PP de Castilla y León afrontara el congreso del 1 de abril escenificando un cierre de filas en torno al que va a ser proclamado su nuevo presidente. Aunque sea una unidad impostada, el rotundo pronunciamiento de la militancia ha facilitado esa pretendida piña en torno a Alfonso Fernández Mañueco.


Antonio Silván felicita a Alfonso Fernández Mañueco
 El primero en entenderlo ha sido Antonio Silván, renunciando a ese “acuerdo de caballeros”, según el cual el perdedor tendría reservada la secretaría autonómica del partido, convirtiéndose en el número dos del organigrama. Un pacto “contra natura”, impuesto en el último momento por Juan Vicente Herrera, que tras los resultados carecía de sentido y resultaba contraproducente para la necesaria cohesión interna del partido.
Silván ha entendido perfectamente que el nuevo presidente debe disponer de manos libres para constituir un equipo de su plena confianza que integre el nuevo Comité de Dirección, esa especie de permanente de un Comité Ejecutivo lo suficientemente amplio para que tirios y troyanos tengan cabida.

  En un partido tan marcadamente presidencialista como el PP, Fernández Mañueco se ha ganado en las urnas el derecho a conformar una nueva cúpula directiva que presumiblemente se va a parecer muy poco a la que agota ahora su mandato. Y que será la encargada de proyectar al PP hacia las elecciones autonómicas y municipales de 2019.

 Impuesto el cierre de filas, el congreso del próximo sábado va a ser el de las aclamaciones. Tras los continuos quebraderos de cabeza que les ha proporcionado en los últimos tiempos Castilla y León, Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal han decidido sumarse a la escenificación de ese final feliz.

Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy
 Tras 15 años en la presidencia del partido, Juan Vicente Herrera será elevado a los altares en loor de multitudes. Los 1.219 compromisarios y los invitados acompañarán su despedida del mando orgánico prorrumpiendo en  una estruendosa ovación. Y no menos apoteósica será la proclamación de Fernández Mañueco, que será aclamado primer presidente autonómico del partido legitimado con el voto de la militancia. Un triunfalismo en el que todos proclamarán a los cuatro vientos que el partido sale más unido y fortalecido que nunca.

Pero la bicefalia no es la de Mañueco y Silván, quién se retira a su cuartel de invierno en León, donde probablemente opte a la presidencia provincial del PP, una asignatura que tenía pendiente antes de sobrevenir el proceso de primarias autonómicas. La bicefalia es la del nuevo presidente del partido y la de Juan Vicente Herrera, quién, si no decide otra cosa, seguirá presidiendo la Junta hasta las elecciones del 2.019. Una cohabitación extremadamente delicada después de que el segundo hiciera luz de gas al primero en la batalla interna librada con la cúpula nacional del PP sobre una sucesión en el partido que lleva implícita -eso nadie lo duda- la candidatura a la presidencia de la Junta.

 El partido y la Junta ya no pueden ser compartimentos-estanco, como en buena parte ha sucedido hasta ahora, originando una sima que ha resultado clave en el resultado de las primarias. Su principal vaso comunicante es el grupo parlamentario de las Cortes, que hasta ahora ha venido actuando como un mero apéndice de la Junta, limitándose a acatar y ejecutar las órdenes dictadas directamente por el consejero de la Presidencia y ahora vicepresidente, José Antonio de Santiago-Juárez. Precisamente el primero en romper la neutralidad del gobierno Herrera en las primarias, al manifestarse a favor de Silván. 

Juan Vicente Herrera y José Antonio de Santiago-Juárez
 La primera gran novedad de la bicefalia es que, en aplicación de los Estatutos, a partir de la próxima semana el presidente del grupo parlamentario popular pasa a ser Fernández Mañueco. Un grupo que, conforme a la ponencia de Reglamento, “atendrá su actividad política a las instrucciones que emanen de los órganos de gobierno del partido”.

Es decir, que los procuradores del Partido Popular -que por cierto perciben una asignación fija mensual con cargo a la subvención del grupo- dejan de ser ese apéndice que han sido de la Junta para actuar siguiendo las pautas marcadas por la dirección del partido. Significa que el mencionado De Santiago-Juárez, que a la llegada de Silvia Clemente a la presidencia de las Cortes dejó de controlar la Mesa de la Cámara, a partir de ahora tampoco podrá seguir manejando el grupo parlamentario.

 Este trasvase de poder supone un nuevo statu quo en la relación entre el partido y la Junta, una nueva correlación que obliga a mantener una estrecha coordinación entre Mañueco y Herrera. So pena, claro está, de que el gobierno autonómico vaya por un lado y el grupo que lo sustenta por otro, lo cual supondría una fractura institucional de consecuencias imprevisibles.

De ahí que desde su propio entorno se llegue a poner en duda que Herrera llegue a agotar un mandato que le puede resultar muy incómodo después de 16 años ejerciendo el poder sin someterse a ningún tipo de condicionamiento de partido. En realidad, llegados a este punto nada tendría de particular que el actual presidente de la Junta se echara a un lado más pronto que tarde, acortando el periodo de esa bicefalia y permitiendo que Mañueco afronte las elecciones de 2019 desde la plataforma que proporciona el hecho de presidir el gobierno de la comunidad.

 Si no lo hace no será ni por falta de ganas ni por la dificultad política de afrontar una nueva investidura, algo que se solventaría sin mayor problema revisando al alza el acuerdo suscrito en su día con Ciudadanos. El problema es otro: la resistencia del herrerismo a perder unas poltronas y privilegios que pueden quedar a la intemperie si hay relevo en el Colegio de la Asunción.