Nadie se había atrevido a aventurar un resultado como el que
ha deparado las primarias que por primera vez en su historia ha celebrado el
PP de Castilla y León. Además de constituir un proceso inédito, el mismo ha
estado sometido a un calendario exprés y a unos requisitos de participación -obligatoriedad
de inscribirse previamente y de estar al día en el pago de las cuotas- cuya
aplicación ha resultado problemática y, en el caso de la provincia de León, especialmente
conflictiva.
La existencia de dichos requisitos,
establecidos en los Estatutos aprobados en el pasado congreso nacional, ha dejado
al descubierto el monumental engorde artificial del número de afiliados al
partido en Castilla y León. En realidad, de ese supuesto censo superior a los
50.000, poco más de un diez por ciento del mismo estaba al corriente de sus
cuotas. Un porcentaje que apenas ha sobrepasado el 13 después de la atropellada
carrera emprendida en las sedes para regularizar las cuotas y poder participar
en la votación.
Fernández Mañueco en la sede del PP de Salamanca |
Además de barrer en su feudo salmantino (97,5 por ciento), el hasta ahora secretario autonómico se imponía con gran amplitud en Segovia (87,03), Zamora (84,92), Ávila (77,71), Burgos (74,56) y Soria (63,61 por ciento). Y por un ajustado margen, también en Valladolid, donde sumó 760 votos frente a los 701 del alcalde de León. Antonio Silván tan solo vencía claramente en León, con 482 votos (71,61), viendo como su rival le arañaba 189 votos en su propio feudo. Y Palencia era la segunda provincia que se inclinaba por el leonés, al concederle el 54,35 por ciento de los votos.
Analizamos
aquí la pasada semana que el mano a mano entre Mañueco y Silván era producto
del cisma existente entre dos corrientes del PP de Castilla y León que se han ido
haciendo irreconciliables. El origen del conflicto no es otro que el distanciamiento entre la Junta
y amplios sectores del partido, incluidas varias direcciones provinciales, que se
han sentido ninguneadas, cuando no maltratadas, por el propio gobierno de la
comunidad. Pese a que el presidente de la Junta y del PP era el mismo,
Juan Vicente Herrera ha venido gobernando sin contar con el partido, donde
nunca se han debatido y decidido las políticas de la
comunidad.
El propio Herrera reconocía ante la Junta Directiva regional celebrada el pasado 24 de marzo que había concentrado todo
su tiempo en las tareas de gobierno, razón por la cual “no he dedicado al partido ni a sus direcciones provinciales la atención y el tiempo que
merecen y necesitan”. La falta de articulación entre la estructura de
partido y la gestión de la Junta
viene de muy lejos. Ya se puso de manifiesto con ocasión del fallido proceso de
fusión de las Cajas de Ahorro, que la
Junta pactó por arriba con el PSOE sin contar con la
aquiescencia de las direcciones provinciales concernidas, que no aceptaron el
trágala y actuaron por su cuenta con el resultado por todos conocido.
Antonio Silván votando en la sede del PP de León |
Fuerte voto de castigo a la Junta.- Ese creciente
descontento en el seno del PP con el gobierno de Juan Vicente Herrera, en
particular con el prepotente entorno más próximo al presidente, explica sin duda el
contundente resultado de estas primarias. En gran medida se votaba entre
partido y Junta. Entre un candidato, Fernández Mañueco, en sintonía con la
dirección nacional y caído hace tiempo en desgracia ante Herrera, y otro
candidato, Antonio Silván, que sin estar en estos momentos en la Junta , era el preferido del
presidente para su sucederle tanto al frente del PP como en la candidatura a la
presidencia de la Junta.
Esta percepción de ambos candidatos ha
determinado el resultado. Fernández Mañueco ha capitalizado ese malestar de las
bases del PP con la Junta ,
que, a tenor de los resultados, era mucho mas acusado de lo que se presumía, al
punto de extenderse a siete provincias, incluida Burgos, cuna de Herrera, y
Valladolid, donde los pronósticos se inclinaban por una victoria del alcalde de
León. Al resultado en Palencia no es ajeno el hecho de que tres de los nueve
consejeros de la Junta
sean palentinos y uno de ellos, Carlos
Fernández Carriedo, además
presidente provincial del partido.
Silván se ha visto penalizado precisamente por
ser percibido por el candidato oficioso de Juan Vicente Herrera, lo que ha
supuesto para él un handicap insalvable ante una militancia mayoritariamente
descontenta con la Junta. Y
flaco favor le ha supuesto el apoyo público recibido por parte del
vicepresidente De Santiago-Juárez, y
de consejeras como Pilar del Olmo, o de la ex vicepresidenta Rosa Valdeón. Unos apoyos que por otra
parte comprometían la pretendida neutralidad del presidente saliente y en nada
favorecen el nuevo escenario de la obligada cohabitación. El verdadero perdedor
de las primarias no es Silván, a priori un buen candidato lastrado por haber
sido adoptado como delfín de Herrera, sino el presidente de la Junta, que no era consciente
del fuerte rechazo que su gobierno suscita dentro de su propio partido.
Del Olmo, De Santiago-Juárez y Herrera en las Cortes |
Entre llamamientos a la unidad y a un cierre de filas a modo de conjuro de los malos augurios de la bicefalia, Mañueco será proclamado nuevo presidente del partido -y con ello candidato “de facto” a la presidencia de
El 2 de abril comenzará la delicada
cohabitación entre el nuevo presidente del partido -que automáticamente pasa a
serlo también del grupo parlamentario de las Cortes- y un presidente de la Junta con fecha de
caducidad. El primero necesita hacer valer el papel y la participación del PP
en las políticas de la comunidad, y el segundo tendrá que asumir que no puede
seguir actuando desde la Junta
bajo el principio absolutista “El partido soy yo”, parafraseando la frase de
Luis XIV sobre el Estado francés.
Ahora el partido tiene otro líder y no es precisamente el que él hubiera deseado. A priori, el campo a transitar por el PP hasta las elecciones de 2019 aparece sembrado de minas y con resentidos sin nada que perder dispuestos a detonarlas. La cohabitación dependerá de la voluntad y capacidad de ambos presidentes para desactivarlas.
Ahora el partido tiene otro líder y no es precisamente el que él hubiera deseado. A priori, el campo a transitar por el PP hasta las elecciones de 2019 aparece sembrado de minas y con resentidos sin nada que perder dispuestos a detonarlas. La cohabitación dependerá de la voluntad y capacidad de ambos presidentes para desactivarlas.