Más allá de la avalancha de políticos nacionales que se han dejado ver por Castilla y León y del positivo en Covid de Francisco Igea, el primer fin de semana de campaña oficial ha discurrido bajo el influjo de los diversos sondeos de opinión que dibujan una recomposición de las Cortes en la que las minorías pueden tener un papel decisivo en la gobernabilidad de esta comunidad autónoma. Y no me refiero al polémico barómetro del CIS, que sitúa al PSOE como primera fuerza en intención de voto, sino a otra serie de encuestas que coinciden en alejar al PP de la mayoría absoluta (41 escaños) que rozaba en los sondeos difundidos nada más convocarse las elecciones del 13-F.
Mañueco y Ayuso durante un desayuno en Madrid |
Deslumbrado por el fenómeno electoral de Isabel Díaz Ayuso, el presidente Fernández
Mañueco, decidió emprender, en comandita con Pablo Casado, esta huida hacia adelante confiando en repetir el
resonante triunfo de la presidenta madrileña, quien, a diferencia de él, no se
inventó la moción de censura que pretendía desalojarla de la Puerta del Sol.
Pero, como se ha escrito ya por más de un analista, se está constatando algo
tan evidente como que Castilla y León no es Madrid ni Mañueco goza del carisma
político de Ayuso.
Pablo Casado, de canpaña en Segovia |
Gobernar en solitario como lo hace Díaz Ayuso,
sin acuerdo estable con ninguna otra fuerza, resultaría inviable en el
escenario que diseñan esas encuestas, que atribuyen entre 27 y 29 escaños al
PSOE, entre 9 y 10 a Vox y otra decena repartida entre un mínimo de cinco
minorías (Unidas Podemos, Unión del Pueblo Leonés, Ciudadanos, Soria ¡ya! y Por
Ávila), que pueden ser seis si alguna de las candidaturas de la España Vaciada
se cuela en el reparto.
El peliagudo dilema del PP.- En esa tesitura, Mañueco tendría básicamente dos opciones:
Pactar con Vox o buscar entre las minorías los apoyos que necesita, tanto para
ser investido presidente como para gobernar con una mínima estabilidad. La
primera opción comportaría un gobierno de coalición con la formación ultraderechista,
cuyos dirigentes no se cansan de repetir que no prestarán su apoyo al PP si no
es a cambio de entrar en la Junta. “Es el
momento de entrar en los gobiernos y de ejecutar nuestros programas”, ha
reiterado al respecto Rocío Monasterio.
Igea, confinado en su domicilio |
Tampoco tendrá
fácil el PP obtener el favor de los dos o tres procuradores que los sondeos
atribuyen a los leonesistas, a los que en ocasiones ha equiparado con los
secesionistas catalanes, y no digamos el del XAV, con el que su relación ha
acabado como el rosario de la aurora. Y queda por ver qué actitud adopta “Soria
¡ya!”, que irrumpe como primera fuerza política en la provincia.
El CIS alienta la esperanza socialista.- Este es el peliagudo dilema que se les presenta a Mañueco y Casado en el caso de que los referidos sondeos estuvieran atinados. Y ni pensar quieren ambos en la catástrofe -ciertamente improbable- de que el que acertara fuera el barómetro del CIS de denostado Tezanos, según el cual el PP y Vox no sumarían mayoría absoluta, cálculo supeditado a que Ciudadanos logre, contra todos los demás pronósticos, mantener un 7,9 por ciento de porcentaje de voto. Solo en este caso, el PSOE de Luis Tudanca podría repetir como primera fuerza política con opción de gobernar si consigue reunir los apoyos necesarios entre las formaciones minoritarias.
Sánchez y Tudanca durante un mitin en Zamora |
Aun descartando este último escenario, en el
PP se han desatado los nervios al percatarse de que su órdago electoral no está
siendo el paseo triunfal que Mañueco y Casado imaginaban. Sea porque su relato
para justificar el adelanto no ha resultado mínimamente creíble, sea porque precipitaron
la convocatoria sin sopesar la situación de pandemia (alrededor de 300.000
nuevos contagios en Castilla y León en lo que llevamos de sexta ola), sea
porque tampoco midieron la caída de la participación en unas elecciones que por
primera vez no se celebran al rebufo de las municipales.
Si a ello se añade que el CIS sitúa en un 26
por ciento el porcentaje de indecisos, la campaña electoral cobra un papel muy
relevante ante un escrutinio en el que el último escaño a asignar en cada una
de las nueve provincias puede caer de un lado o de otro por un puñado de votos.
Casado, expuesto a un tropezón.- Estaba previsto
de antemano que Pablo Casado se volcara en unas elecciones instrumentalizadas desde
Génova al servicio de su carrera electoral hacia La Moncloa. Lo que no estaba en
sus cálculos era que tuviera que volcarse para evitar un fracaso o una victoria
pírrica muy alejada de la de Ayuso y por tanto muy contraproducente para esas
aspiraciones. Como también lo sería pasar por las horcas caudinas de compartir
por primera vez en España un gobierno con la ultraderecha.
Camión electoral de Unidas Podemos |
De ahí que Casado vaya a multiplicarse por
Castilla y León durante toda la campaña como si fuera él el candidato a la
Junta, y que el PP, en un intento de atajar la sangría de votos hacia Vox, haya
echado mano incluso de José María Aznar, un expresidente con tal desapego
hacia esta comunidad autónoma que ni
siquiera se ha dignado en recibir la
Medalla de las Cortes que le fue concedida en 2008.
Y desmintiendo a quienes afirmaban que iba a
pasar de puntillas por estas elecciones, no lo verá tan mal Pedro Sánchez cuando estuvo el sábado
en Zamora y visitará León y Soria antes de cerrar la campaña socialista en
Valladolid. Unidas Podemos, al alza en todos los sondeos, tampoco ocultará al
ministro Alberto Garzón y espera contar con la
vicepresidenta Yolanda Díaz. Con el
viento muy a favor, la plana mayor de Vox, con Abascal al frente, seguirá “sembrando” por todas las provincias, y
habrá que ver como recompone su campaña C´s tras la cuarentena de Igea. Hasta
el día 13 esto va a ser un hervidero político. Después, puede que un mercado
persa.
(Publicado en elDiario.es Castilla y León