El líder de Vox, que califica de “piso piloto” la presencia de su partido en la Junta, redobla sus exigencias al PP, aparca la investidura y pone contra las cuerdas a Fernández Mañueco
Probablemente, Alfonso Fernández Mañueco pensó que una
de las ventajas de gobernar con Vox iba a ser que su nueva pareja de hecho era
un yogurín recién aterrizado en política, Juan
García-Gallardo, sin el colmillo retorcido del anterior vicepresidente, Francisco Igea, quien le trajo por el
camino de la amargura durante la anterior Legislatura.
Craso error. Formalmente, García-Gallardo está
nominado a la vicepresidencia, pero su cometido será el de un mero edecán
político de Santiago Abascal, quien
desde el primer momento comanda desde Madrid la operación “piso piloto”, tal
como él ha calificado el pacto por el que su partido accede por primera vez a
un gobierno autonómico.
No es que no se fíe de la inexperiencia de
García-Gallardo, al que efectivamente todo esto le viene enorme. Es que Abascal
ha decidido asumir personalmente su apuesta por convertir el pacto PP-Vox en
Castilla y León en un banco de pruebas con vistas a las próximas elecciones
andaluzas y a las autonómicas y municipales de 2023.
El pasado 23 de febrero, día en el que sendas
delegaciones de ambos partidos iniciaban las negociaciones en Castilla y León,
sorprendió la asimétrica fotografía en la que aparecían cuatro representantes
del PP del máximo nivel, con Fernández Mañueco, a la cabeza, y tan solo dos de
Vox, García-Gallardo y David Hierro, el procurador electo por
Palencia. La foto era engañosa. Según desveló después elDiario.es CyL, tras retirarse los
gráficos se incorporó de tapadillo a la reunión Kiko Méndez-Monasterio, asesor de cabecera y enviado especial de
Abascal para la ocasión. Y Méndez-Monasterio, un ultra condenado en sus tiempos
jóvenes por una agresión a Pablo
Iglesias, fue de hecho el que llevó la voz cantante durante esa reunión, de
la que inmediatamente dio cuenta al presidente nacional.
Como fuera que después el PP ralentizó la
negociación en su fallida maniobra de escamotear a Vox la presidencia de las
Cortes, Abascal decidió entrar en contacto directo con Mañueco, con el que
concertó un discreto encuentro en Madrid. La cita tuvo lugar el sábado 5 de
marzo en un reservado del restaurante “Beker 6”, donde, entre plato y plato,
ambos constataron la voluntad de acuerdo y se emplazaron como interlocutores
garantes de la alianza.
Pero Mañueco no se apeó del burro de hacerse
con la presidencia de las Cortes sin contar con los de Abascal, y en la víspera
del pleno de constitución de la Cámara se encontró con el ultimátum de
García-Gallardo: O había acuerdo sobre la Mesa, con la presidencia y una
secretaría para Vox, o tampoco lo habría para la investidura, y allá cada cual
si el desencuentro propiciaba la repetición electoral. Ni que decir tiene que
la amenaza partía de Abascal, con quien Mañueco se puso en contacto a primera
hora de la mañana del 10 de marzo para aceptar las exigencias de Vox y redactar
deprisa y corriendo el “Acuerdo de Legislaura” presentado al término de la
sesión que eligió a Carlos Pollán
como nuevo presidente de las Cortes y a Fátima
Pinacho como secretaria tercera de la Mesa.
Abierta la caja de los truenos
Por si tenía alguna duda,
Mañueco comprobaba ese día que Abascal se había erigido en el “primo de
Zumosol” que dicta la estrategia y supervisa cada paso de su partido con
respecto al pacto en Castilla y León. Lo que no sospechaba el presidente de la
Junta en funciones es que su socio de gobierno se descolgara después con un
conjunto de nuevas exigencias que han dejado en el limbo el pacto inicial que daba
luz verde a la investidura.
De acuerdo con dicho pacto, lo único que
quedaba por concretar eran las tres consejerías que asumiría Vox en el gobierno
de coalición. Pero ese no ha sido el mayor problema: Agricultura, Industria y
Cultura han sido las elegidas de mutuo acuerdo. La caja de los truenos se ha
destapado cuando Vox ha reclamado competencias que justifiquen la existencia y
el sueldo de la insólita vicepresidencia “sin cartera” asignada a
García-Gallardo.
Para sorpresa del PP, el
edecán, que declinó ser el Portavoz de la Junta, pretende sin embargo hacerse
con la Dirección de Comunicación, funcionalmente adscrita al propio presidente,
así como con la presidencia de la comisión de secretarios generales, el órgano
que filtra semanalmente los asuntos que llegan al Consejo de Gobierno. Y ante
la negativa de Mañueco a ceder dichas competencias, la reacción de Abascal ha
sido doble: A través del presidente de las Cortes ha congelado la convocatoria
del pleno de investidura y ha puesto sobre la mesa nuevas condiciones que no
figuraban en el “Acuerdo de Legislatura” rubricado el 10 de marzo.
Vox, que no se fía del PP y mucho menos de
Mañueco, exige ahora que se detalle previamente por escrito toda la estructura
y organigrama del nuevo gobierno, poniendo negro sobre blanco donde queda
localizada hasta la última competencia. Y al mismo tiempo quiere ampliar el
pacto inicial para dejar atados asuntos como la derogación de la vigente Ley
autonómica sobre la Violencia de Género y la del decreto sobre Memoria
Histórica, normativas a la que no se hacía referencia en el parco documento
firmado el pasado día 10. Y solo falta que las competencias de Empleo no
cambien de ubicación y Vox se encargue de enterrar el Diálogo Social, otrora
seña de identidad del PP, que lo elevó también a rango de ley.
Todo ello ha puesto de los
nervios al presidente de la Junta en funciones, que pretendía superar la
investidura y nombrar su nuevo gobierno antes de que este viernes comience en
Sevilla el congreso que aclamará a Alberto
Núñez Feijóo como nuevo presidente nacional del PP. Y así debiera haber
sido si el presidente de las Cortes, que el pasado 18 de marzo firmó el escrito
que propone a Fernández Mañueco como candidato a la investidura, no estuviera
demorando sin justificación alguna la convocatoria de la correspondiente sesión
plenaria. Pollán aduce que “está a la espera de que Vox y el PP le comuniquen que
han cerrado el acuerdo”, argumento que no se sostiene, ya que el presidente de
la Cámara no tiene que guardar ninguna espera de ese tipo y, salvo renuncia
expresa del candidato propuesto, su obligación es activar la convocatoria del
pleno sin la menor demora.
Mañueco, atrapado en la boca del lobo
La realidad es que Abascal ha
detectado la debilidad política de Mañueco y, valiéndose del servilismo de
Pollán, ha decidido sacarle hasta la hijuela, sin pararse en barras en su
objetivo de convertir Castilla y León en laboratorio y escaparate nacional de
Vox.
Poco importa a estos efectos que su partido no
disponga dentro de la comunidad de banquillo propio para dotar con solvencia
política y técnica la nómina de altos cargos que le corresponde cubrir en la
Junta. Eso es lo de menos en una formación que reniega del Estado de las
Autonomías. Llegado el momento, el “piso piloto” acogerá a un nutrido comando madrileño
de la estrecha confianza de Abascal que desembarcará en Valladolid pese a no
tener el menor vínculo con Castilla y León.
A diferencia de Núñez Feijóo, que se resiste a
avalar un pacto cada vez más humillante, Abascal se
ha arrogado el papel de “copresidente” de la Junta en la sombra. Y no
solo se ha sacado de la manga nuevas y leoninas exigencias, sino que advierte
que a Vox “no le temblará el pulso para abandonar la Junta si el PP incumple
los acuerdos alcanzados para gobernar en coalición”. A este punto ha llegado la
desconfianza entre ambas partes.
¿Hasta dónde y hasta cuándo
piensa seguir tensando la cuerda Abascal, a quien le trae al pairo que esta
comunidad autónoma lleve con un gobierno en funciones desde el pasado 20 de
diciembre y desde el 1 de enero con unos Presupuestos prorrogados que limitan
la capacidad de maniobra para afrontar los retos de Castilla y León?
Pues hasta que Mañueco, atrapado en la boca
del lobo, pase por sus horcas caudinas. Su única escapatoria sería que la situación
se enquiste y Feijóo se vea obligado a salir al rescate, bien para parar los
pies a Abascal, bien para romper tan humillante pacto con la extrema derecha y
replantearse la situación sin su concurso. En evitación de una repetición electoral
que solo beneficiaría a Vox, queda la opción de intentar sacar adelante la
investidura mediante una abstención pactada con el PSOE que permita gobernar al
PP en minoría hasta volver a adelantar las elecciones autonómicas para hacerlas
coincidir de nuevo con las municipales. De no ser así, la presidencia de la
Junta va a ser un infierno para Mañueco.
(Publicado
en elDiario.es Castilla y León)