lunes, 19 de marzo de 2018

La alternativa de un gobierno "a la cántabra"

 Aunque eso de que la política hace extraños compañeros de cama lo patentó para la historia Winston Churchill, en realidad es algo tan antiguo como la democracia misma. Si a los siempre posibles pactos de conveniencia, añadimos la alta volatilidad que registra la política española desde que el bipartidismo (PP-PSOE) entró en crisis e irrumpieron los entonces llamados emergentes (Podemos y Ciudadanos), conviene ser extremadamente cautos a la hora pronosticar cualquier futurible político.


Hace un año, cuando el PP de Castilla y León convocó elecciones primarias para elegir nuevo presidente, se daba por supuesto que el ganador de las mismas, además de asumir el mando orgánico del partido, sería el nuevo candidato del partido a la presidencia de la Junta y, por ende, el futuro inquilino del Colegio de al Asunción. Por ende porque, siendo muy remota la posibilidad de que el PP recuperara la mayoría absoluta en las Cortes, no se dibujaba en el horizonte ninguna alternativa de gobierno viable al margen del partido que gobierna la comunidad autónoma desde hace 30 años (exactamente desde el 27 de julio de 1987, fecha en la que José María Aznar fue investido presidente de la Junta).
 
Sánchez y Rivera el día que firmaron el "pacto del abrazo"
Constatado hace tiempo que Ciudadanos y Podemos son como el agua y el aceite, un eventual tripartido constituido entre ambos y el PSOE resultaba pura quimera, quedando descartada cualquier posibilidad de alternancia política. Alfonso Fernández Mañueco, el candidato oficioso de Génova y ganador por goleada de las primarias disputadas a Antonio Silván, candidato oficioso de Juan Vicente Herrera, se convertía en indiscutible favorito para heredar el trono del Colegio de la Asunción.

Sin embargo, de un año a esta parte el escenario ha cambiado de forma sustancial, sobre todo a partir del “efecto Arrimadas”, que, a raíz de las elecciones catalanas de diciembre pasado, ha disparado las expectativas de Ciudadanos en el resto de la España castellanoparlante (País Vasco y Cataluña siguen siendo refractarias a la formación liderada por Albert Rivera). Unas expectativas confirmadas por todos y cada uno de los sondeos electorales conocidos desde entonces, muchos de los cuales sitúan al partido naranja como primera fuerza política, por delante del propio PP.

 Tanto han cambiado la percepción que el que suscribe fue testigo como alguien, con manifiesta sorna, le espetaba hace poco a Silván en los pasillos de las Cortes: “Toño, al final, va a resultar que tuviste la suerte de perder las primarias”. Ante lo que el risueño alcalde de León sustituyó su habitual sonrisa por una sonora carcajada de tinte socarrón. “Ya sólo te falta que te sea propicia la sucesión de Mariano Rajoy, añadió el interlocutor, sin duda conocedor de la sintonía personal entre Silván y el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo. (Tampoco le sería adversa la más improbable opción representada  por la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría, quien, tras oficiar de presentadora de su reciente desayuno-conferencia en el madrileño hotel Ritz, le acaba de rendir visita oficial a León).

La multillave naranja.-  Que Ciudadanos va a tener la llave de gobierno en la Junta, al igual que de muchos de los principales Ayuntamientos y de casi todas las Diputaciones provinciales de Castilla y León, es algo comúnmente admitido desde hace semanas. Hasta ahora se daba por hecho que el partido naranja ocupará al menos dos o tres consejerías del gobierno a constituir tras las próximas elecciones autonómicas, incluso también la presidencia de las Cortes surgidas de dichos comicios. Ello dando por sentado que el grueso de ese nuevo Ejecutivo seguiría estando nutrido por el PP, con Fernández Mañueco como presidente.

Luis Tudanca
 Sin embargo, últimamente se está abriendo paso la idea de que la alternancia política en la Junta de Castilla y León puede ser factible aritmética y políticamente. Bastaría con que el PSOE y Ciudadanos sumen  en conjunto los 41 escaños que marcarán en 2018 la mayoría absoluta en el nuevo Parlamento de la Comunidad (que, a causa de la sangría demográfica, estará constituido por 81 procuradores, tres menos que el de la presente Legislatura). Cumplida esa premisa, un eventual acuerdo entre ambas formaciones mandaría al PP a la oposición 32 años después de aquella investidura de Aznar.

 Nadie habla públicamente de ella, pero dicha hipótesis planea sobre la política de Castilla y León. Ciudadanos acordó en su último congreso pasar a ser partido de gobierno y, allá donde no sea la primera fuerza política, en ningún momento se ha comprometido a cogobernar con el partido más votado. Si la aritmética lo permite, puede participar en una coalición de gobierno entre la segunda y la tercera fuerza política, como de hecho lo hizo en el “pacto del abrazo” que precedió a la fallida investidura de Pedro Sánchez en marzo de 2016. Pero hay más, incluso siendo el tercer partido tras el PP y el PSOE, Ciudadanos puede postularse para gobernar mediante un pacto “a la cántabra” que sitúe a su candidato en la mismísima presidencia de la Junta.

No es política-ficción. Si el PP volviera a ser el partido más votado, Fernández Mañueco jamás firmaría un pacto para investir presidente al candidato de otra formación política. Pero si el socialista Luis Tudanca, aún siendo la segunda fuerza política, tiene que elegir entre mantenerse en la oposición o alcanzar un pacto concediendo la presidencia de la Junta a Ciudadanos, caben pocas dudas de que optará por esto último, incluso aunque el partido naranja fuera la tercera formación. Al PP puede ocurrirle exactamente lo mismo que en Cantabria, comunidad presidida por el líder de la segunda fuerza política, el regionalista Miguel Ángel Revilla, merced a la coalición de gobierno compartida con los socialistas.

Alfonso Fernández Mañueco y Francisco Vázquez
 Mañueco, en medio de una tormenta perfecta.- Fernández Mañueco puede ser víctima de una tormenta perfecta a la que en parte está contribuyendo tanto el gobierno zombi de Juan Vicente Herrera, el presidente “pato cojo” aferrado al cargo, como el mismo grupo parlamentario popular que preside el propio alcalde salmantino.
 Cierto que el origen de la ciclogénesis es el fuerte desgaste del gobierno y de la figura política de Mariano Rajoy. Pero a ello hay que añadir la estrategia de tierra quemada que estarían ejecutando algunos de los consejeros zombis de la Junta, singularmente el de Sanidad, Antonio Sáez, cuya incendiaria gestión cuenta con el beneplácito no sólo de Herrera sino sobre todo de la mano que mece la cuna-diván presidencial, el vicepresidente José Antonio de Santiago-Juárez. El disgusto que se llevarían estos tres últimos si Mañueco acabara relegado a jefe de la oposición es perfectamente descriptible.

 Por su parte, el presidente autonómico del PP y candidato in péctore a presidir la Junta está incurriendo en algunos errores de libro. No parece haberse percatado de que el argumento base (a mi juicio, en realidad la gran coartada) de Ciudadanos para preferir un pacto con el PSOE y no con el PP sería el de garantizar la “regeneración democrática” en una comunidad que lleva años ciertamente pidiéndola a gritos.

 Y decisiones como la de bloquear unilateral y obscenamente el trabajo de la comisión parlamentaria de investigación sobre la trama eólica, la Perla Negra, los terrenos de Portillo & demás pufos asociados, como el escandaloso despilfarro de las “embajadas” de la Junta, alimentan ese argumento-coartada. Al igual que lo hacen declaraciones como la del secretario autonómico del partido, Francisco Vázquez, afirmando que el PP “no se siente concernido” por un caso tan flagrante de corrupción política como el de la citada “trama eólica”. Allá ellos mismos con sus respectivos organismos.