Hace falta desfachatez y desprecio hacia el intelecto ajeno para presentar como "apuesta por la prevención y la anticipación" las nuevas medidas restrictivas que la Junta se ha visto forzada a imponer desde hoy completamente a la rastra de los acontecimientos, a causa de una expansión de la pandemia que la propia Junta de Castilla y León no ha dudado en calificar de "vertiginosa". Una ampliación de las restricciones adoptada a instancias de un inédito "comité de crisis" del que no se tenía noticia -en un momento tan crítico se ha dejado en segundo plano al manoseado comité de sedicentes expertos- y aprobada el mismo día en el que Castilla y León registraba 1.752 nuevos contagios y la tasa de Incidencia Acumulada en la comunidad se disparaba a 469, el triple de la registrada quince días antes, el pasado 29 de diciembre.
Hace
falta ser desahogado y desdeñar la inteligencia del administrado
para presumir de "anticipación" cuando tan solo un día
antes, ese mismo endurecimiento de las medidas había entrado en
vigor tan solo para las provincias de Segovia, Ávila y Palencia, sin
que por cierto se acompañaran las nuevas restricciones con el
aconsejable cierre perimetral de sus respectivos territorios, de
forma que los palentinos podían acudir el pasado lunes
tranquilamente a las rebajas de enero en las grandes superficies
comerciales de Valladolid. Todo un compendio de chapuza,
improvisación e ineptitud.Alfonso Fernández Mañueco
"El topillo" calificó de "mascarada" lo ocurrido el pasado jueves, fecha en la que, tras una agitada sesión del Consejo de Gobierno de la Junta, la comparecencia informativa que iban a compartir el vicepresidente y portavoz, Francisco Igea, y la teórica consejera de Sanidad, Verónica Casado, se sustituyó a última hora por la del presidente Alfonso Fernández Mañueco, quien además apareció una hora y media más tarde de lo anunciado. El retraso no se debió a que el Consejo hubiera escuchado esa misma mañana al comité de los sedicentes expertos, sino a la discrepancia interna entre la postura del presidente y la del dúo médico que tiene a su cargo la consejería de Sanidad (en realidad Casado se pliega dócilmente a cuanto decida Igea, que para eso apadrinó su nombramiento).
Francisco Igea y Verónica Casado |
El dilema Economía-Salud ha estado presente en el seno del gobierno autonómico desde que se declaró la pandemia. El presidente Mañueco no ha dudado nunca en anteponer los intereses políticos a los sanitarios, tratando siempre de salvar la Economía, entendiendo que con ello se ahorra el coste político de la impopularidad de las restricciones. Frente a esa posición, Igea y Casado, aunque solo sea porque son médicos del Sacyl y conocen la tensión a la que se han visto sometidos el Sistema Público de Salud y sus admirables profesionales, han mantenido una postura más equilibrada.
Sin embargo, ese pulso al final se ha decantado siempre del lado de Mañueco (y así le ha lucido el pelo a esta comunidad autónoma, que contabiliza, según datos de la propia Junta, 8.356 fallecimientos por Covid-19 desde que comenzó la pandemia, 3.770 de ellos usuarios de las residencias de ancianos, en su mayoría abandonadas completamente a su suerte durante la primera oleada). El propósito del que tanto presumieron Igea y Casado de atenerse estrictamente a los criterios epidemiológicos sucumbió con estrépito a partir de la desescalada de primavera.
Fue
cuando Mañueco decidió por su cuenta -se supone que con el
beneplácito de Igea, que no de la consejera, ninguneada sin
miramientos en esa decisión- que las nueve provincias de la
comunidad pasaran de la fase 1 a la fase 2, poniéndose por montera
(muy salmantino él, aunque sus conocimientos en materia de
tauromaquia sean muy escasitos) los pretendidos criterios
epidemiológicos. También se la tragó doblada el comité de los
sedicentes expertos, cuyo secretario había declarado un día antes
que la mayor parte de las capitales de provincia no reunían los
requisitos para saltar de fase.
Protesta de hosteleros ante el Colegio de la Asunción
Desde entonces, el tira y afloja se ha repetido, siempre con el mismo resultado: Mañueco ha impuesto su posición y el dúo médico, más o menos a regañadientes pero sin expresar jamás en público su discrepancia, se ha doblegado a los designios del presidente. Y así volvió a ocurrir a finales de noviembre, cuando Mañueco optó por dar superada una segunda oleada que había situado a Castilla y León como la comunidad autónoma con mayor tasa de Incidencia Acumulada (726 el día 26 de ese mes) y decidió lanzar una temeraria desescalada con el declarado objetivo de "salvar las Navidades". De aquellos polvos, que incluían las laxas medidas adoptadas para las pasadas fiestas navideñas, han venido estos lodos. Así de claro.
Hospital General de Segovia |
Un cinismo conducente a una miopía que cinco días después ha obligado al presidente a rectificar con brocha gorda, acuciado por el crecimiento exponencial del ritmo de contagios y la preocupante situación de los hospitales del Sacyl, donde se ha disparado por encima de los 800 (660 en planta y 156 en UCI) el número de ingresados a causa del Covid-19. Eso sí, cuando se trataba de comunicar las nuevas restricciones vigentes desde hoy, Mañueco e Igea se quitaban de en medio y dejaban enteramente el marrón a la teórica consejera, que, para variar, volvía a cubrirse de gloria, asegurando, como si nos estuviéramos cayendo del guindo, que "hasta el 30-31 de diciembre teníamos unos datos magníficos..."
Unas nuevas restricciones que por lo demás vuelven a castigar a la Hostelería, a los gimnasios y a las grandes superficies comerciales, cuando parece bastante constatado que el actual agravamiento de la situación epidemiológica ha tenido su principal caldo de cultivo en las reuniones sociales y familiares favorecidas por la laxa regulación aplicada al respecto por la Junta durante las pasadas Navidades. Y siguen sin adoptarse cierres perimetrales provinciales o municipales que eviten el contacto de la áreas más penetradas por el virus -este mediodía se han notificado nada menos que 2.186 nuevos casos y la tasa de IA se sitúa ya en 538- con aquellas otras que registran menor incidencia.
En fin, la teórica y patética consejera de Sanidad nos conmina a que adoptemos un confinamiento voluntario, que es lo mismo que Mañueco denominó semanas atrás "un confinamiento inteligente". Lo inteligente, pienso yo, no es a estas alturas tanto protegerse del siniestro virus como de la impostura, negligencia, temeridad y desfachatez de unos redomados pirómanos que se disfrazan de abnegados bomberos.