El Manifiesto en apoyo de Pedro
Sánchez encabezado por dos históricos del PSOE en Castilla y León -el que
fuera primer presidente de la Junta, Demetrio Madrid, y el exdiputado
constituyente y exeurodiputado Juan Colino- ha servido para medir el
grado de filias y folias de que goza el presidente del Gobierno y secretario
general del partido entre la actual y antigua élite socialista en esta
comunidad autónoma.
Y tan significativas son las presencias como, sobre todo, las ausencias. Entre estas últimas figuran lógicamente los tres cargos públicos en activo, el trío de alcaldes que en los últimos tiempos se han mostrado abiertamente críticos con la gestión de Sánchez, al punto de posicionarse públicamente contra su continuidad al frente del PSOE y el Gobierno. A saber, la alcaldesa de Palencia y secretaria provincial del PSOE, Miriam Andrés, que en esa línea se expresó durante el pasado Comité Federal; el alcalde de León y secretario de la agrupación socialista de la capital, José Antonio Díez; y el alcalde de Ágreda y senador Jesús Manuel Alonso.
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Demetrio Madrid y Juan Colino |
También iba de suyo que no prestaran su firma
(si es que alguien se la ha pedido) los dos socialistas de esta comunidad que
suscribieron el manifiesto de exaltos cargos del PSOE de toda España que hace
un par de semanas invitaban a Sánchez a hacer mutis por el foro sin ninguna
contemplación. Entre tan insignes firmantes (en el caso del exministro Barrionuevo
y de su antiguo número dos en Interior, Rafael Vera, condenados a
prisión por su responsabilidad en crímenes de los GAL, comprenderán que lo de
insignes sea un decir) figuraban el burgalés Juan José Laborda, ex
presidente del Senado, y el exsenador y exdiputado por Segovia Juan Luis
Gordo. (Recién escritas estas líneas, se ha conocido que Gordo ha abandonado la militancia socialista "tras una profunda reflexión personal y política")
En su derecho estaban Laborda y Gordo de pedir a Sánchez que se haga el “harakiri”, aunque ello sea a costa
de alfombrar la ansiada llegada al poder de una derecha cada más indistinguible
de la ultraderecha. Pero, conociendo la trayectoria de ambos, personalmente chirría un pelín que lo hagan apelando a la lealtad al partido. Refresquemos algo la
memoria.
Una torpeza insuperable.- Laborda fue senador socialista por Burgos ininterrumpidamente entre 1977 y 2004, ocupando la presidencia de la Cámara durante siete de esos 27 años. Conocedor, a partir de las elecciones del 77, del “efecto alfabético” que operaba en la antigua papeleta del Senado, el burgalés se ocupó una y otra vez de garantizarse la reelección haciéndose acompañar siempre en la lista por otros dos candidatos socialistas cuyo primer apellido comenzara por letra posterior a la “ele” de Laborda. Muy seguro no debía estar de su supuesto tirón electoral. |
Laborda (dcha.) recibiendo una distinción de manos de "El Jefe" |
Precisamente hablando de tirón electoral, su
fracaso en la primera y última ocasión en la que fue candidato socialista a la
presidencia de la Junta, año 1987, fue estrepitoso. Partía claramente como
favorito frente a una derecha dividida y descabezada tras la histórica
espantada de Rodolfo Martín Villa. Y ni así fue capaz de revalidar la
victoria, cuatro años antes, de Demetrio Madrid. Le derrotó un desconocido José
María Aznar, que, para poder concurrir a esas elecciones, tuvo que
empadronarse deprisa y corriendo en Castilla y León fijando como domicilio el
de la sede del PP de Ávila.
Con una torpeza difícilmente superable, el candidato socialista se obstinó en defender el proyecto, barajado
por gobierno de Felipe González, de instalar un Laboratorio Nuclear en
las Arribes del Duero, en los límites de las provincias de Zamora y Salamanca
con Portugal. El resultado fue que el PSOE perdió sendos escaños en ambas provincias,
malogrando con ello la posibilidad de mantener el gobierno de la Junta. Y para
mayor inri, el proyecto de dicho laboratorio se fue muy pronto al garante por
la sencilla razón de que el gobierno portugués se opuso a una instalación
nuclear prácticamente colindante con la frontera. En definitiva, Laborda hizo
un pan como unas tortas, propiciando la llegada de Aznar a la presidencia de la Junta y con ello la rampa de lanzamiento utilizada por el político madrileño para iniciar la carrera que le llevó a suceder a Manuel Fraga al frente de la derecha española. Eso sí, dos años después Felipe González le premiaba con la
presidencia del Senado.
Y hay otra cosa más
inquietante en la trayectoria del político burgalés: su obsequiosa relación con
Antonio Miguel Méndez Pozo, el conocido magnate urbanístico condenado judicialmente
en su día, junto al alcalde José María Peña, por el “caso de la
construcción”. En una clara operación de lavado de imagen, a principios de los
años noventa "Michel" Méndez Pozo (alias "El Jefe") creó el club de opinión “Diario de Burgos. Y nada
mejor para inaugurarlo que una conferencia de su amigo el presidente del
Senado, que aceptó raudo la correspondiente invitación. Recuerdo, porque estuve
allí, que el maestro de ceremonias fue el periodista burgalés Ernesto Sáez
de Buruaga, por entonces editor de un diario hablado de RNE y quién, a la
llegada al poder del PP, se convirtió (recuérdese la famosa entrevista en
Antena 3 TV en la que el entonces presidente del Gobierno aseguraba sin
pestañear la existencia de armas de destrucción masiva en Irak) en periodista
de cabecera de José María Aznar, a la par que en socio de M.A.R. en
determinados negocios audiovisuales.
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Gordo cuando era incondicional y protegido de Sánchez |
Uno menos en el partido.- Juan Luis Gordo nunca alcanzó ese relieve, pero entre pitos y flautas anduvo 15 años ocupando cargos públicos en Segovia, donde comenzó como subdelegado del Gobierno, continuó como senador y terminó como diputado del Congreso. (No incluyó en este repaso su anterior cargo de designación política, una subdirección general o algo así, desempeñado en el ministerio de Sanidad durante la etapa de Celia Villalobos).Gordo, secretario provincial del PSOE durante nueve años, protagonizó un episodio de más que dudosa lealtad
política a su partido. En julio de 2016, y gracias a su estrecha relación con Óscar
López, al que había relevado en las elecciones de 2011 en el escaño de
diputado por Segovia, consiguió que la dirección federal, encabezada entonces
por Pedro Sánchez, le promocionara a un puesto en la Mesa del Congreso de los
Diputados, concretamente a la secretaría segunda. Pero ocurrió que muy poco
tiempo después estalló la sonada crisis interna del PSOE que provocó la
renuncia de Sánchez a la secretaría general ganada en las primarias de 2014.
Pues bien, convocadas de nuevo primarias en 2017, Gordo dio la espalda a
Sánchez y apoyó sin reservas la candidatura de Susana Díaz, que no en
vano se presumía ganadora.
Y para pasmo de Felipe, Guerra y
demás próceres que apadrinaban a la andaluza, resultó que Sánchez barrió del
mapa a Díaz y volvió a tomar posesión de Ferraz. Lógicamente, la nueva
dirección llamó a capitulo a Gordo requiriéndole amablemente que tuviera a bien
poner a su disposición la secretaria de la Mesa que llevaba un año ocupando en
representación del grupo socialista. ¿Y qué hizo Gordo? Pues aferrarse como una
lapa a un puesto remunerado con un sustancioso complemento salarial, y vengan
días y caigan ollas. O lo que es lo mismo,
que “verdes las han segado”. Y expuesto en la Mesa, como se decía de Landelino
Lavilla, se tiró Gordo como si tal cosa hasta las elecciones de 2019. Sin
duda, todo un ejemplo éste de esa “lealtad al partido” que ha venido reclamando cada
vez que le han puesto un micro delante, desdeñando una y otra vez la sabía oportunidad
de callarse. Y ahora Gordo, que ideológicamente nunca se ha sentido socialista, abandona el partido, donde me temo que nadie le va a echar de menos.
Por lo demás, no dispongo de la relación
completa de firmantes para valorar presencias y ausencias. Veo que aparecen
históricos como el también expresidente de la Junta José Constantino Nalda
o el exalcalde de Salamanca Jesús Málaga. Entre los exsecretarios
autonómicos del partido está Ángel Villalba y doy por hecho que no está Julio
Villarrubia. Desconozco que decisión habrá tomado al respecto el siempre
escurridizo Jesús Quijano, quien
sigue muy activo en los medios. Ignoro igualmente si se les ha requerido la
adhesión a figuras tan notables en el pasado como la exvicepresidenta María
Teresa Fernández de la Vega, el exministro Jesús Caldera o el
exsecretario de Estado Octavio Granado. Otros exministros vinculados a
esta comunidad como el palentino Virgilio Zapatero o el burgalés José
Luis Corcuera no ofrecen ninguna duda; de hecho, el exministro de la
“patada en la puerta” abandonó la militancia socialista antes de que lo echarán
por alinearse con las tesis del PP con el mismo descaro que lo han hecho Joaquín
Leguina (éste convencido por Díaz Ayuso con miles anuales de razones) y Nicolás
Redondo Terreros.
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