Desde una red social en la que participa muy activamente, un viejo amigo, durante un tiempo compañero de fatigas periodísticas, me animaba el otro día a escribir una especie de historia sobre el tardofranquismo y la transición democrática en Segovia. La verdad es que la vinculación segoviana de Adolfo Suárez y de otras figuras que le acompañaron en primera línea, entre otros Fernando Abríl Martorell y Rafael Calvo Ortega, convirtieron a la Segovia de aquel tiempo en un observatorio privilegiado de dicho proceso histórico.
Incluso años más tarde, con Felipe González en La Moncloa, continuó siendolo, en gran parte de la mano de ese gran cicerone que fue el periodista Pedro Altares. Recuerdo haber asistido a la celebración de su onomástica en Torrecaballeros un año en el que allí se dieron cita cuatro o cinco ministros del primer gobierno socialista, entre ellos Miguel Boyer y Carlos Solchaga.
Incluso años más tarde, con Felipe González en La Moncloa, continuó siendolo, en gran parte de la mano de ese gran cicerone que fue el periodista Pedro Altares. Recuerdo haber asistido a la celebración de su onomástica en Torrecaballeros un año en el que allí se dieron cita cuatro o cinco ministros del primer gobierno socialista, entre ellos Miguel Boyer y Carlos Solchaga.
Posiblemente conserve en la memoria hechos y aspectos que todavía permanecen inéditos y que merecería la pena contar. Si algún día me animo a ello será a condición de que mi viejo amigo me ayude a documentar historias que a él le pillaron mas cerca, por ejemplo la reunión en determinada casa forestal en la que se gestaron los GAL o algunos de los grandes negocios –dejemos a un lado los secretos de alcoba- fraguados en la finca de Enrique Sarasola en ese mismo municipio de la sierra segoviana.
Casualmente, mi asistencia a un reciente acto en Segovia me ha devuelto a la memoria vivencias de 30 años atrás. Ha sido el homenaje póstumo en recuerdo de Luis Erik Clavería con motivo de la reedición de “Gestión política de una utopía”, un balance de su fecunda labor como alcalde del Real Sitio de San Ildefonso entre 1979 y 1991. Clavería fue mucho mas que el histórico regidor que transformó y sacó a ese municipio de su status medieval. Antes de eso fue uno de los grandes impulsores de la Junta Democrática -y por ende de la restauración de la democracia en España-, un neurólogo de prestigio internacional y, por encima incluso de lo anterior, un gran humanista, un derroche de talento y de entrega sin reservas al servicio del interés común. Un personaje excepcional e irrepetible que dejó huella en cuantos le conocieron y compartieron algo con él, entre los que tuve la suerte de encontrarme.
Otro entrañable y no menos generoso amigo común, Yeyo Quintanilla, referente imprescindible de la izquierda segoviana en los últimos 40 años, -se dice pronto, ¡que tiempos aquellos los del Club cultural Studio!- presentaba el acto. Junto a él intervino uno de los autores de la publicación, el periodista Fernando Aranguren, otro compañero a reivindicar, y el médico José Conde, quién trazó una atinada y fiel semblanza del político, del alcalde, del doctor y de la persona. La cita propició mi reencuentro con no pocos amigos y conocidos de aquellos intensos años ochenta.
Quintanilla, Conde y Aranguren (foto de "El Adelantado") |
No hacía falta que el acto fuera en la Academia de San Quirce, de la que son insignes miembros, para que asistieran Carlos Muñoz de Pablos (colaborador imprescindible para recuperar la antigua Fabrica de Cristales de La Granja) y Antonio Ruíz Hernando. Tampoco faltaron Ángel Serrano, Julio Michel, Eliseo de Pablos y otros gracias a los cuales Segovia sigue albergando cultura viva. Fue un encuentro personalmente reconfortante. Erik se marchó en junio de 2011, pero su legado político sigue vigente, su figura perdura en la memoria colectiva y la huella de su amistad permanece indeleble en el corazón de sus amigos.
Borau, en el papel del gobernador civíl de "Furtivos" |