lunes, 12 de noviembre de 2012

Herrera y las claves de su sucesión

A estas alturas de la película, después de observar su trayectoria en los casi doce años que lleva presidiendo la Junta, creo conocer algo a Juan Vicente Herrera. Y puedo ratificarme en lo que ya dije hace tiempo, sin que casi nadie compartiera mi opinión: Herrera no es, ni de lejos, lo que parece. Ni su balance como gobernante es el que se nos quiere hacer creer, ni su perfil personal se corresponde con la imagen de político accesible y dialogante que se tiene de él. Pero tiempo habrá para ir diseccionando con detalle su gestión, cada vez más empañada por actuaciones y actitudes que delatan su limitada talla política y revelan su verdadero talante.

A lo que iba. Hasta donde yo lo conozco, sospecho que le tienen que estar sentando como un tiro los pronunciamientos de determinados notables del PP a favor de que opte a una nueva reelección en los comicios autonómicos de 2015. Por varios motivos. El primero y principal es que, estando, como está, hastiado de presidir la Junta, lo último que le apetece es oír que le pidan que se encadene todavía más al cargo.
 En 2011 ya se presentó sin ninguna gana, bastante a regañadientes y advirtiendo a quien tenía que hacerlo, Mariano Rajoy, que lo hacía por última vez y con la esperanza de ser relevado a ser posible antes de finalizar su actual mandato. Y en el último congreso regional del PP, hace poco más de seis meses, dejó meridianamente claro que no contarán con él para las siguientes. "Si me quereis, irse", se desgañitaba Lola Flores durante la tumulutosa boda de su hija. "Si me apreciais, no me deis la vara con que me vuleva a presentar", musita el inquilino del Colegio de la Asunción, Juanvi para sus amigos. Pues bien, algunos no quieren darse por enterados y se descuelgan, además totalmente a destiempo, a favor de que Herrera reconsidere su decisión y vuelva a encabezar el cartel electoral en 2015.

 Imagino el mosqueo/cabreo presidencial. No es para menos, analizada la procedencia e intencionalidad de esos pronunciamientos, sobre todo el del presidente provincial del PP y Delegado del Gobierno, Ramiro Ruiz Medrano, otro que por cierto también dista mucho de ser como parece. Desde que algunos detectamos que su salto al actual cargo le situaba en la carrera de la sucesión, Ramiro no hace otra cosa que pronunciarse a favor de que el actual presidente de la Junta vuelva a ser el candidato. Sabe perfectamente que la decisión de Herrera es irreversible y que su ciclo político está agotado, pero, al manifestarse a favor de que siga, trata de desmentir que él aspire a sucederle. Vano intento de despistar.

Medrano es el peón elegido por Soraya Sáenz de Santamaría para controlar a distancia esta comunidad. Ella apadrinó su nombramiento como Delegado con la idea de que, llegado el momento, sea del candidato del PP a la presidencia de la Junta. Y en ese horizonte trabaja don Ramiro (nada ya de Ramirín), quién, por cierto, en plena oleada de recortes ha ampliado sin cortarse un pelo su equipo de cargos de confianza y/o de libre designación, convirtiendo los aledaños de su despacho casi en el camarote de los hermanos Marx. Y por supuesto no es casual el rosario de homenajes y  panegíricos casi hagiografícos empeñados en beatificar su figura.

 En contra de lo que pudiera pensarse, Ramiro nunca ha sido un santo de la devoción de Herrera. De hecho, a todo un presidente provincial del PP de Valladolid lo despachó al principio de esta legislatura con una simple vicepresidencia en las Cortes. “Mi familia se extrañaba de que tuviera todos los fines de semana libres”, dijo en unas reveladoras declaraciones realizadas nada mas ser nombrado Delegado. Y a ese limbo es a donde le había mandado el presidente regional. 
Tengo para mí que a Herrera le importa muy relativamente quien tome su relevo. Sabe su sucesión desatará una dura batalla entre la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal (avalista de Alfonso Fernández Mañueco) y que en ese pulso también contarán -porque así lo prevén los estatutos- los nueve presidentes provinciales del PP.

Demasiado lío para un presidente en retirada que a lo único que aspira es a irse sin hacer mucho ruido. (Otra cosa es el pernicioso círculo que le rodea, que no deja de maniobrar para reventar como sea la opción Mañueco). Si de Herrera dependiera, el elegido no sería ni Medrano ni Mañueco. Preferiría antes a Antonio Silván (muy venido a menos como consejero y absolutamente eclipsado en León por Isabel Carrasco) o a Rosa Valdeón, con la que se considera en deuda desde que sacrificó su brillante carrera en la Junta en aras de salvar la alcaldía de Zamora. Una vez que el PP dispone de mayoría absoluta en el ayuntamiento zamorano, no descartaría yo que en un hipotético reajuste de gobierno -muy hipotético, dada la alergia de este presidente a mover nada- Herrera resarciera a Valdeón, reincorporándola de nuevo a una consejería.

El problema de Valdeón, al igual que el de Medrano, es que no son procuradores en las Cortes. La primera lo intentó, pero el presidente provincial del PP de Zamora, Fernando Martinez Maillo, se ocupó de vetar su presencia en la lista autonómica. El segundo dejó su plácido escaño en el “mausoleo” al ser nombrado Delegado. Ello significa que ambos quedarían fuera de juego si el relevo en la presidencia de la Junta se produjera antes de concluir el actual mandato, esto es, si se diera la que yo denominé “Operación Vaticano”: la salida de Herrera hacia otro destino político antes de que concluya la presente legislatura.
 Se reproduciría entonces la situación de 2001, cuando Juan José Lucas fué nombrado ministro y su sustitución se precipitó en poco más de 24 horas. Y en mi opinión es muy posible que vuelva a ocurrír lo mismo. El momento podría ser la primavera de 2014, dentro del auste de jpiezas que lleve a cabo Rajoy con motivo de las elecciones europeas.No digo yo que Herrera vaya a ser nombrado embajador ante la Santa Sede, pese a que el cargo le fuera como anillo al dedo. Tampoco lo veo como eurodiputado y menos aún como ministro. Su destino podría ser una institución como el Consejo de Estado, un cementerio de elefantes en el que, junto a Zapatero y otros políticos amortizados, no desentonaría demasiado.

En ese caso Fernández Mañueco sería el máximo candidato a presidir la Junta, con muchísima ventaja frente a otras posibles opciones, ya fuera la del citado Silván o la de Carlos Fernández Carriedo,quién no deja de ser el portavoz del PP en las Cortes (el cargo que ocupaba Herrera en el momento de ser ungido sucesor de Lucas) y presidente del PP de Palencia. Esa hipótesis, la de Mañueco presidente, es la que tiene desquiciado al pernicioso y nefasto círculo antes aludido. Basta leer los delirantes “análisis” de su terminal mediática para hacerse idea del preocupante cuadro paranoico que le aqueja.

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