lunes, 29 de junio de 2015

Herrera se queda. ¿Hasta cuando?

Juan Vicente Herrera se queda. Incógnita despejada que abre de inmediato otra interrogante: ¿Cuánto tardará en irse? ¿O es que acaso está dispuesto a presidir la Junta los cuatro años de la nueva legislatura?


  Después de dejar en el aire durante cuatro semanas si iba a ser o no el candidato a la investidura, Herrera ha zanjado el asunto sin explicar en ningún momento los motivos que le han sumido casi un mes en un mar de dudas. Y tampoco se ha comprometido a cumplir íntegramente el nuevo mandato para el que va a ser investido. No lo hizo a lo largo de la campaña electoral, en la que siempre respondió con evasivas, y no lo ha hecho después de salir del estado de shock en el que entró en la misma noche del 24 de mayo, una conmoción personal inmortalizada en esas elocuentes fotografías que captaron su deambular por los pasillos de la sede del PP.

Firma del pacto entre el PP y Ciudadanos
  Ni él ha dado ninguna explicación sobre esas dudas ni se sostiene el relato prefabricado al respecto por su entorno mediático. Decían que había unido su decisión a que el gobierno diera una solución al problema de la minería, argumento que se ha demostrado completamente falaz, ya que ha decidido seguir antes incluso de que el ministerio anunciara lo que no es más que un parche para ir tirando.

Dijeron también que su decisión dependería de los cambios que introdujera Mariano Rajoy en el gobierno y en el partido. Y ya hemos visto cual ha sido su alcance: Mera sustitución de un ministro agotado que abandona por voluntad propia y unos retoques de segundo nivel en el “staff” de Génova que han supuesto un nuevo desaire al presidente autonómico del partido: el nombramiento del zamorano Fernández Martínez Maillo como nuevo vicesecretario de Organización del PP.

  Por ello me reafirmo en la tesis mantenida desde el primer día. Convencido de que iba a ganar por mayoría absoluta, el presidente-candidato tenía previsto ser investido presidente y dejar todo atado y bien atado para irse mas pronto que tarde dejando como sucesora a Rosa Valdeón. Y ese plan, que incluía el desembarco de José Antonio de Santiago-Juárez en la presidencia de las Cortes, lo echa por tierra el propio Herrera a causa de una errónea lectura del resultado electoral. En realidad, podía haber mantenido perfectamente ese plan, pero la angustia de pensar que se le había venido abajo le jugó la mala pasada de ponerse a buscar coartadas tratando de eludir lo que le resulta insoportable: permanecer cuatro años mas encadenado al cargo.

Alfonso Fernández Mañueco
 Y a partir de ahí sumó error sobre error. No midió que si pegaba la “espantada” echando las culpas al gobierno, hasta el extremo de pedir la dimisión de un ministro, Rajoy y Génova no iban a consentir que además se arrogara la facultad de decidir quien le sucedería. “Si quieres te vas, pero al sucesor lo elige el partido”, fue el mensaje. Ese ha sido el gran condicionante que a la postre ha obligado a Herrera a dar marcha atrás y quedarse. Irse significaba no solo dejar en la estacada a Valdeón y De Santiago Juárez, sino que tampoco había garantías de que el moldeable Carlos Fernández Carriedo fuera la solución de emergencia. El verdadero temor era que Génova diera un golpe en la mesa y proclamara candidato a Alfonso Fernández Mañueco, quien a fin de cuentas es el secretario autonómico y número dos del PP de Castilla y León. Un temor que paso a ser pavor el día en que Rajoy sitúó a la vera de Cospedal a Martínez Maillo, acusado por “L’Osservatore herreriano” de llevar años conspirando a favor de la candidatura de Mañueco.

Y Herrera, enredado en su propio laberinto, ha tenido que contener una vez más sus deseos de irse y aplazarlos como mínimo hasta después de las próximas generales. O si no, hasta el congreso nacional del PP a celebrar en los primeros meses de 2016, en el que, si Rajoy es desalojado de La Moncloa, tendrá que dejar paso a un nuevo líder que renueve el partido. O en última instancia hasta el posterior congreso autonómico del PP, allá por mayo o junio, en el que Herrera cedería a la vez la presidencia de la Junta y la del PP de Castilla y León.

Mineros concentrados ante las Cortes de Castilla y León
  Gracias a la abstención de Ciudadanos, que ha despilfarrado toda su capacidad de influencia otorgando al PP un cheque en blanco, el próximo viernes las Cortes de Castilla y León reelegirán a un presidente que lleva más de 14 años para que inicia un mandato de otros cuatro. Pero políticamente será un presidente amortizado que simplemente se ha visto obligado a prorrogar un ciclo agotado a la espera de encontrar el momento propicio para largarse. Con el creciente riesgo además de convertirse en lo que en Estados Unidos se conoce como el “pato cojo”.

 Por suerte para él, la oposición ha sido incapaz de hacer uso de su bala de oro -el bloqueo de la investidura- y el PP mantiene su mayoría en la Mesa de las Cortes, desde la que lógicamente seguirá obstaculizando todo lo que pueda y mas la labor de control a la Junta. Y todo ello con unos supuestos compromisos sobre “regeneración” democrática” que, o son directamente papel mojado, o se remiten a una reforma del Estatuto cuya aprobación requiere mayoría cualificada, es decir, acuerdo entre PP y PSOE. O sea, que vaya usted a saber cuando y como.

La solicitud de comisiones de investigación como la que se anuncia sobre la trama eólica será la piedra de toque para calibrar el margen de maniobra de la oposición parlamentaria. Aunque, tras ver lo barato que negocian Ciudadanos y la Unión del Pueblo Leonés, mucho me temo que con admitir unas cuantas enmiendas parciales al Proyecto de Presupuestos, el PP seguirá gobernando la Junta sin otros sobresaltos que los que provengan de los frentes judiciales que tiene abiertos.