¿Por qué
quiere irse Juan Vicente Herrera si
ha vuelto a ganar las elecciones autonómicas, ha obtenido el mejor resultado
del PP en las 13 comunidades autónomas y tan solo necesita la abstención de un
procurador de otro grupo para poder ser investido presidente?
En medio del inmenso ruido originado por sus
declaraciones a “Onda Cero” y la cruzada emprendida contra el ministro José Manuel Soria, ocho días después
del 24-M esa pregunta sigue sin respuesta. Es más: El ganador de las elecciones
quiere renunciar, pero ni él mismo sabe si al final consumará la “espantada” o se
avendrá a cumplir con el compromiso asumido como candidato que ha pedido -y
obtenido- suficiente respaldo ciudadano para seguir presidiendo esta comunidad
autónoma. Los motivos que ha expuesto para plantearse el abandono pueden ser
perfectamente respetables para dimitir como presidente autonómico del PP, pero
no para abdicar de la responsabilidad contraída en las urnas.
Rajoy y Herrera el pasado 9 de febrero |
Para comprender lo anterior hay que
retrotraerse cuatro años. En 2011, cumplidos 10 años de mandato, Herrera ya se
presentó a regañadientes, anunciando muy pronto a todos que esa era la última
vez que encabezaría el cartel electoral.
Lo hizo además albergando la esperanza de que, una vez que el PP ganara las
elecciones generales, Mariano Rajoy contaría
con él, si no desde el principio, en alguno de los reajustes ministeriales
realizados durante la legislatura.
Pero esto no se produjo y como Herrera tampoco hizo los deberes para organizar su sucesión, llegado 2015, con 14 años de mochila presidencial, no le ha quedado otro remedio que resignarse a ser de nuevo el candidato. Eso sí, dejando esta vez muy clara una condición: Convencido de que ganaría de nuevo por mayoría absoluta, no permanecería en el cargo mucho mas allá de las próximas elecciones generales, cediendo el testigo después de ellas a un nuevo candidato/a que tomaría el relevo en la presidencia dela Junta.
Pero esto no se produjo y como Herrera tampoco hizo los deberes para organizar su sucesión, llegado 2015, con 14 años de mochila presidencial, no le ha quedado otro remedio que resignarse a ser de nuevo el candidato. Eso sí, dejando esta vez muy clara una condición: Convencido de que ganaría de nuevo por mayoría absoluta, no permanecería en el cargo mucho mas allá de las próximas elecciones generales, cediendo el testigo después de ellas a un nuevo candidato/a que tomaría el relevo en la presidencia de
Así quedó explícitamente pactado el pasado 9 de
febrero en la comida compartida con Rajoy en el restaurante “La Brasería ” de San Rafael
(Segovia). A partir de ahí, Herrera, tras intentar hacernos creer que se
presentaba con la misma ilusión que la primera vez, confeccionó su hoja de
ruta.
La elegida para heredar el trono no era otra que Rosa Valdeón, la alcaldesa saliente de Zamora, ahora procuradora
electa, a quién nombraría vicepresidenta o, en su defecto, consejera “primus
inter pares” con las mismas competencias, incluso alguna más, que ejerce el actual
consejero de la
Presidencia , José
Antonio de Santiago-Juárez, la temblorosa y tenebrosa mano que siempre ha
mecido la cuna-diván presidencial.
De Santiago-Juárez, quién ha repetido hasta la saciedad que se iría de la política el mismo día que lo hiciera Herrera, se reservaba la presidencia de las Cortes, donde naturalmente permanecería tutelando a la sucesora durante toda la legislatura.
Rosa Valdeón y José Antonio de Santiago-Juárez |
De Santiago-Juárez, quién ha repetido hasta la saciedad que se iría de la política el mismo día que lo hiciera Herrera, se reservaba la presidencia de las Cortes, donde naturalmente permanecería tutelando a la sucesora durante toda la legislatura.
¿Y que ha
ocurrido? Sencillamente que la pérdida de la mayoría absoluta ha complicado el
plan. No habría mayor problema si Herrera
hubiera tenido la voluntad de permanecer los cuatro años, pero ya he
dicho que eso es algo que le causa espanto personal. Y lo que no resulta de
recibo es tener que negociar con UPL o Ciudadanos la abstención que necesita
para ser investido y luego renunciar ocho o nueve meses después, tal como tenía
previsto. En vista de lo cual, Herrera se ha planteado la posibilidad de adelantar
el plan y pegar la “espantada” ya mismo.
Las declaraciones a “Onda Cero” no fueron
producto de ningún calentón improvisado. Después de mirarse él mismo al espejo
el 25 de mayo y contemplar con horror la posibilidad de tener que seguir otros
cuatro años más, el presidente de la
Junta decidió lanzar el globosonda sobre su renuncia a una
nueva investidura. Pero lo que se le ha escapado de las manos ha sido el
alcance de la cortina de humo tendida para justificar su posible defección. Aunque
fuera involuntariamente, su metáfora sobre el espejo de Mariano Rajoy ha sido la
piedra que ha removido las cenagosas aguas del PP. Después de esa
sobreactuación y del desafío que ha supuesto pedir la dimisión de Soria, Herrera puede irse,
si esa es su decisión, pero ya no está en condiciones de designar mediante
“dedazo” personal al sucesor.
Carlos Fernández Carriedo |
Si Herrera
sigue, ya sabe lo que le espera. Con la desgracia para él, de que ahora no
dispondrá del rodillo parlamentario con el que se ha sustraído del control de
la oposición en estos últimos 14 años. Con el Reglamento de las Cortes en la
mano, el PP se ha quedado sin la mayoría necesaria para impedir las comisiones
parlamentarias de investigación, toda vez que para ello se necesitan 43 votos
en contra, uno más de los que tiene. Salvo que algún procurador de la oposición
venda su alma al diablo, los numerosos asuntos turbios de la comunidad que
están sin esclarecer pueden ser investigados en el “mausoleo”. Razón de más
para que Herrera -que, después de aflorar el escándalo de la trama eólica, ya
no ha vuelto a repetir eso de que Castilla y León no está en el mapa de la
corrupción- se haya planteado poner pies en polvorosa cuanto antes…