lunes, 30 de enero de 2017

Herrera, como Felipito Takatún: "Yo sigo"

“El tiempo no pasa en balde, hay que saber ser un activo y no un estorbo. Me veo con mas historia que futuro”, decía Juan Vicente Herrera antes  del XII Congreso regional del PP de Castilla y León, celebrado en Ávila el 19 de mayo de 2012. Estas palabras, en las que sugería que era la última vez que iba a optar a la reelección tanto a la presidencia del partido como a la de la Junta, no sorprendieron a nadie. Era público y notorio que un año antes había concurrido a las elecciones autonómicas  de 2011 un tanto a regañadientes, después de una conversación con Mariano Rajoy en la que supuestamente dejó claro que esa sería la última vez que encabezaría el cartel electoral del PP en Castilla y León.


 En marzo de 2011 Juan Vicente Herrera había cumplido 10 años en el Colegio de la Asunción, tiempo más que suficiente como para dar por cerrado su ciclo, sobre todo después de que José María Aznar hubiera intentando dar ejemplo limitando a ocho años su mandato en La Moncloa.
 Herrera y  Aznar en abril de 2.002
 Al frente del partido Herrera llevaba un año menos, ya que había sido elegido por aclamación en octubre de 2002 durante el IX Congreso regional del PP, cónclave celebrado en León y de cuya intendencia se encargó una empresa de toda confianza gestionada por un tal Francisco Correa.

 Pasan los años -circunstancia que se supone que engrosa el pasado y acorta el futuro- y a medida que se aproximaban las elecciones autonómicas de 2015, nuestro hombre decide abrir una nebulosa sobre la candidatura a la presidencia de la Junta. Un largo periodo de incertidumbre que no se despeja hasta el 9 de febrero, día en el que, tras una visita conjunta a la planta de Siro en El Espinar, Rajoy tardó cinco minutos en convencerle para que volviera a presentarse. Llevaba 14 años instalado en el Colegio de la Asunción y el PP había propuesto en las Cortes limitar los mandatos del presidente de la Junta, pero ello no fue óbice ni cortapisa para encabezar por cuarta vez el cartel de las autonómicas.

 Después vendría el conocido amago de no presentarse a la investidura en aquellas declaraciones a Carlos Alsina, en las que aconsejó a Rajoy que se mirara al espejo. Finalmente, la espantada no se consumó. La abstención de Ciudadanos facilitó su investidura y ahí ha seguido presidiendo la Junta sin mayor contratiempo que las investigaciones abiertas por la Fiscalía Anticorrupción (“trama eólica”) y el Juzgado de Instrucción nº 2 de Valladolid (“Perla Negra” y terrenos de Portillo) por los multimillonarios y  fraudulentos beneficios obtenidos por ex altos cargos de la Junta y asociados con la presunta connivencia de la Administración Autonómica. (Sin olvidar tampoco el inquietante final del último capítulo -por ahora- del documental “Muerte en León”).

 Con estos antecedentes, cuando llevaba anunciando su retirada desde 2011, nadie pensaba que Juan Vicente Herrera fuera a tener el cuajo de presentarse a la reelección en el XIII congreso autonómico del partido previsto para la primavera de 2017. Por si existía alguna duda, él mismo se encargó de despejarlas el pasado 14 de noviembre, cuando preguntado a la puertas de la sede de la calle Génova sobre el proceso congresual del PP, afirmo que era la oportunidad “de ir cediendo determinadas posiciones de responsabilidad que se prolongan en el tiempo”.

Rajoy y Herrera el 9 de febrero de 2015
Todo el mundo interpretó que con esas palabras Herrera estaba confirmando que, sin perjuicio de agotar su mandato en la Junta, no se presentaría a la reelección como presidente autonómico del partido.
 Así lo entendieron los nueve presidentes provinciales del PP, de los cuales solamente uno de ellos, el abulense Antolín Sanz, advirtió sobre la situación de bicefalia que supondría “un presidente en la Junta en funciones institucionales y un presidente del partido en labores políticas”. “Las bicefalias no conducen más que a problemas”, declaró Sanz sin que nadie le prestara ninguna atención

 Y ahí radica el meollo de todo el asunto. Formalmente, Herrera puede dejar de ser presidente del partido y seguir presidiendo la Junta hasta las elecciones autonómicas de 2019. Pero en la práctica la bicefalia puede resultar muy conflictiva. No lo sería si la presidencia del partido recayera en alguien que ejerce en otro ámbito político, como sería, pongamos por caso, la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, a quien no por casualidad Herrera promocionó, sin éxito, como número uno por Valladolid en las pasadas elecciones generales.

Pero la cohabitación se complica, y mucho, si el nuevo presidente y sucesor “in pectore” pasa a ser, pongamos por caso, el actual secretario autonómico del PP, Alfonso Fernández Mañueco, quien, con los Estatutos del partido en la mano, pasaría a presidir automáticamente el grupo parlamentario popular de las Cortes. Sin mandar en el partido ni en el grupo parlamentario, Herrera vería reducido su poder al de un presidente “pato cojo”, teniendo que afrontar el resto de su mandato en una situación de manifiesta y creciente precariedad política.


 Así se lo ha hecho ver al presidente la mano que mece su cuna-diván, el vicepresidente José Antonio de Santiago-Juárez, temeroso de que, si se produce la bicefalia, más pronto que tarde Herrera acabe tirando la toalla y abandone la Junta, poniendo fin con ello asimismo a su preciada vicepresidencia. Temor lógicamente compartido por el sindicato político-mediático de intereses creados que no se resigna a perder los privilegios de que goza con el actual presidente.
 Y uno y otros le han hecho ver que no puede dejar el partido en manos de los afines a Fernando Martínez Maillo, quien, con toda seguridad, saldrá reforzado del inminente congreso nacional del PP. La persuasión ha surtido efecto y Herrera ha decidido desdecirse por enésima vez y, emulando a Felipito Takatún, el personaje de aquel casposillo humorista argentino, se ha colgado de nuevo el cartel de “Yo sigo”.

El presidente de la Junta aspira a seguir presidiendo el PP de Castilla y León en el congreso autonómico del partido a celebrar el próximo 1 de abril. Naturalmente, para ello necesita el visto bueno de Rajoy, ya que, de lo contrario podría encontrarse con una candidatura alternativa que, alentada por Maillo, le podría pegar un revolcón de aquí te espero. Pero eso no va a ocurrir porque Mariano no quiere líos innecesarios y nadie de su confianza se los va a montar.

Así las cosas, hay dos posibilidades. La primera es que Rajoy le espete que es el momento de iniciar el relevo y que tiene que ceder la presidencia del partido y, si de paso también la de la Junta, miel sobre hojuelas, ya que con ello quedaría resuelta de un plumazo la cuestión de la sucesión. La segunda es que Rajoy esté en otras cosas y de por bueno sin más lo que decida Herrera, que no sería otra cosa que prolongar su penoso fin de ciclo en la Junta y en el PP de Castilla y León hasta las autonómicas de 2019. A mediados de febrero saldremos de dudas.