“El tiempo no pasa en balde, hay que
saber ser un activo y no un estorbo. Me veo con mas
historia que futuro”, decía Juan
Vicente Herrera antes del XII
Congreso regional del PP de Castilla y León, celebrado en Ávila el 19 de mayo
de 2012. Estas palabras, en las que sugería que era la última vez que iba a
optar a la reelección tanto a la presidencia del partido como a la de la Junta , no sorprendieron a
nadie. Era público y notorio que un año antes había concurrido a las elecciones
autonómicas de 2011 un tanto a
regañadientes, después de una conversación con Mariano Rajoy en la que supuestamente dejó claro que esa sería la
última vez que encabezaría el cartel electoral del PP en Castilla y León.
En marzo de 2011 Juan Vicente Herrera había
cumplido 10 años en el Colegio de la Asunción , tiempo más que suficiente como para dar
por cerrado su ciclo, sobre todo después de que José María Aznar hubiera intentando dar ejemplo limitando a ocho
años su mandato en La
Moncloa.
Al frente
del partido Herrera llevaba un año menos, ya que había sido elegido por
aclamación en octubre de 2002 durante el IX Congreso regional del PP, cónclave celebrado en León y de cuya intendencia se
encargó una empresa de toda confianza gestionada por un tal Francisco Correa.
Herrera y Aznar en abril de 2.002 |
Pasan los años -circunstancia que se supone que engrosa el
pasado y acorta el futuro- y a medida que se aproximaban las elecciones
autonómicas de 2015, nuestro hombre decide abrir una nebulosa sobre la candidatura
a la presidencia de la Junta. Un
largo periodo de incertidumbre que no se despeja hasta el 9 de febrero, día en
el que, tras una visita conjunta a la planta de Siro en El Espinar, Rajoy tardó
cinco minutos en convencerle para que volviera a presentarse. Llevaba 14 años
instalado en el Colegio de la
Asunción y el PP había propuesto en las Cortes limitar los
mandatos del presidente de la Junta, pero ello no fue óbice ni cortapisa para encabezar por
cuarta vez el cartel de las autonómicas.
Después vendría el conocido amago de no
presentarse a la investidura en aquellas declaraciones a Carlos Alsina, en las que aconsejó a Rajoy que se mirara al espejo.
Finalmente, la espantada no se consumó. La abstención de Ciudadanos facilitó su
investidura y ahí ha seguido presidiendo la Junta sin mayor contratiempo que las
investigaciones abiertas por la Fiscalía Anticorrupción
(“trama eólica”) y el Juzgado de Instrucción nº 2 de Valladolid (“Perla Negra”
y terrenos de Portillo) por los multimillonarios y fraudulentos beneficios obtenidos por ex
altos cargos de la Junta
y asociados con la presunta connivencia de la Administración
Autonómica. (Sin olvidar tampoco el inquietante final del
último capítulo -por ahora- del documental “Muerte en León”).
Con estos antecedentes, cuando llevaba
anunciando su retirada desde 2011, nadie pensaba que Juan Vicente Herrera
fuera a tener el cuajo de presentarse a la reelección en el XIII congreso
autonómico del partido previsto para la primavera de 2017. Por si existía alguna
duda, él mismo se encargó de despejarlas el pasado 14 de noviembre, cuando
preguntado a la puertas de la sede de la calle Génova sobre el proceso
congresual del PP, afirmo que era la oportunidad “de ir cediendo determinadas posiciones de responsabilidad que se
prolongan en el tiempo”.
Rajoy y Herrera el 9 de febrero de 2015 |
Así lo entendieron los nueve presidentes provinciales del PP, de los cuales solamente uno de ellos, el abulense Antolín Sanz, advirtió sobre la situación de bicefalia que supondría “un presidente en
Y ahí radica el meollo de todo el asunto.
Formalmente, Herrera puede dejar de ser presidente del partido y seguir
presidiendo la Junta
hasta las elecciones autonómicas de 2019. Pero en la práctica la bicefalia
puede resultar muy conflictiva. No lo sería si la presidencia del partido
recayera en alguien que ejerce en otro ámbito político, como sería, pongamos
por caso, la ministra de Agricultura, Isabel
García Tejerina, a quien no por casualidad Herrera promocionó, sin éxito, como número
uno por Valladolid en las pasadas elecciones generales.
Pero la
cohabitación se complica, y mucho, si el nuevo presidente y sucesor “in
pectore” pasa a ser, pongamos por caso, el actual secretario autonómico del PP,
Alfonso Fernández Mañueco, quien,
con los Estatutos del partido en la mano, pasaría a presidir automáticamente el
grupo parlamentario popular de las Cortes. Sin mandar en el partido ni en el
grupo parlamentario, Herrera vería reducido su poder al de un presidente “pato
cojo”, teniendo que afrontar el resto de su mandato en una situación de
manifiesta y creciente precariedad política.
Y uno y otros le han hecho ver que no puede dejar el partido en manos de los afines a Fernando Martínez Maillo, quien, con toda seguridad, saldrá reforzado del inminente congreso nacional del PP. La persuasión ha surtido efecto y Herrera ha decidido desdecirse por enésima vez y, emulando a Felipito Takatún, el personaje de aquel casposillo humorista argentino, se ha colgado de nuevo el cartel de “Yo sigo”.
El
presidente de la Junta
aspira a seguir presidiendo el PP de Castilla y León en el congreso autonómico
del partido a celebrar el próximo 1 de abril. Naturalmente, para ello necesita
el visto bueno de Rajoy, ya que, de lo contrario podría encontrarse con una
candidatura alternativa que, alentada por Maillo, le podría pegar un revolcón
de aquí te espero. Pero eso no va a ocurrir porque Mariano no quiere líos
innecesarios y nadie de su confianza se los va a montar.
Así las
cosas, hay dos posibilidades. La primera es que Rajoy le espete que es el momento
de iniciar el relevo y que tiene que ceder la presidencia del partido y, si de paso
también la de la Junta ,
miel sobre hojuelas, ya que con ello quedaría resuelta de un plumazo la
cuestión de la sucesión. La segunda es que Rajoy esté en otras cosas y de por
bueno sin más lo que decida Herrera, que no sería otra cosa que prolongar su
penoso fin de ciclo en la Junta y en el PP de Castilla y León hasta las autonómicas de 2019. A mediados de febrero saldremos de dudas.