Sentado el principio de que el adelanto
electoral en Castilla y León o en Andalucía ha de contar con el placet de
Génova, que instrumentará dichas convocatorias para impulsar la carrera de Pablo
Casado hacia La Moncloa, de momento el presidente Fernández Mañueco parece
resignado a convivir con la crisis interna abierta en el seno de su gobierno a
raíz del golpe de mano con el decidió truncar la reforma de la atención
primaria promovida por la consejera de Sanidad, Verónica Casado, y su
mentor, el vicepresidente Francisco Igea.
Vista la resaca posterior a la tormenta, queda
nítidamente claro que en ningún momento ha entrado en crisis el pacto de
gobierno PP-Ciudadanos vigente desde el inicio de la Legislatura. En absoluto. El
conflicto se ciñe a la relación del presidente con el vicepresidente y la
citada consejera, quiénes habiendo accedido a la Junta a través de Ciudadanos,
han venido y vienen actuando por su cuenta y al margen de su partido de origen,
incapaz de marcar las políticas de sus teóricos representantes.
Castaño y Fuentes, en una imagen de la anterior Legislatura |
La prueba de que los Fuentes, Castaño
y demás afines a Inés Arrimadas no quieren ni oír hablar de una
ruptura que les apearía de sus cargos es que se han apresurado a pactar con el
grupo popular una Proposición no de Ley en la que PP y C´s ponen en común sus
posiciones sobre la reforma sanitaria, dando así por superada la divergencia de
voto de ambas formaciones con respecto a la PNL socialista que desencadenó la tormenta.
Como no puede ser de otra forma, el texto suscrito entre ambos partidos ofrece “garantía
de asistencia presencial médica y de enfermería en todos los centros de salud y
consultorios locales”, así como “compromiso de no reducción de recursos
sanitarios del medio rural para trasladarlos al medio urbano”. Es decir, todo lo contrario de lo que perseguía
el Plan Aliste, que dejaba sin dotación al 80 por ciento de los 3.666
consultorios, o de lo que proponía el Plan Segovia, que contemplaba la amortización
de plazas médicas en el medio rural. Todo un estímulo a abandonar el medio
rural en pleno desplome demográfico.
De “malentendido”, nada.- Pero mientras los dos partidos coaligados restablecen su armonía parlamentaria, la relación entre el PP y el dúo Igea-Casado sigue siendo tormentosa.
Mañueco en su escaño de las Cortes. Detrás, Raúl de la Hoz |
Mañueco ha dado instrucciones a Casado para
que proceda en consecuencia, pero no se fía de que, en lugar de hacerlo, siga
embrollando la situación, como lo hace desde el momento en que niega que haya
existido nunca ningún plan. Tal es la desconfianza del presidente que, lejos de
conceder ningún cheque en blanco, ha puntualizado que su “aval” no es a ninguna
actuación de la consejera, sino al cumplimiento del mandato de reponer la
atención presencial y mantener la actividad en todos los centros y
consultorios.
Con el golpe de timón ordenado en política
sanitaria, Mañueco ha buscado simultáneamente un doble objetivo: Ahorrarse el
fuerte desgaste que el desmantelamiento de la Sanidad rural estaba suponiendo
para el PP y neutralizar una gran baza electoral del PSOE, que se opuso desde
el minuto uno a esa reforma y de hecho condicionó y condiciona cualquier negociación
en la materia a la retirada de los planes negados por la consejera.
El oportunismo electoral con el que ha actuado
el presidente de la Junta admite pocas dudas. Mientras Ciudadanos era un
compañero de viaje imprescindible, se despreocupó de las políticas incendiarias
de Igea, Casado y Amigo, como si la cosa no fuera con él. Hasta que
llegados a este punto, en el que el PP ha fagocitado al electorado naranja y
C´s es un partido zombi, ha decidido parar los pies a las lesivas iniciativas
del pirómano vicepresidente.
Verónica Casado |
Entretanto, se tramita en las Cortes otra de
las polémicas reformas consentidas por Mañueco a Igea, la que se propuso
desbloquear los mapas rurales de la Ordenación del Territorio a costa de
dinamitar el anterior consenso existente entre PP y PSOE. La reforma tenía como
objetivo inicial eliminar la mayoría cualificada que obligaba al consenso entre
los dos principales partidos, pero además de eso se ha descolgado dejando en
manos de las Diputaciones provinciales la delimitación de los polémicos mapas,
a partir de los cuales se organizan todos los servicios de la Junta, incluidos
los sanitarios.
No deja de tener miga el asunto. En lugar de
coger ese toro por los cuernos, el vicepresidente que concurrió a las
elecciones encabezando el cartel electoral de Ciudadanos desvía esa
responsabilidad hacia las Diputaciones, esas mismas que el partido naranja
quería suprimir por superfluas. Al margen de ello, está por ver si el PP lleva
al final esa confrontación con los socialistas, que tienen en el ámbito
municipal una de sus fortalezas, o deja colgada otra de las dañinas reformas de
Igea.
Y con este mar de fondo seguiremos mientras
Génova no disponga otra cosa. Por de pronto, hasta la convención nacional de
primeros de octubre en Valencia la cúpula del PP no pondrá en marcha nada que
interfiera ese fasto. Días antes, Pablo Casado hará una escala previa en
Valladolid para escenificar su entrañable relación con Fernández Mañueco. El
mismo presidente autonómico al que hace menos de un año quería moverle la
silla. ¿O no?