Las “200 propuestas para las personas” que, a modo de esbozo de programa electoral, presentó el pasado mes de diciembre el Partido Socialista de Castilla y León, ya no son 200, sino cerca de 400.
Ello es el resultado de las aportaciones del propio partido y de la “sociedad
civil” al documento base elaborado por la Ejecutiva Autonómica
que encabeza Julio Villarrubia. A falta de elegir
candidato a la presidencia de la
Junta en las primarias previstas en otoño, parece que los
socialistas de Castilla y León tienen bastante encaminado el que será su
programa electoral.
Sin desmerecer el trabajo realizado, el
problema es que a estas alturas los programas electorales ya no se los cree
nadie. La desconfianza ciudadana hacia ellos viene de lejos. Tan lejos que Enrique Tierno Galván, el añorado alcalde de Madrid, llegó a decir con su característica
retranca que “los programas electorales están para no cumplirse”. Y en mayor o menor medida, así ha sido siempre.
A veces con
premeditación y alevosía como aquel “OTAN de entrada no” con el que, de
la mano de Felipe González, acabamos
de hoz y coz en la Alianza Atlántica.
En realidad, el único político que parecía creerse lo del programa era Julio Anguita y, aun concediéndole el
beneficio de la duda, nunca sabremos en que medida lo habría cumplido si IU hubiera tenido ocasión de gobernar.
Ex presidentes en el funeral por Adolfo Suárez |
Si todavía quedaban ingenuos que se creían los
programas electorales, Mariano Rajoy
ha acabado definitivamente con ellos. Jamás nadie había incumplido en tan poco
tiempo mayor número de compromisos electorales. Todo un record. Zapatero acabó traicionando la
confianza de sus votantes, pero se tomó su tiempo. Lo de Rajoy ha sido desde
el primer día y de forma sistemática. Desgraciadamente para el PSOE, a Zapatero
no se le recuerda como el presidente que sacó las tropas de Irak y promovió durante su primer mandato importantes avances en materia de derechos sociales y políticas de igualdad. Su presidencia se asocia a su obstinación en negar la
crisis, al viraje de 180 grados que se vió forzado a dar a partir de mayo de
2.010 y a esa ominosa reforma exprés de la Constitución que ha
justificado el “austericidio” que seguimos padeciendo.
Esa reforma de la Constitución fue otro gran mazazo a la credibilidad de los programas electorales, precisamente porque se perpetró
sin que figurara en ninguno, ni en el del PSOE ni el del PP. Lo cual nos
previene de que no solo estamos expuestos al incumplimiento de los compromisos
programáticos, sino a que el gobernante de turno promueva cualquier otra ley o
actuación no incluida en su programa. Incluso algo de la trascendencia de una reforma constitucional.
Óscar López |
De entrada
ambos arrastran el handicap, no solo de haber compartido todos los errores
de Zapatero, sino de haberse atrincherado junto a Rubalcaba para evitar la catarsis que demandaba el triple batacazo electoral
de 2011. A
ninguno de ellos podemos juzgarles por su experiencia de gobierno en Castilla y
León, pero si por el ejercicio de la oposición, labor que permite igualmente
calibrar el crédito o descrédito de un político.
Julio Villarrubia |
Comenzó tragando con aquella vergonzante amnistía fiscal aprobada de tapadillo en verano de 2012 que dio origen al llamado “pacto de
La última ha sido prestarse a negociar, no se sabe a cambio de qué cromos, el mapa de la “ordenación territorial”, pasando por alto, no solo el apoyo de
A los socialistas de Castilla y León les va quedar un programa electoral de ensueño. Lo difícil va a ser que los ciudadanos se lo crean.