lunes, 7 de abril de 2014

Abundancia de programa, escasez de credibilidad

 Las “200 propuestas para las personas” que, a modo de esbozo de programa electoral, presentó el pasado mes de diciembre el Partido Socialista de Castilla y León, ya no son 200, sino cerca de 400. Ello es el resultado de las aportaciones del propio partido y de la “sociedad civil” al documento base elaborado por la Ejecutiva Autonómica que encabeza Julio Villarrubia. A falta de elegir candidato a la presidencia de la Junta en las primarias previstas en otoño, parece que los socialistas de Castilla y León tienen bastante encaminado el que será su programa electoral.


 Sin desmerecer el trabajo realizado, el problema es que a estas alturas los programas electorales ya no se los cree nadie. La desconfianza ciudadana hacia ellos viene de lejos. Tan lejos que Enrique Tierno Galván, el añorado alcalde de Madrid, llegó a decir con su característica retranca que “los programas electorales están para no cumplirse”. Y en mayor o menor medida, así ha sido siempre.
Ex presidentes en el funeral por Adolfo Suárez
 A veces con  premeditación y alevosía como aquel “OTAN de entrada no” con el que, de la mano de Felipe González, acabamos de hoz y coz en la Alianza Atlántica. En realidad, el único político que parecía creerse lo del programa era Julio Anguita y, aun concediéndole el beneficio de la duda, nunca sabremos en que medida lo habría cumplido si IU hubiera tenido ocasión de gobernar.

 Si todavía quedaban ingenuos que se creían los programas electorales, Mariano Rajoy ha acabado definitivamente con ellos. Jamás nadie había incumplido en tan poco tiempo mayor número de compromisos electorales. Todo un record. Zapatero acabó traicionando la confianza de sus votantes, pero se tomó su tiempo. Lo de Rajoy ha sido desde el primer día y de forma sistemática. Desgraciadamente para el PSOE, a Zapatero no se le recuerda como el presidente que sacó las tropas de Irak y promovió durante su primer mandato importantes avances en materia de derechos sociales y políticas de igualdad. Su presidencia se asocia a su obstinación en negar la crisis, al viraje de 180 grados que se vió forzado a dar a partir de mayo de 2.010 y a esa ominosa reforma exprés de la Constitución que ha justificado el “austericidio” que seguimos padeciendo.

 Esa reforma de la Constitución fue otro gran mazazo a la credibilidad de los programas electorales, precisamente porque se perpetró sin que figurara en ninguno, ni en el del PSOE ni el del PP. Lo cual nos previene de que no solo estamos expuestos al incumplimiento de los compromisos programáticos, sino a que el gobernante de turno promueva cualquier otra ley o actuación no incluida en su programa. Incluso algo de la trascendencia de una reforma constitucional.

Óscar López
Todo ello hace que a estas alturas los programas electorales sean papel mojado o brindis al sol. Papel mojado si el partido en cuestión gobierna o tiene aspiraciones de gobernar. Y brindis al sol, si sabe de antemano que no cuenta con la menor posibilidad de aplicarlo. En el caso de los socialistas de Castilla y León, a priori las expectativas de gobernar son mas bien remotas, ya sea Villarrubia u Óscar López quien encabece el cartel electoral.

De entrada ambos arrastran el handicap, no solo de haber compartido todos los errores de Zapatero, sino de haberse atrincherado junto a Rubalcaba para evitar la catarsis que demandaba el triple batacazo electoral de 2011. A ninguno de ellos podemos juzgarles por su experiencia de gobierno en Castilla y León, pero si por el ejercicio de la oposición, labor que permite igualmente calibrar el crédito o descrédito de un político.

La estrategia de oposición seguida por Óscar López hasta las elecciones de 2011 fue profundamente equivocada. Y bien que lo pagó en las urnas, cosechando el peor resultado electoral del PSCL-PSOE en unas elecciones autonómicas. Visto el listón dejado por su antecesor, Julio Villarrubia tenía relativamente fácil impulsar otro tipo de oposición menos acomplejada y genuflexa con el gobierno de Juan Vicente Herrera. Pero, lejos de escarmentar en cabeza ajena, el actual secretario autonómico ha incurrido en errores todavía mas estrepitosos, cayendo una y otra vez en las continuas trampas que le tienden desde el colegio de la Asunción.

Julio Villarrubia
“No vamos a tolerar que la Junta…”. Es la muletilla habitual con la que Villarrubia manifiesta su supuesta oposición a cualquier medida, exceso o tropelía del gobierno Herrera. Y lo hace siempre con mucho énfasis, como si estuviera convencido de lo que dice. Sin embargo, la realidad es que el secretario autonómico del PSOE tolera, consiente y traga todo lo que le echen.

Comenzó tragando con aquella vergonzante amnistía fiscal aprobada de tapadillo en verano de 2012 que dio origen al llamado “pacto de la Coronita suscrito en octubre de ese mismo año. Sin exigir lo acordado al respecto en dicho acuerdo, ha consentido que la Junta ejecutara a su pleno antojo la reestructuración del tinglado de empresas, entes, fundaciones y demás chiringuitos que constituyen la Administración B. Y como consecuencia del mismo pacto ha tragado sin rechistar con la contrarreforma que ha socavado la autonomía e independencia de las instituciones de control y fiscalización de la comunidad autónoma. Y ahora se lamenta del veto que acaba de poner el PP al Consejo de Cuentas...

 La última ha sido prestarse a negociar, no se sabe a cambio de qué cromos, el mapa de la “ordenación territorial”, pasando por alto, no solo el apoyo de la Junta a la reforma local de Montoro, sino el plan de la Consejería de Sanidad que ha puesto patas arriba la atención primaria en el medio rural, o sea, uno de los servicios básicos a "ordenar". Y así podríamos seguir, sin olvidar la complicidad y corresponsabilidad en el expolio y almoneda de las Cajas de Ahorro.

 A los socialistas de Castilla y León les va quedar un programa electoral de ensueño. Lo difícil va a ser que los ciudadanos se lo crean.