lunes, 28 de abril de 2014

La apatía ante las europeas

 Si exceptuamos aquel inútil referéndum celebrado en febrero de 2005 para ratificar la Constitución Europea, no se recuerda una apatía ciudadana como la que estamos viviendo ante las elecciones europeas del 25 de mayo. En aquella consulta -que no sirvió absolutamente para nada, ya que después, tras el rechazo de otros países, aquel pretendido tratado constitucional quedó en papel mojado- la participación fue de un 42,32 por ciento, prácticamente la misma que vaticina ahora el sondeo de Metroscopia publicado este domingo por “El País”.


 Y sin embargo, las de 2014 son sin duda las elecciones europeas más importantes desde que España se integró en la Unión Europea. Por primera se anuncian y concurren los candidatos a presidir la Comisión, de forma que dicho cargo no podrá recaer después en un candidato sobrevenido y de conveniencia que ni siquiera ha pasado por las urnas, caso de José Manuel Durao Barroso, el anfitrión de la infausta foto de las Azores. Ello, unido a  la plena competencia del Parlamento Europeo sobre el Presupuesto comunitario, refuerza el papel de la Cámara frente a la propia Comisión, el Consejo y la cumbre de Jefes de Estado y Gobierno, que hasta ahora han hecho y deshecho al margen de la institución parlamentaria.

 Pero si algo ha puesto de relieve la crisis, ha sido la cesión de soberanía y el sometimiento de los países miembros a los postulados económicos y financieros dictados por la Unión Europea en comandita con el Fondo Monetario Internacional. O lo que es lo mismo, la tiranía de la “troika” constituida por la Comisión, el Banco Central Europeo y el FMI. Se supone que una mayoría parlamentaria distinta a la de signo conservador-neoliberal que encarna Angela Merkel conllevaría un giro en las políticas europeas tan profundamente antisociales impuestas a los países más castigados por la crisis.

Rajoy y Merkel
 Las anteriores serían, sobre el papel, razones más que sobradas para despertar el interés del electorado. Y a ellas hay que sumar las de lectura interna, que en esta ocasión deberían de tener más peso que nunca. Aunque sea indirectamente, los españoles tenemos la ocasión de examinar en las urnas la gestión realizada -para muchos, perpetrada- por el gobierno de Mariano Rajoy en sus 28 meses de existencia. 
Si el PP sale mal parado del trance, Rajoy no dudará en afirmar que no se estaba juzgando la labor de su gobierno, sino simplemente eligiendo a los 54 eurodiputados españoles. Pero como el PP gane estas elecciones, aunque sea por los pelos, la conclusión será justamente la contraria: presentarán el resultado como un espaldarazo a la gestión del gobierno contra la crisis, asegurando que los españoles hemos dado por buenos todos los sacrificios en aras de una recuperación económica que no admite ninguna discusión. Los dos discursos están listos para la noche del 25 de mayo.

 Este carácter “plebiscitario” debería ser otro factor que activara el voto en estas elecciones, al igual que la irrupción de distintas fuerzas políticas emergentes de distinto signo que se postulan como opciones alternativas a los anquilosados partidos tradicionales que han sumido en el máximo descrédito a la clase política española (cada uno por separado y en no pocas ocasiones al alimón). Y sin embargo, los sondeos siguen vaticinando una participación más pobre aún que la registrada en 2009, que fue de un 46 por ciento.

Isabel García Tejerina
 Hace un par de semanas, recién nombrado candidato Arias Cañete, ya apuntamos aquí la deliberada estrategia del PP de plantear una campaña plana y de perfil bajo que no despierte al electorado amuermado, temeroso de que ello movilice el “voto de castigo” hacia el gobierno Rajoy. Piensa que cuanto más baja la sea la participación, menor será ese voto contrario. Y está obrando en consecuencia. 
El inusual retraso en designar a Cañete formaba parte de esa estrategia, lo mismo que su inaudita permanencia en el cargo, convertido en un ministro-candidato que compatibiliza sin ningún rubor sus funciones institucionales con los mitines electorales. Una agenda público-partidista que, por muy amparada que esté por la legalidad, denota donde siguen los estándares de calidad democrática en el comportamiento del PP. 
 Esperemos que a Rajoy no le dé por prolongar esta situación, aunque solo sea por conmiseración hacia la número dos del ministerio, la vallisoletana Isabel García Tejerina, que lleva meses expuesta al síndrome Elena Pisonero, aquella otra paisana a la que José María Áznar dejó compuesta y sin esa misma cartera ministerial.

El hecho es que, a menos de un mes de la cita europea, no se percibe el menor ambiente electoral. El PSOE, haciendo de la necesidad virtud, ha renunciado a las vallas publicitarias, y me da que el PP a lo que va a renunciar es a cualquier debate electoral en el que participe Arias Cañete .Ni con Elena Valenciano ni con nadie. El formato de estos comicios le brinda toda clase de excusas para rehuirlo. Y si le falta alguna, siempre puede recurrir a las esgrimidas por Juan Vicente Herrera, quien se ha negado a participar en debate alguno en las tres campañas electorales en las que ha sido candidato a la presidencia de la Junta.

P.S.- Rajoy, "el previsible", ha nombrado esta mañana nueva ministra a Isabel García Tejerina. Por fín Arias Cañete podrá dedicarse en exclusiva a la campaña electoral. ¡Albricias!