Con razón se mostraba el PP reticente a enfrentar a Arias
Cañete cara a cara con Elena Valenciano en un debate electoral. Partiendo de
la base de que las encuestas le dan como ganador -aunque su victoria, de
producirse, será pírrica-, para los populares el lance presentaba más riesgos
que ventajas. Y además estaba contraindicado con su estrategia de mantener una
campaña lo más plana posible, sin estridencias que desperezaran a una bolsa de
abstencionistas que, si se toma la molestia de acudir a las urnas, es para
darse el gusto de propinarle un voto de castigo al PP.
El problema es que tampoco
podía negarse sin más a celebrar ni siquiera un debate. Esa negativa -que se ha permitido en Castilla y León Juan
Vicente Herrera en todas las
elecciones autonómicas- a estas alturas sería interpretada un desprecio democrático
a los ciudadanos.
Por otra parte, disponiendo del que consideran mejor
candidato del mundo mundial, ¿qué miedo habría que tener a ningún adversario? En esa tesitura, y después de que
el PSOE renunciara a todas sus condiciones, el PP no tenía excusas para rehuir el
debate. A fin de cuentas, a propri su repercusión tampoco iba a ser determinante. Y de
hecho apenas sobrepasaron los dos millones los espectadores que lo siguieron.
Era un riesgo asumible.
Valenciano y Cañete instantes antes del debate |
Los que conocen el alto
concepto que de sí mismo tiene Arias Cañete y la espontaneidad con la que a
veces se manifiesta, le previnieron al objeto de que no se dejara llevar por
ninguno de esos impulsos. El hombre parece ser que estuvo cohibido y por lo
que ví y deduzco de la
“opinión publicada”, perdió claramente el debate. “No fui yo mismo”, ha dicho
reconociendo implícitamente su derrota. El traspiés no hubiera tenido
mayor trascendencia si no fuera porque el candidato del PP, al intentar
justificarse, se ha metido en un charco que ha amplificado el episodio. Y ha
sido cuando ha salido el auténtico y genuino Cañete, el de la “superioridad
intelectual” que no quiso ejercer porque su contrincante era una mujer.
Los expertos suelen decir
que en un debate no se ganan unas elecciones, pero puede ocurrir que se
pierdan. No creo que tampoco sea el caso, pero resulta evidente es que el
candidato del PP se ha retratado tal como es. Nadie duda de su talla
intelectual y de su gran experiencia política, virtudes éstas que atesoraba como
pocos su antiguo jefe de filas, Manuel
Fraga, sobre cuyas salidas de tono me ahorro cualquier otro comentario.
Arias Cañete el pasado sabado en La Navas del Marqués |
Para Elena Valenciano, el debate
a dos constituía una gran oportunidad de proclamar ese “no somos lo mismo” que
se ha convertido en el eje de la campaña socialista. No esperaba un regalo del
adversario como el que ha supuesto la metedura de pata de Cañete, quien además
no ha tenido la humildad de rectificar y pedir perdón por su desvarío. Su
defensa de la mujer basada en su propia trayectoria personal del PP, ha
incurrido en un exceso de modestia, ya que no puede presentarse como discípulo
de la malograda Loyola de
Palacios (la ha apellidado
así, en plural) un hombre que ya lleva 10 años en el Parlamento Europeo cuando ella fue nombrada ministra de
Agricultura
Después de haber sido eurodiputado entre 1986 y 1999, en realidad a Cañete no le apetecía nada encabezar la lista del PP al Parlamento Europeo. Pero no le ha quedado mas remedio porque esa es la condición que le ha impuesto Mariano Rajoy antes de recalar en el puesto de comisario reservado a España -que ahora ocupa el socialista Joaquín Almunia- en la próxima Comisión Europea. Realmente el que sustituirá a Jaime Mayor Oreja como cabeza visible de los eurodiputados del PP será Esteban González Pons, a quien Rajoy envía a Bruselas, alejándole definitivamente de la posibilidad de hacerle ministro en una posible remodelación de gobierno.
Por lo demás, los sondeos
publicados este domingo, realizados sobre encuestas previas al desvarío de
Cañete, siguen en la misma línea de todos los anteriores. Victoria pírrica del
PP, derrota (mínima pero no por ello menos estrepitosa) del PSOE, avances de IU
y UPyD, fracaso de Vox” y representación de tres candidaturas emergentes :
“Podemos”, “Ciudadanos” y “Primavera Europea”. Todo ello con una abstención que
en el mejor de los casos no bajará del 55 por ciento.
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