Nunca unas elecciones europeas, por sí mismas
de trascendencia muy limitada, habían provocado tanta convulsión política como las
del pasado domingo. Y ello tiene su lógica. Nunca los dos grandes partidos que
se han venido alternando en el poder desde la transición habían sufrido un
batacazo simultáneo. Cada ascenso electoral de uno siempre se había
correspondido con el descenso electoral del otro y la suma de ambos nunca había
bajado de un 75 por ciento de los votos. Ese era el gran pilar del
bipartidismo, reforzado además por un sistema electoral (ley D Hont) que además
sobredimensiona su representación en escaños.
El 25-M no se ha producido ningún vuelco
electoral, pero ha emergido una corriente de fondo que dibuja un futuro mapa
político notablemente diferente al actual. Resulta obvio -entre otras cosas por
la circunscripción estatal única y por el nivel de participación- que los
resultados del pasado domingo no son
extrapolables a unas elecciones generales, en las que además la apelación al
llamado voto útil favorece la bipolarización en favor de las opciones con
mayores posibilidades de conformar gobierno.
Será muy difícil que en las
próximas generales el PP caiga de los 186 diputados actuales a los 137 que le
corresponderían con unos resultados como los del pasado domingo, pero
resultaría un milagro que en 2015 no bajara de los 176 que marcan la mayoría
absoluta. A año y medio de esas elecciones, eso puede darse tan seguro como una
nueva correlación de fuerzas en el seno de la izquierda.
Antes, en menos de un año, habrá ocasión de
comprobar como se concreta la decadencia del bipartidismo en el ámbito
autonómico y municipal. En lo que respecta a la Junta de Castilla y León, las
expectativas de una alternancia política siguen siendo prácticamente nulas. En
una situación tan adversa como la de estas elecciones europeas, el PP seguiría
manteniendo su mayoría absoluta (43 procuradores) en las Cortes de Castilla y
León. Y en el muy improbable caso de que no la alcanzase, la teórica
alternativa sería un cuatripartito o quintapartito completamente inviable, ya que
nadie se imagina a la UPyD
de Rosa Díez pactando con todo el
bloque de la izquierda.
Juan Vicente Herrera en su escaño de las Cortes |
Salvo cataclismo, después de 28 años
gobernando esta comunidad, el PP volverá a ganar las próximas elecciones
autonómicas y seguirá instalado en la Junta.
Y así será se presente a la reelección Juan Vicente Herrera o sea cualquier otro el candidato o candidata.
Cuestión diferente es que, tratando de conservar sus privilegios y prebendas, el círculo político-mediático que maneja al actual presidente de la Junta haya comenzado a
reactivar la campaña “Juanvi quédate” que “El
topillo” ya veía venir hace un año (ver archivo).
¿Y qué
decir del panorama que se les presenta a los socialistas de Castilla y León ante el estado catatónico en que ha quedado el partido tras las elecciones del
pasado domingo? No parece que el enésimo descalabro electoral haya disuadido a Óscar López y a Julio Villarrubia de su propósito de competir por encabezar el
cartel socialista en las próximas elecciones autonómicas. La novedad es que,
tras el congreso federal extraordinario anunciado para julio, López ya no
afrontaría las primarias autonómicas siendo el número tres en Ferraz, lo que
colocaría ahora en situación de ventaja al actual secretario autonómico.
Lo deprimente es que las opciones para encabezar
esa candidatura se centren en dos políticos completamente amortizados que,
independientemente de su edad, representan el pasado, la vieja forma de hacer
política que ha conducido al PSOE a la penosa situación en que se encuentra y
de la que son plenamente corresponsables.
Óscar López y Julio Villarrubia |
Ni a López ni a Villarrubia les anima
la remota posibilidad de presidir la
Junta , sino su aspiración a seguir viviendo de la política
desde la cómoda y bien remunerada portavocía del grupo parlamentario socialista
de las Cortes de Castilla y León.
Para colmo de males, la tercera vía que en
otro momento pudiera haber representado el “chaconista” Carlos
Martínez, alcalde de Soria y secretario provincial del PSOE, se ha ido
desvaneciendo, y más después del varapalo recibido por los socialistas sorianos
el pasado domingo. ¿Emergerá de aquí a septiembre un candidato alternativo con proyección de futuro, capaz de devolver la ilusión a la militancia del partido en Castilla y León? Para ello resulta condición “sine
qua non” que del congreso federal de julio surja un lider sin ataduras pasadas que impulse la imprescindible regeneración y apertura del partido.
Donde se atisban no pocas posibilidades de
alternancia política es en las próximas elecciones municipales, en las que las
cómodas mayorías absolutas de las que disfruta el PP en siete de las nueve
capitales de provincia están claramente amenazadas (si bien no todas por
igual).
Todo indica que la UPyD
va a tener la llave en muchos de los principales ayuntamientos de la comunidad.
La gran incógnita es en que derivará para entonces la fragmentación de la
izquierda constatada en las europeas, o, lo que es lo mismo, en qué medida
“Podemos” será capaz de montar candidaturas que transformen en representación municipal
el caudal de votos recogido el pasado domingo.