Cinco días
y sus respectivas noches ha tardado Arias
Cañete en pedir disculpas -de bastante mala gana- por su clamorosa
metedura de pata tras el debate electoral con Elena Valenciano. Tratándose de alguien con tan alto coeficiente
intelectual, es evidente que ha tardado demasiado en enmendar el error. Y que el retraso
denota que la rectificación se ha producido completamente a la rastra y quizá
no tanto por paliar el posible daño electoral del episodio como el lastre que
pudiera suponer el mismo de cara a sus aspiraciones de ser nombrado comisario europeo.
Soraya Saénz de Santamaría, de campaña en Valladolid |
Al intentar salvar sus muebles, Cañete ha
dejado en evidencia a toda la tropa del PP que durante esos cinco días se ha afanado
en justificar sus desdichadas palabras con argumentos de lo mas peregrino y
sin exigirle nunca que pidiera disculpas. Y ahora salen esos mismos a toro
pasado afirmando que dichas disculpas eran “oportunas” y hasta “muy necesarias”,
como dijo ayer el ínclito Agustín Diaz
de Mera, esa lumbrera política que ocupa la cuota del PP de Castilla y León
en la candidatura europea.
Afortunadamente, el circo electoral de estos comicios agota sus últimas funciones. Esa campaña anodina y tediosa,
que discurría ente la indiferencia general de la inmensa mayoría de los
ciudadanos, ha terminado degenerando en el guirigay y pandemónium de costumbre.
Todo a raíz del episodio Cañete, a partir del cual ha regresado la espiral de
“vale todo” y del “y tú más” de siempre. Ya se sabe que la cabra por naturaleza
tira al monte y así ha vuelto a suceder.
Valls, primer ministro francés, con Valenciano en Barcelona |
Queda por ver si lo de Cañete tiene algún coste
electoral para el PP. Si, pese a su deplorable campaña electoral, al final logra
la victoria pírrica que le atribuían casi todas las encuestas, nadie reprochará
nada al candidato. Pero como esa victoria se decante del lado socialista -hipótesis
no descartable, dado que algunos sondeos estaban muy próximos al empate
técnico-, el ex ministro de Agricultura se convertiría automáticamente el chivo expiatorio de la derrota. Ello
además de quedar más que tocado en su sueño de ser comisario europeo.
El episodio ha embarrado la campaña al punto
de que el PP no ha dudado en utilizar los tentáculos del gobierno Rajoy para forzar
el cese de Magdalena Álvarez, la ex ministra socialista que
ocupa la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Desde que la Audiencia Provincial
de Sevilla ratificó su imputación en “caso de los ERE", el gobierno se había
limitado a sugerir, de forma muy diplomática, su posible dimisión, sin
solicitarla ni plantear ninguna iniciativa al respecto. Y ha sido estallar lo
de Cañete y la representante española en el Consejo de Administración del BEI
ha iniciado los movimientos para desalojar a “Maleni”, quien, en lugar de haber
dimitido desde el minuto uno de su imputación, se ha aferrado al cargo creyendo
que las instituciones europeas funcionan como un cortijo andaluz.
Por lo demás, dejando a un lado el parón provocado
por el asesinato de Isabel Carrasco,
esta campaña electoral apenas ha cobrado vuelo en Castilla y León. Los
principales reclamos electorales han pasado por aquí con mas pena con gloria y
todos los partidos se las han visto y deseado para reclutar un auditorio de
fieles que casi nunca han llenado unos recintos de por sí mucho mas reducidos
de lo habitual.
Aquella arenga de Juan Vicente Herrera en la convención del PP celebrada a mediados de marzo en Palencia, en la que instaba a los centenares de cargos públicos allí reunidos a afrontar estas elecciones con la misma intensidad que unas municipales, autonómicas o generales, no parece que haya surtido mucho efecto. “Se tomará nota de quien ha participado y ha estado a la altura de las circunstancias y de quien ha escurrido el bulto”, dijo aquel día el presidente.
Herrera, de mitin en Benavente |
Aquella arenga de Juan Vicente Herrera en la convención del PP celebrada a mediados de marzo en Palencia, en la que instaba a los centenares de cargos públicos allí reunidos a afrontar estas elecciones con la misma intensidad que unas municipales, autonómicas o generales, no parece que haya surtido mucho efecto. “Se tomará nota de quien ha participado y ha estado a la altura de las circunstancias y de quien ha escurrido el bulto”, dijo aquel día el presidente.
No digo yo
que Herrera debiera autoincluirse en la lista, pero es el primero que ha estado
desdibujado, difuso e intermitente a lo largo de la campaña, en la que ni
siquiera se ha pateado las nueve capitales de provincia. El entusiasmo que ha
mostrado ante estas elecciones es perfectamente descriptible. En eso desde
luego ha estado a tono con la inmensa mayoría de los ciudadanos.