lunes, 25 de junio de 2018

Días de rosas y espinas

   Habrá que esperar esos cien días de gracia que han caído en desuso para ver como se va asentando el tablero de la política española después del cambio de gobierno. Los primeros sondeos indican un importante repunte del PSOE, que aparece ahora como primera fuerza política con varios puntos de ventaja sobre PP y Ciudadanos, que hace tan solo un mes superaban holgadamente a los socialistas. 



Pedro Sánchez
Es sin duda el reflejo de de la buena acogida del primer gobierno de Pedro Sánchez, cuyo nivel y composición sorprendió a una opinión pública que no esperaba un nuevo banco azul de semejante calado y proyección. 
(De suerte que incluso el “gatillazo” de Maxim Huerta ha permitido corregir la frivolidad de su nombramiento y reemplazarle por alguien de acreditada solvencia en el ámbito de la gestión cultural como es José Guirao). 

Son días todavía de vino y rosas de un gobierno que ha irrumpido con el declarado propósito de aprovechar al máximo la oportunidad que le ofrece la favorable coyuntura política con la que se ha encontrado, en la que el handicap de disponer tan solo de 85 votos se ve compensado con la notable  debilidad de la oposición: Un PP descabezado y envuelto en un espinoso proceso en busca de un nuevo liderazgo, un Albert Rivera descolocado y un Pablo Iglesias atenazado por sus antiguos y recientes errores.

 En estas circunstancias es lógico que Sánchez no tenga la menor intención de convocar a corto plazo elecciones generales. Ha dejado claro que tratará de agotar la legislatura y desde luego piensa afrontar desde La Moncloa la triple convocatoria electoral (municipales, autonómicas y europeas de mayo de 2019), que es la cita que va a determinar la verdadera recomposición del mapa político. No en vano siempre se ha dicho que el partido ganador de las elecciones municipales sale después victorioso de los siguientes comicios generales.

Virginia Barcones y Luis Tudanca
  A expensas de lo que perdure el “efecto Sánchez”, no cabe duda de que los socialistas de Castilla y León han recibido todo un impulso de cara a las próximas elecciones municipales y autonómicas. A falta tan solo de meses, cuenta con ese viento de cola favorable frente a la inestabilidad que atraviesan el resto de las formaciones políticas, especialmente ese PP en horas bajas que en Castilla y León arrastra la rémora añadida de su bicefalia.

  Además de ser es el único partido que a fecha de hoy tiene proclamado sus candidatos a la presidencia de la Junta y a las Alcaldías de más de 20.000 habitantes, el PSOE de Luis Tudanca cuenta ahora con el marchamo de ser el partido gubernamental. Y por si nadie caía en la cuenta, ahí está ya al frente de la Delegación del Gobierno la número dos del partido en la comunidad, la soriana Virginia Barcones, quien ha tardado menos de 24 horas en anunciar los nombres de los subdelegados en las nueve provincias.

 No es casualidad tampoco que el representante del Gobierno en su toma de posesión fuera el secretario general de Infraestructuras, Javier Izquierdo, hasta hace nada presidente del grupo parlamentario socialista de las Cortes. A falta un ministro representativo del PSOE de Castilla y León, Izquierdo, en tanto que responsable de la planificación de las carreteras y el ferrocarril, se perfila como el nuevo cargo público socialista de mayor relevancia para esta comunidad. Sin olvidar el retorno a la Secretaría de Estado de la Seguridad Social del burgalés Octavio Granado, de nuevo al frente del negociado que, con permiso del Pacto de Toledo, gestiona las pensiones.

 No era ya ninguna quimera antes del cambio de gobierno en Madrid, pero en la actual tesitura la hipótesis de una alternancia política en la Junta de Castilla y León no es nada inverosímil. Absolutamente descartada cualquier mayoría absoluta,  resulta difícil vaticinar cual será la fuerza mas votada -dependerá del grado de desplome del PP y del previsible ascenso del PSOE- y de qué lado se decantará Ciudadanos si es que, llegado el momento, dispone de la llave de gobierno.

Alfonso Fernández Mañueco y Juan Vicente Herrera
 En la declinante situación en que se encuentra, lo natural hubiera sido que el PP hubiera puesto fin a su bicefalia en Castilla y León promoviendo la renuncia de Juan Vicente Herrera en favor de Alfonso Fernández Mañueco, quien hubiera afrontado las elecciones autonómicas desde el privilegiado status que confiere ostentar la presidencia de la Junta. Pero Herrera se ha aferrado al cargo y ahí sigue como el presidente “pato cojo” de un gobierno zombi, compareciendo esta semana, en medio de la indiferencia general, en su enésimo debate sobre el estado de la comunidad.

 Mientras tanto, el PP está en plena convulsión interna para elegir al sucesor de Mariano Rajoy. La incomparecencia de Alberto Núñez Feijóo y la inesperada entrada en escena de Pablo Casado ha trastocado por completo las previsiones sucesorias, dejando descolocados a casi todos. Y tras saltar a la palestra Soraya Sáez de Santamaría y Dolores de Cospedal, la dirección autonómica que encabeza Fernández Mañueco ha recogido inmediatamente velas, absteniéndose de posicionarse a favor de ninguno de los candidatos.

Otro tanto han hecho los nueve presidentes provinciales del partido. Naturalmente, todos tienen sus preferencias, pero ninguno quiere arriesgarse a apostar equivocadamente y caer en desgracia ante el sucesor o la sucesora de Rajoy. No se olvide que, con arreglo a los Estatutos del PP, los candidatos a las presidencias de los gobiernos autonómicos, a las alcaldías de las capitales de provincia y a los escaños del Congreso y el Senado se designan directamente desde la calle Génova.