El
aluvión de sondeos electorales publicado en los últimos días confirma, punto
arriba punto abajo, que el resultado deparado por las urnas andaluzas resulta
en buena medida extrapolable a unas eventuales elecciones generales. Como era
de prever, la irrupción de Vox se extiende de forma uniforme al conjunto de
España, lo que ratifica que su principal caldo cultivo en Andalucía no
ha sido otro que el patrioterismo suscitado por el desafío separatista en
Cataluña (más exactamente, la actitud tibia o pusilánime que a juicio del
electorado situado más a la derecha han mantenido sobre el particular tanto el
gobierno Sánchez como el de Rajoy).
Alfonso Fdez. Mañueco y Pablo Casado |
Mientras
que en 2012 Javier “campeón”Arenas
se vio relegado a la oposición pese a ganar las elecciones con el 40,66 por
ciento y mas de 1,5 millones de votos, Moreno
Bonilla va a presidir la
Junta de Andalucía con un porcentaje del 20,75 y menos de la
mitad de aquellos votos. Cuestión diferente es que esa ecuación tan favorable,
con la que Casado ha camuflado la pérdida de más de 310.000 votos respecto a
las anteriores elecciones andaluzas, se vuelva a reproducir mecánicamente cada
vez que vuelva a haber elecciones. Entre otras cosas, porque para nada está
garantizado que Ciudadanos -y así lo ha advertido ya el propio Albert Rivera- en el futuro vaya a
pactar de forma sistemática con el PP y no digamos si para que salga la
ecuación es imprescindible la incómoda y molesta presencia de la extrema
derecha.
Centrándonos en Castilla y León, lo previsible
es que Vox, que con toda seguridad obtendrá representación parlamentaria en las
próximas Cortes, no tenga sin embargo un papel determinante a la hora de
inclinar el signo del próximo gobierno autonómico. Lo normal es que, por mucho
que retroceda, el PP siga siendo la fuerza más votada en la comunidad y que con
Ciudadanos alcance sobradamente la mayoría absoluta de 41 procuradores
necesaria para investir al sucesor de Juan Vicente Herrera (en el actual
hemiciclo ambos suman 47, 42 y cinco, respectivamente).
Albert Rivera durante una visita a las Cortes |
El escenario abierto en Andalucía sienta dos
precedentes a tener en cuenta. Uno es que el PP se ha pasado por el forro ese
principio que tan machaconamente defendía a favor de que gobernaran las listas
más votadas y que éstas no se vieran desplazadas por los “pactos de perdedores”. Y
otro es que Ciudadanos, pese a ser la tercera fuerza en votos, no ha tenido
ningún complejo en defender la opción de su candidato a presidir el gobierno
andaluz. Pero dichos precedentes no son los dos únicos factores que dan pábulo
a ese posible pacto entre PSOE y Ciudadanos si ambos suman la cifra requerida.
Luis Tudanca |
Todo lo
anterior sin olvidar que las elecciones municipales a celebrar el mismo día van
a volver a deparar el fraccionamiento político que ya registraron los
principales ayuntamientos de la comunidad en 2015, cuando tan solo el de Soria
capital registró una mayoría absoluta. Un fraccionamiento corregido y aumentado
al aparecer en escena Vox, que en el ámbito municipal sí puede tener un papel
determinante.
Y lo mismo cabe decir en relación con las Diputaciones provinciales, donde va a ser
extraordinariamente difícil que se reproduzcan las mayorías absolutas que el PP
consiguió en 2015. Hace al caso recordar al respecto las reveladoras declaraciones realizadas hace un mes por el secretario autonómico del PP, Francisco Vázquez, quien, preguntado
sobre posibles pactos poselectorales, no descartó un “pacto global” en el que,
para conservar la Junta ,
su partido tenga que ceder algunas alcaldías o presidencias de la Diputación. Mucha pero que mucha tela habrá que cortar.