En
política, como casi en todo en general, las prisas suelen ser malas consejeras.
Y pretender recuperar apresuradamente el tiempo desperdiciado, puede acarrear
efectos contraindicados. Es lo que le ha pasado al PP en Castilla y León con la
designación de sus candidatos a las Alcaldías de las nueve capitales de
provincia.
Tras encaramarse a la presidencia nacional del
partido, Pablo Casado dejó para
después del verano la proclamación de los candidatos del PP a las presidencias
de las comunidades autónomas y a las principales alcaldías. Después,
adelantadas las elecciones andaluzas, proclamó a Juan Manuel Moreno Bonilla
y decidió aplazar el resto de las designaciones hasta conocer los resultados
del pasado 2 de diciembre.
Javer Lacalle y Alfonso Fernández Mañueco |
Hasta ahí
la cosa todavía podía disculparse, pero para brengarla del todo en Génova
decidieron forzar a toda prisa el proceso interno para designar a los
“alcaldables” de las nueve capitales, con el fin de poder proclamarlos a la vez
que a Fernández Mañueco. Y a cuatro días del acto programado al efecto en
Palencia, ninguno de los comités electorales provinciales se había reunido para
aprobar sus correspondientes propuestas, que a su vez deberían pasar por el
comité autonómico antes de ser finalmente sometidas al comité electoral nacional, supuestamente
el órgano competente para proclamar las candidaturas definitivas.
Lacalle y Silván, obligados a
repetir.- Pues
bien, sin que se tenga noticia de que se reuniera ni el comité autonómico ni el
comité nacional, Génova fue dando luz verde a las propuestas elevadas por los
comités electorales provinciales, a excepción de la aprobada en Segovia.
Dichas
propuestas llegaban convenientemente adaptadas a los deseos de Casado, quien por
ejemplo obligó a los alcaldes de Burgos, Javier
Lacalle, y León, Antonio Silván,
a concurrir a la reelección. Lacalle no quería repetir ni a tiros, ya que aspiraba
a encabezar la lista autonómica por Burgos y ser consejero en el hipotético gobierno
presidido por Mañueco. Y Silván, amenazado por la espada de Damocles de la
operación Enredadera, hubiera preferido no repetir, pero no tenía otro remedio
que acatar el designio de Casado.
Pilar del Olmo y Juan Vicente Herrera |
En las demás provincias Génova dio por buenas
las candidaturas, bien porque no tenía otros compromisos o porque eran de su
agrado, caso de la “alcaldable” por Valladolid, la consejera de Economía, Pilar del Olmo, directamente avalada
por el todavía presidente de la
Junta , quien siempre ha mantenido una especial sintonía con
Casado, al que apoyó desde el minuto uno en su carrera hacia la presidencia
nacional del partido.
Sin embargo, en Segovia y Ávila, las
respectivas direcciones provinciales del PP no midieron bien sus fuerzas. La
presidenta del PP segoviano, Paloma Sanz
Jerónimo, se cerró en banda con su candidato preferido, el coordinador
provincial del partido, José Mazarías,
desoyendo la sugerencia de Génova de proponer al ex concejal y ex presidente de
Nuevas Generaciones, Pablo Pérez
Coronado, con quien estaba en deuda el “casadismo” por haber tenido en él
su principal apoyo en Segovia con ocasión de las primarias disputadas a Dolores
de Cospedal y Soraya Sáez de Santamaría.
Paloma Sanz y Francisco Vázquez |
“Dedazo” de Casado y por partida
doble.- Pero
entre bambalinas alguien informó a Casado de que a Maroto le habían metido un
gol por toda la escuadra, toda vez que Sanz Merino, portavoz del popular en la Diputación , no es más
que otro destacado miembro del núcleo duro compartido por Paloma Sanz y su antecesor, el secretario autonómico del PP, Francisco Vázquez, a la sazón
presidente de la institución provincial. Y ello colmó la paciencia de Casado,
quien en la misma mañana del sábado utilizó el “dedazo” presidencial para dejar
colgado de la brocha a Sanz Merino y sustituirlo por Pérez Coronado, de suerte que éste tuvo
que coger el coche y desplazarse a toda velocidad desde Segovia a Palencia para poder ser proclamado candidato.
Tras
semejante vodevil y el tremendo escarnio sufrido, la presidenta del PP de
Segovia tendría que haber dimitido fulminantemente. Pero no lo ha hecho ni lo hará, ya que con ello se estaría despidiéndose del escaño que disfruta en el Senado, si no ahora, cuando se
convoquen las siguientes elecciones generales. Y antes de renunciar a ese
momio, pasa por tragar con un desaire que por extensión y elevación alcanza
asimismo a Vázquez y al propio Mañueco.
Carlos García y Pablo Casado |
Pero, ante
las reticencias encontradas en Génova, el presidente del PP abulense optó por dejar pasar
la semana sin convocar el comité electoral provincial, inhibición ante la cual
Pablo Casado decidió tirar del “dedazo” y proclamar por sorpresa candidata a
la alcaldía a la concejala Sonsoles
Sánchez-Reyes, quien hasta ese momento permanecía totalmente ajena a esos tejemanejes internos del
partido.
Si Casado
quería escarmentar a quienes osen desafiar su autoridad, sin duda lo ha
conseguido. Pero ello ha sido a costa de enterrar cualquier asomo de democracia
interna en el partido, de desautorizar a unos presidentes provinciales elegidos
directamente por la militancia (no como él, que lo fué por los compromisarios)
y de lastrar a unos candidatos, los de Ávila y Segovia, que arrastrarán el estigma de serlo exclusivamente gracias a su “dedazo”. De paso, ha dejado en incómoda situación
a Fernández Mañueco, cuya proclamación como candidato a la presidencia de la Junta se ha visto deslucida
por el esperpéntico espectáculo ofrecido por el partido en Palencia. Con todo ello el PP de
Castilla y León no ha podido empezar de peor manera su cuenta atrás hacia las
elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo.