De acuerdo con Murphy, las peores expectativas se han ido cumpliendo y estamos a días de que el flamante presidente de las Cortes de Castilla y León, el bizcochable Luis Fuentes, convoque la sesión de investidura que proclamará nuevo presidente de la Junta al que desde hace dos años lo es también del PP de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. Mañueco y el que fuera candidato de Ciudadanos al mismo cargo, Francisco Igea, ultiman los detalles del nuevo gobierno de coalición, esto es, andan en el regateo final sobre el reparto del botín.
Igea y Mañueco, tras firmar el pacto PP -Ciudadanos |
La
cosa no tiene marcha atrás desde que el pasado viernes, una hora
antes de que se constituyeran las nuevas Cortes, Mañueco e Igea
rubricaron un
“Acuerdo para el gobierno de Castilla y León”
que plasma en 100 puntos, si bien de forma un tanto desordenada y en
muchos aspectos confusa y ambigua, el programa conjunto que
supuestamente se proponen aplicar. Y puesto a prueba dicho pacto con la
elección de la Mesa de las Cortes, presidida por Ciudadanos gracias
al apoyo de los 29 procuradores del PP, el reparto de las consejerías
no puede significar a estas alturas mayor problema. La inmensidad de
las tragaderas de unos y otros está ya más que acreditada.
Un
presidente de las Cortes a la altura de las circunstancias.-
“Es tiempo de cambio”,
proclamó Fuentes al inicio de su primer discurso presidencial. Y la
carcajada de los 35 procuradores resonó a orillas del Pisuerga. El
peor orador que ha conocido grupo parlamentario alguno en los 36 años
de Parlamento Autonómico ha sido catapultado a la presidencia de la
Cámara. Y no es lo malo eso, sino que, pese a leer siempre sus
discursos, incurre en ellos en flagrantes inexactitudes y/o falacias.
“Han tenido que pasar 32
años para que un procurador de un grupo no mayoritario, y por tanto
un candidato de consenso, vuelva a presidir la Cámara...”
Luis Fuentes, nuevo presidente de las Cortes |
Pues
no, ni han pasado 32 años, ni su presidencia es fruto del consenso. Lo primero, porque el centrista (CDS) Carlos Sánchez Reyes fué
presidente hasta julio de 1991; lo segundo, porque no puede ser de
consenso un presidente elegido exclusivamente con los votos del
segundo y el tercer grupo parlamentario, sin el apoyo del
primero, que presentó su propia candidatura. Confundir mayoría con
consenso constituye simplemente una burda patraña.
Pero
tampoco vamos a sorprendernos ahora del grado de calidad democrática
del nuevo presidente de las Cortes, quien por otra parte, conocida la
obsequiosidad mostrada hacia el PP durante la pasada
legislatura, reúne el perfil más que adecuado para ocupar ese cargo
dentro de la componenda a la que han llegado ambos partidos. A decir
verdad, si juzgáramos por la trayectoria parlamentaria seguida por
Ciudadanos durante los últimos cuatro años, el actual enjuague
puede resultar de todo menos sorprendente.
Lo
que había dado lugar al espejismo de una alternancia política en la
comunidad no era esa trayectoria ni tampoco la errática actitud de
Rivera, sino la firmeza con la que un candidato con la credibilidad de
Igea apostó sin ambages por "el cambio y la regeneración democrática" en una comunidad políticamente envilecida por 32 años de gobierno
clientelar salpicado hasta las cejas por la corrupción. Esa es la
gran decepción y su responsable no es el voluble presidente de
Ciudadanos, sino el candidato que sustentó su campaña electoral en
unos principios que ahora incumple con toda la desfachatez del mundo.
Igea y Rivera: La rebelión acaba en sumisión |
En
ese episodio, nada baladí, se forjó la imagen de un político capaz
de poner en juego su carrera política con tal de preservar los
ideales que le habían llevado a militar en Ciudadanos. Un político
cabal que osaba desafiar al endiosado líder de su partido, aún a
riesgo de fracasar en el intento y verse condenado al ostracismo. De
ahí la enorme decepción actual.
¿Cómo es posible que el mismo político que se declaró en rebeldía contra Rivera por no estar de acuerdo con el fichaje de Clemente, se pliegue ahora dócilmente a los caprichosos designios de la cúpula de su partido, renunciando con ello a sus principios, defraudando a sus propios electores, como él mismo ha reconocido, y tirando por tierra todo su prestigio político y personal?
¿Cómo es posible que el mismo político que se declaró en rebeldía contra Rivera por no estar de acuerdo con el fichaje de Clemente, se pliegue ahora dócilmente a los caprichosos designios de la cúpula de su partido, renunciando con ello a sus principios, defraudando a sus propios electores, como él mismo ha reconocido, y tirando por tierra todo su prestigio político y personal?
Está
es la cuestión. Si el “cambiazo” de la bolita de los cubiletes
lo hubiera dado cualquier otro, de nada nos hubiéramos extrañado.
Pero Igea tenía credibilidad, el más preciado de los activos
de que puede disponer un político. Y de ahí el estigma de político
farsante y sin escrúpulos que le perseguirá de por vida.
El Colegio de la Asunción, a la espera de sus nuevos inquilinos |
De
repente, el veto de Ciudadanos a la continuidad de los
presidentes de Diputación que llevaran ya 8 años en el cargo ha
decaído: Ahora la retroactividad empieza a contar a partir de 2015 y
la limitación solo afecta a las instituciones donde haya pacto de
gobierno, lo que excluye de tal veto a los todavía presidentes de
las Diputaciones de Valladolid y Burgos. Y tampoco recoge nada el
documento sobre el presunto apaño de que las presidencias de las
Diputaciones de Burgos y Segovia recaigan en Ciudadanos. (Se ignora
si tras el ridículo del ayuntamiento de Burgos y el papelón del
nuevo alcalde de Palencia, los de Rivera han dado marcha atrás en
ese contraproducente empeño).
Hace
una semana concluía este espacio calificando de “lampedusiana”
la evolución de los acontecimientos. Rectifico. Había una cosa peor
que después de 32 años el PP siguiera en la Junta de Castilla y
León: Que vaya a seguir en comandita de otro partido, Ciudadanos,
que, lejos de regenerar nada, tiene todos los visos de venir a
degradar aún más las instituciones de gobierno de esta comunidad. Demoles tiempo y no tardaremos en comprobarlo.