lunes, 13 de septiembre de 2021

Otra opción de Mañueco: Cesar al dúo Igea-Casado y recomponer el pacto con Ciudadanos

La tormenta política desatada la pasada semana en el seno de la Junta a raíz de que el presidente Fernández Mañueco desautorizara sin ningún miramiento a la consejera de Sanidad, Verónica Casado, y por ende a su mentor, el vicepresidente Francisco Igea, ha desencadenado la psicosis de un adelanto electoral en Castilla y León. Algunos círculos sitúan esos eventuales comicios antes de que finalice el año y algún medio ha aventurado la fecha del último domingo de noviembre. Otros piensan que Mañueco puede esperar a 2.022, anticipándose en todo caso a la moción de censura que el PSOE vuelve a tener opción de presentar a partir del 10 de marzo.

 Si antes de la pasada semana ya se daba casi por descontado que un eventual adelanto en Andalucía arrastraría otro en Castilla y León, no digamos después de este episodio, que ha puesto abrupto fin al idilio político vivido por Mañueco e Igea a partir de su inicial matrimonio de conveniencia. Pero para adelantar elecciones aquí en solitario al PP de Mañueco (y a Génova, que ha de dar el visto bueno) les falta por el momento el argumento de peso que las justifique ante la opinión pública. Y en los seis meses que faltan hasta marzo ese argumento no puede ser otro que la ruptura del pacto de gobierno entre PP y Ciudadanos, algo que hoy por hoy no se ha producido.

Mañueco y Arrimadas el pasado abril en el Colegio de la Asunción
 ¿Crisis? ¿Qué crisis?.- A mi modo de ver no ha sido el pacto de gobierno entre ambos partidos lo que ha entrado en crisis. Y así lo ha dejado muy claro Inés Arrimadas, subrayando de paso su “excelente” relación con Mañueco. Lo ocurrido es algo muy distinto: El presidente de la Junta ha puesto pie en pared ante el permanente desafío a su autoridad por parte de dos de los miembros de su gobierno nombrados en su día a instancias de Ciudadanos. Y los ha desautorizado públicamente de forma descarnada apoyando en las Cortes una proposición socialista que manda a la papelera la reforma de la atención primaria en la que se habían obstinado los susodichos. Y no solo eso: ha ordenado iniciar una negociación con el PSOE en busca de un consenso sanitario sobre la base de dicha resolución parlamentaria.

 En una democracia normalizada, la consejera y el vicepresidente, tendrían que haber dimitido irrevocablemente. Era la única salida digna ante tamaña desautorización presidencial. Pero la palabra dimisión no figura en el diccionario de Igea, un atrabiliario personaje, iluminado y ensoberbecido, que se considera providencial y con derecho a hundir el templo con todos los filisteos.

 La hipotética dimisión de Igea y Casado (quien, por prescripción del primero, mantiene la boca cerrada, como si todo esto no fuera con ella) se hubiera resuelto sin mayor problema con su sustitución por otros dos representantes nombrados por Ciudadanos. El freno y marcha atrás de Mañueco, sacudiéndose de encima una reforma de alto coste electoral para el PP, no incumple el acuerdo de gobierno suscrito en su día entre ambos partidos, en el que en ningún momento se contempla cerrar consultorios rurales. Una reforma que tampoco puede ampararse en la pandemia, ya que fue impulsada antes de que sobreviniera la crisis sanitaria.

Francisco Igea y Verrónica, dos colegas y un destino
 Desafío a la autoridad al presidente.- A falta de su dimisión, Igea se hizo acreedor de un cese fulminante en la desaforada rueda de prensa que protagonizó el pasado martes, en la que se arrogó para sí mismo y los otros tres consejeros propuestos por Ciudadanos la condición de inamovibles de sus puestos y su plena autonomía para marcar las políticas de sus consejerías. Todo un desafío a la autoridad del presidente de la Junta, quien, de acuerdo con el Estatuto de Autonomía (art. 27) tiene entre sus facultades, como no puede ser de otra forma, las de “dirigir y coordinar la acción de gobierno” y la de “nombrar y separar libremente a los demás miembros de la Junta”.

 Resulta obvio que ningún acuerdo de gobierno entre partidos puede estar por encima del Estatuto, pero es que además en el firmado entre PP y C´s el único cargo de la Junta que se asigna expresamente al segundo partido es la vicepresidencia, sin que conste, claro está, que se tenga que llamar Francisco y apellidar Igea.

 Tan insolente insubordinación era causa más que suficiente para que Mañueco destituyera fulminantemente al hasta ahora vicepresidente, amén de hacer lo propio con Casado, quien hace mucho tiempo que perdió la confianza presidencial. ¿Qué ocurriría si el presidente, en ejercicio de su autoridad, decidiera cesar a ambos?

 Sobre el papel, Ciudadanos podría reaccionar dando por roto el pacto y pasar a la oposición, lo que abocaría, en este caso sí, a unas elecciones anticipadas. Pero como quiera que dichos comicios supondrían la liquidación del partido naranja y el ingreso en el paro de las decenas de cargos públicos y asesores colocados en las instituciones autonómicas, resulta impensable que asistiéramos a semejante “harakiri”.  Habida cuenta del “afecto” de que gozan el vicepresidente y sus afines entre la dirigencia nacional y autonómica, es más que previsible que Ciudadanos se aviniera a mantener el pacto, tal cual o revisado, reponiendo su cuota de representación en el Consejo de Gobierno. El único daño evaluable para PP y C´s sería que un despechado Igea se fuera con su escaño de procurador al grupo de no adscritos de las Cortes, donde compartiría la biblioteca parlamentaria con su antigua y denostada compañera María Montero.

Cartel-contador en el consultorio local de Monumenta (Zamora)
 Dejar pudrir la situación.- Pero cabe sospechar que la audacia de Mañueco no llegue a tanto y que, a la espera de lo que suceda en Andalucía, deje pudrir la situación manteniendo en su gobierno a un dúo que, a la vez que está desahuciado en su partido de origen,  constituye en sí mismo una fuente inagotable de conflictos. Quebrada la confianza del presidente, la permanencia en sus puestos de un tipo tan corrosivo y desquiciado como Igea y de una consejera-títere como Casado constituye un sindiós político.

 De momento, la consejera, que se sabe en el filo de la navaja, se la ha tragado doblada teniendo que acatar la orden del presidente de proceder a desmontar su reforma y devolver la actividad presencial a consultorios y centros de salud, tal como establece la proposición aprobada en las Cortes y le trasladan hoy los presidentes de las Diputaciones. Pero el verborreico vicepresidente es incapaz de contenerse y sigue arremetiendo compulsivamente contra todo lo que sale al paso. Su última enganchada ha sido con el presidente del PP de Burgos, Borja Suárez, quien ha pedido el cese del director del hospital burgalés por los continuos “desatinos” perpetrados estos dos últimos años en dicho centro. A Igea se le hace eterno el día si no puede chapotear en algún charco. Es algo patológico.

(Publicado en elDiario.es Castilla y León)