En ese debate previo al posterior “café para
todos”, en el partido gobernante (UCD) hubo voces muy autorizadas estimando que
regiones como Castilla y León podían satisfacer sus aspiraciones simplemente
con constituir una especie de “Mancomunidad de Diputaciones provinciales”. La
idea estuvo sobre la mesa hasta que desde el propio gobierno de Adolfo Suárez
se apostó por generalizar el proceso autonómico al conjunto del Estado.
Y las
Diputaciones, que estaban reconocidas en la Constitución, siguieron donde
estaban, aunque venidas a menos y sin un papel definido, solapadas entre los
Ayuntamientos y la nueva Administración Autonómica. Un papel tan poco definido
que, llegada la crisis, ha llevado a cuestionar su existencia a partidos
como PSOE e IU, que han venido planteando su desaparición.
Cristobal Montoro presentando su reforma |
Nada mas lejos ello de la intención del PP,
como se pone de manifiesto en su anteproyecto de “Ley para la racionalización y
sostenibilidad de la Administración Local”. Aunque el foco informativo se ha
puesto en la regulación o supresión de los sueldos de los alcaldes y
concejales, la verdad es que ese aspecto es el menos trascendente.
Solo apuntar al respecto la falta de rigor demostrada por el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, al presuponer un ahorro que no es tal, ya que en la práctica el número de ediles que no perciben sueldo alguno es superior al estimado por el propio gobierno. Y en cuanto a la tabla homogénea de sueldos en los principales ayuntamientos, resulta que en comunidades como en Castilla y León supondría mas incremento que ahorro, lo cual es como para mear y no echar gota.
Solo apuntar al respecto la falta de rigor demostrada por el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, al presuponer un ahorro que no es tal, ya que en la práctica el número de ediles que no perciben sueldo alguno es superior al estimado por el propio gobierno. Y en cuanto a la tabla homogénea de sueldos en los principales ayuntamientos, resulta que en comunidades como en Castilla y León supondría mas incremento que ahorro, lo cual es como para mear y no echar gota.
Pero
vayamos a lo verdaderamente sustancial. La piedra angular de la reforma
consiste en sustituir la actual estructura administrativa local por otra que
potenciaría el poder de las Diputaciones provinciales, que pasarían a tutelar o
absorber las competencias de los municipios de menos de 20.000 habitantes, así como las de
las mancomunidades supramunicipales. Con ello el PP mata dos pájaros de un tiro: Concentra
ese poder disperso en unas instituciones (las Diputaciones) bajo su absoluto
control y paralelamente crea el escenario propicio para proceder a la
privatización de servicios hasta ahora públicos. Jugada completa justificada una vez mas con la
coartada de una falsa austeridad que, echando cuentas, no aparece por ningún
lado.
El modelo de Administración Local diseñado por
el PP afecta de manera muy especial a Castilla y León por razones elementales.
En primer lugar, por ser la comunidad autónoma que cuenta con mayor número de
municipios (2.248), prácticamente la cuarta parte de todos los de España. Y
segundo, por concentrar casi las dos terceras partes de las “entidades locales
menores” españolas (2.232 de 3.725), figura especialmente arraigada en las
provincias de León (1.234), Burgos (654) y Palencia (226). El
anteproyecto es claramente beligerante contra esta institución vecinal, amenazando con disolver a todas aquellas que no presenten cuentas en el plazo de tres meses, requisito técnicamente
imposible de cumplir para la mayoría de ellas debido a la falta de regulación
existente.
Pero la amenaza está ahí y se cierne sobre el ingente patrimonio comunal que, pese a su precariedad administrativa, mantienen los pequeños ayuntamientos (la inmensa mayoría de los de Castilla y León) y las mencionadas entidades locales.
Hace 35 años el poder gobernante no tenía
claro si Castilla y León debía ser una comunidad autónoma o una Mancomunidad de
Diputaciones. El PP ha descubierto que ambas cosas pueden ser compatibles y su
combinación sumamente eficaz para afianzar aún mas su aplastante hegemonía
política.