Firma de los Pactos de la Moncloa (1 de octubre de 1977) |
Desde 1982 a 2010, salvo el Pacto de Toledo, la
inmensa mayoría de los pactos políticos registrados en España casi siempre han
sido de conveniencia, destacando sobremanera los alcanzados sucesivamente por
Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero con los
nacionalistas vascos y catalanes a cambio del apoyo de estos a los gobiernos de
turno que no disponían de mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.
Agudizada la crisis, el Mariano Rajoy de la oposición
no dio tregua ni cuartel a Zapatero, ni
siquiera cuando éste, preso del pánico ante la amenaza de intervención
europea, adoptó el brusco golpe de timón de mayo de 2010, asumiendo el programa
de ajustes y recortes impuesto por Angela Merkel. “No importa que caiga España,
que ya la levantaremos nosotros”, comentó Cristobal Montoro a una diputada
canaria que con el tiempo desveló la confidencia.
Tras el
bandazo de Zapatero, y en espera de heredar, Rajoy se avino a firmar el mas
deplorable pacto de conveniencia conocido desde la transición: la reforma
exprés de la Constitución
para demonizar el déficit y priorizar el pago de la deuda pública a nuestros
prestamistas extranjeros por encima de cualquier necesidad social de los
españoles. Con ello el asustado Zapatero tranquilizaba a los mercados y Rajoy
se dotaba de la coartada perfecta para aplicar las políticas “austericidas” que
nos han conducido a la actual situación.
Rubalcaba y Rajoy |
No creo que este acuerdo PP-PSOE sobreviva mas
allá de esa cumbre y se plasme en el plan para el crecimiento y el empleo que
viene demandando el PSOE a raíz de la
EPA que arrojó mas de seis millones de parados en España. No
obstante, cabe preguntarse a que obedece ahora una voluntad de acercamiento que
brilló por su ausencia en circunstancias mucho más críticas, aquellas en las
que España corrió serio riesgo de ser intervenida, tanto durante el mandato de
Zapatero como en el de Rajoy. Y mucho me equivoco o estamos ante una nueva
componenda sustentada en la debilidad que aqueja tanto al gobierno Rajoy como a
la oposición socialista.
Al primero le viene muy bien un gesto que rompa el aislamiento político al que le ha conducido el abuso de su mayoría absoluta, ofreciendo una imagen dialogante que atenúe su fuerte desgaste en los sondeos de opinión. Y al PSOE de Rubalcaba, que no ha dado pie con bola desde su debacle electoral, le serviría para reivindicarse como “oposición útil” y vender que ha sido capaz de hacer rectificar al PP. La desgracia une mucho y el pacto podría servirles a ambos -o al menos eso creen- para contener la incesante sangría electoral que sufren en beneficio de UPyD, IU, sin olvidar otras alternativas políticas menos convencionales que están incubándose.
Al primero le viene muy bien un gesto que rompa el aislamiento político al que le ha conducido el abuso de su mayoría absoluta, ofreciendo una imagen dialogante que atenúe su fuerte desgaste en los sondeos de opinión. Y al PSOE de Rubalcaba, que no ha dado pie con bola desde su debacle electoral, le serviría para reivindicarse como “oposición útil” y vender que ha sido capaz de hacer rectificar al PP. La desgracia une mucho y el pacto podría servirles a ambos -o al menos eso creen- para contener la incesante sangría electoral que sufren en beneficio de UPyD, IU, sin olvidar otras alternativas políticas menos convencionales que están incubándose.
Ya hemos analizado aquí los sucesivos pactos
de conveniencia que han firmado en los últimos años el PP y el PSOE en Castilla
y León. Unos pactos que -a expensas de contrapartidas inconfesables que
lógicamente nunca se han dado a conocer- a la postre siempre han beneficiado a la Junta, que ha encontrado en
ellos un auténtico “chollo” para legitimar determinadas políticas infumables o
salir indemne de fiascos como el desastre de las Cajas de Ahorro.
Juan Vicente Herrera y Julio Villarrubia |
Por el contrario, se sabe que andan negociando
sobre la Ley de
Ordenación del Territorio que la
Junta se ha obcecado en tramitar sin esperar a que se despeje
la “reforma local” estatal con la que se solapa. Una Ley artera e intempestiva
que pide a gritos una enmienda de totalidad que su factotum, el consejero de la Presidencia, quiere
evitar a toda costa. En su día contó “El
topillo” que una de las contrapartidas puede ser la reposición de las
guardias médicas rurales suprimidas el pasado mes de octubre. Y algo de cierto
debe haber visto el súbito y sorprendente parón que registra la intensa
protesta protagonizada durante meses por los vecinos afectados. Pero no
descarten que sobre la mesa aparezcan determinadas contrapartidas ocultas que
no guardan la menor relación con lo que se está negociando. Si es así, espero
que “El topillo” se entere y nos lo cuente.