lunes, 4 de noviembre de 2013

Los barones territoriales del PP o el ejército de Pancho Villa

No hace mucho, contestando a una pregunta parlamentaria sobre las presuntas irregularidades que están aflorando en la gestión de las antiguas cajas de ahorro, Juan Vicente Herrera descartó  tajantemente que la Junta pensara personarse en los procedimientos judiciales abiertos, utilizando como argumento que él preside un gobierno serio y no “el Ejército de Pancho Villa”. Lo sorprendente sería que el gobierno de la comunidad se personara en esas causas, habida cuenta de su corresponsabilidad -al menos política- en el desaguisado de las Cajas y la nutrida presencia del PP en sus antiguos Consejos de Administración.


Pero a lo que iba, no entendí a cuento de que venía la alusión al destartalado ejército de Villa, ya que el procurador interpelante, José María González, de IU, en ningún momento había cuestionado la cohesión del Ejecutivo que preside Herrera, en el que, existiendo de puertas adentro consejeros que no se soportan entre sí, la verdad es que públicamente nunca han exhibido sus diferencias. 
Rajoy y sus barones y baronesas territoriales
La alusión tampoco parecía destinada al PSOE, fiel socio en el vidrioso asunto de las Cajas, donde ambos comparten el mismo interés en deshacerse cuanto antes de los cadáveres, sin realizar, siquiera, las preceptivas autopsias.

 Si por ejército de Pancho Villa se entiende la falta de uniformidad, las banderías, capillas y egoismos dentro de una misma formación, el símil sería de aplicación con harta frecuencia. Por ejemplo a la guerra de guerrillas que mantienen los barones territoriales del PP sobre la financiación de las comunidades autónomas. Desde que llegaron las vacas flacas y se desplomó la recaudación tributaria, todos están descontentos con la porción de tarta que reciben y se han atrincherado en posturas cada vez mas irreconciliables. Un enfrentamiento trufado de electoralismo entre las comunidades de mayor renta y población (en las que el Estado recauda mas de lo que gasta) con aquellas otras en las que ese saldo -que no otra cosa es la balanza fiscal- es negativo.

 La Generalitat de Cataluña, que siempre se ha considerado discriminada por esa redistribución, ha terminado blandiendo ese agravio como principal razón de su apuesta soberanista. Una deriva soberanista que ha hecho mella en el PP catalán, cuya dirigente, Alicia Sánchez Camacho, se manifestaba abiertamente partidaria de “limitar la solidaridad” con las comunidades “deficitarias”, así como de condicionar de forma finalista la redistribución territorial que genera el sistema de financiación autonómica.

 
Bauzá, Fabra y González
Rajoy se vió obligado a desautorizar esa descarnada propuesta y llamar al orden a sus barones, cosa que ya había tenido que hacer el pasado verano cuando se enzarzaron a causa del déficit asimétrico. Pero por mucho que les lean la cartilla en la calle Génova, se comprueba que tan pronto regresan a sus despachos no tardan en andar de nuevo a la greña. Porque lo cierto es que, aunque no lo reconozcan con la misma crudeza, barones autonómicos del PP como el madrileño González, el valenciano Fabra o el balear Bauzá piensan exactamente lo mismo que Sánchez Camacho.

Y a la espera de librar la batalla del nuevo modelo de financiación, los barones del PP refuerzan esa imagen de Ejército de Pancho Villa adoptando en sus taifas medidas fiscales completamente opuestas, sin ningún criterio uniforme. ¿Cómo se entiende que gobiernos autonómicos como los de Madrid, Valencia, Galicia o Extremadura bajen el IRPF y otras comunidades igualmente gobernadas por el PP no lo hagan y todos invoquen el mismo objetivo de incrementar la recaudación?

 Años y años se ha pasado la Junta impugnando las “vacaciones fiscales” del País Vasco, entendiendo que suponían una competencia desleal que animaba a la deslocalización empresarial en beneficio de esa comunidad vecina. Y ahora esa desigualdad fiscal entre distintos territorios limítrofes se ha extendido a toda España a partir de la capacidad normativa otorgada a las comunidades autónomas, que pueden subir, bajar, eximir o desgravar sobre determinados impuestos de titularidad estatal. (Hace poco veíamos lo bien que les ha venido a los riojanos el “céntimazo sanitario” aplicado en Castilla y León).
La consejera Del Olmo y el ministro Montoro
 Esa prerrogativa que permite “modular” impuestos estatales como el IRPF o el de Hidrocarburos, unida a la  disparidad con que se aplican los tributos cedidos (Patrimonio, Donaciones y Sucesiones, Actos Jurídicos Documentados, etc.), ha generado una fiscalidad completamente distinta en cada comunidad. Que es tanto como discriminar o privilegiar a los españoles ante Hacienda y quebrar el principio de unidad de mercado. Y reflejo a la postre del reino de taifas en que ha devenido el Estado de las Autonomías.

En este contexto de escaramuzas propias de un Ejército de Pancho Villa se sitúa el rifirrafe en torno a la política fiscal que hace unos días mantenían el consejero de la Presidencia y Portavoz de  la Junta, José Antonio de Santiago-Juárez, y su homólogo de la comunidad de Madrid, Salvador Victoria. O el frente común creado por Castilla y León, Galicia, Asturias y Aragón para que el futuro modelo de financiación contemple el problema demográfico de estas cuatro comunidades. Un pretendido “lobby” utilizado por la Junta para convertir la despoblación en un problema de Estado, tratando de diluir así el fracaso de la cacareada Agenda de la Población, que en 2014 ya ni siquiera figura como tal en los Presupuestos de la Comunidad.

elblogdepedrovicente@gmail.com     4-11-2013