A Jordi
Évole le ha caído un aluvión de improperios por su osadía televisiva de recrear, sin
advertir previamente de la fabulación, una versión apócrifa del fallido golpe
de estado del 23-F. Sin duda se ha tratado de un experimento muy controvertido que se presta a interpretaciones opuestas, pero la forma en la que la derecha mediática se ha
rasgado las vestiduras resulta de una impúdica hipocresía.
Jordi Évoli |
¿No es acaso toda una recreación reñida con la
realidad la visión sobre la situación de España ofrecida por Mariano Rajoy en el reciente Debate
sobre el Estado de la Nación ?
¿Alguien puede creerse que ya hemos dejado atrás la pesadilla de la crisis
económica y con ella todos los
sacrificios sociales que ha comportado? Pues, increíblemente sí. Esa misma
derecha mediática que ha arremetido contra Évole da por cierta y amplifica
semejante falacia ante la perplejidad e indignación de los muchos millones de
españoles que las siguen pasando canutas y que no tienen la menor percepción de
que vayan a salir del pozo en mucho tiempo.
Y cuidado con contraponer esa cruda realidad social al mantra oficial. En el mejor de los casos serás tildado de catastrofista y apocalíptico, como ha sido calificado Rubalcaba. En el peor, de antipatriota que te resistes a admitir que España no es que vaya bien, como con Aznar, sino que ahora va de cine (nunca mejor dicho, por aquello de la ficción).
Y cuidado con contraponer esa cruda realidad social al mantra oficial. En el mejor de los casos serás tildado de catastrofista y apocalíptico, como ha sido calificado Rubalcaba. En el peor, de antipatriota que te resistes a admitir que España no es que vaya bien, como con Aznar, sino que ahora va de cine (nunca mejor dicho, por aquello de la ficción).
Desgraciadamente, el aserto según el cual la
primera víctima de la guerra es la verdad puede aplicarse tal cual a la actual
política española, convertida desde hace mucho en una insoportable farsa. Ahora
llaman postureo a lo que siempre ha sido impostura. No digamos ya cuando se
aproxima una cita con las urnas.
El Debate del Estado de la Nación ha sido el
pistoletazo de salida de las elecciones europeas del 25 de mayo, las primeras
que se producen en medio de una crisis política e institucional de un sistema
al que le están estallando todas las costuras. Pero esto último, con ser lo mas
grave, no es lo que más preocupa en estos momentos al PP y el PSOE, máximos
responsables -cada uno por su lado y en ocasiones juntos- del desafecto
ciudadano hacia la clase política.
Rajoy y Rubalcaba |
El PP trata de minimizar al máximo el
desplome electoral que se ha ganado a pulso y le auguran las encuestas, y en el
peor de los casos de mantener, aunque sea por los pelos y de forma muy
diezmada, su condición de primera fuerza política. Por su parte, el PSOE aspira
a contener la hemorragia electoral que comenzó precisamente en las elecciones
europeas de 2009, se agudizó en las municipales y autonómicas de 2011 y derivó
en la hecatombe de las pasadas elecciones generales. El resultado que ambos
obtengan el 25 de mayo reflejará el grado de deterioro del bipartidismo y con
él el crecimiento de las fuerzas contiguas, así como la suerte de las distintas
alternativas emergentes que tratan de abrirse paso en el espectro político
español.
En Castilla y León, como en el resto de las
comunidades, las elecciones europeas constituyen un interesante test de cara a
las autonómicas y municipales de 2015. Al margen de los factores diferenciales
en cuanto a candidatos y circunscripciones, los resultados expresarán la
tendencia del voto nacional un año antes de esa doble cita electoral.
Juan Vicente Herrera y Soraya Sáez de Santamaría |
Planteado
ese objetivo, Herrera escuchó el pasado lunes, durante un almuerzo compartido
con los presidentes provinciales del PP, la sugerencia de que la Junta modere el tono de sus
enfrentamientos con el gobierno Rajoy. El juego del “poli bueno” y el “poli
malo” practicado por el gobierno Herrera puede resultar rentable de cara a las
siguientes elecciones autonómicas, pero chirría ante unos comicios europeos con
circunscripción única en los que, para mayor inri, es posible que el cartel del
PP lo encabece el ministro de Agricultura, Miguel
Arias Cañete, con el que la
Junta ha venido manteniendo una fricción tras otra desde que
fue nombrado.
En ese propósito de aparcar, que no resolver,
los conflictos entre ambos gobiernos, la próxima visita de Soraya Sáez de Santamaría al colegio de la Asunción va a ser mano de
santa. Ya verán cómo a partir de ella se pasa página de todos los agravios del
pasado, al menos hasta el mes de junio. Por mucho que Cristóbal Montoro siga haciendo de las suyas, en los próximos tres
meses no oirán a Herrera decir que el ministro de Hacienda “está entretenido
haciendo la vida imposible a las comunidades autónomas”. Ahora dirá que Montoro se está dejando la piel en su empeño de bajarnos los
impuestos a todos los españoles…