¿Qué impulsó ayer a Luis Tudanca a registrar a toda prisa, poco antes de las tres de la tarde, una moción de censura contra el gobierno que preside Alfonso Fernández Mañueco sin disponer de los apoyos necesarios para que prospere? El hecho de que su primer firmante y candidato a presidir la Junta no haya tenido a bien desvelar el detonante que ha precipitado dicha decisión abre barra libre a toda clase de especulaciones.
Desde aquí hemos venido considerando quimérica
la moción con la que los socialistas de Castilla y León venían amagando desde
hace un par de semanas. Por una simple razón: desde el primer momento habían asegurado
que solo activarían el mecanismo si tenían garantizados los apoyos necesarios
para ganar la votación, descartando una moción instrumental, como la promovida
por Vox el pasado mes de octubre en el Congreso de los Diputados, presentada a
sabiendas de que estaba derrotada de antemano.
A media mañana de ayer, conocido ya lo ocurrido en Murcia, el PSOE de Castilla y León seguía contemplando únicamente la opción de la moción ganadora, y así lo ratificó en rueda de prensa su secretaria de Organización, Ana Sánchez. No existía en ese momento el menor viso de que Ciudadanos pudiera secundar aquí la iniciativa con la que los socialistas venían amagando.
Y si quedaba alguna duda, su portavoz parlamentario, David Castaño, en comparecencia conjunta con el del grupo popular, Raúl de la Hoz, no podía ser más taxativo. “Abandone el PSOE toda esperanza, cumpliremos hasta el final el pacto firmado para gobernar la Junta”, dijo Castaño, cuya fidelidad a Inés Arrimadas es tan firme como escasa su simpatía personal hacia su paisano salmantino Fernández Mañueco.
Este rotundo cierre de filas de Ciudadanos y PP, escenificado hacia la una de la tarde, condenaba al fracaso una posible moción socialista, no obstante lo cual Tudanca, desafiando la aritmética parlamentaria, ordenó redactarla tan apresuradamente que entró en el registro de las Cortes con errores ortográficos. Se ha dicho que se trataba de evitar que Mañueco se marcara un “ayuso” y disolviera las Cortes convocando elecciones antes de verse sorprendido por una eventual moción de censura.
Puede que el temor de la presidenta madrileña,
cuya relación con el aguado Aguado
ha sido tormentosa desde el primer hasta el último día, obedeciera a razones
fundadas. Nada que ver con Castilla y León, donde Mañueco no ha tenido ni tiene
ningún problema con Ciudadanos. El problema lo tiene el socio de gobierno
consigo mismo, su sector oficialista afín a la dirección nacional con la
facción que, acaudillada por el vicepresidente Igea,
acapara íntegramente la cuota de poder asignada a C´s en la Junta dentro del llamado "pacto de la rapiña".
Raúl de la Hoz y David Castaño |
En Castilla y León Ciudadanos no incrementaría
su cuota de poder, a todas luces ya sobredimensionada, apoyando una moción de
censura que desalojara a Mañueco del Colegio de la Asunción. Cuestión muy
diferente es que Arrimadas aproveche la convulsión política general y se decida
por fin a forzar la salida del pernicioso Igea y colocar en su lugar a la
coordinadora autonómica del partido, Gemma
Villarroel, con lo que de otra parte le haría un impagable favor a Mañueco.
(La operación conllevaría la defenestración de la consejera de Empleo, la amiga
Ana Carlota, y la segura renuncia de
la de Sanidad, Verónica Casado, que
si bien no sería cesada para evitar las críticas que suscitaría el relevo en
plena pandemia de la máxima responsable de la gestión sanitaria, se iría en
solidaridad con Igea. La continuidad o no del último integrante del cuarteto,
el consejero de Cultura, Javier Ortega,
resulta irrelevante, habida cuenta de su insignificancia política).
A expensas de lo anterior, la precipitada
moción de Tudanca produce de entrada el contraproducente efecto del cierre de
filas de PP y Ciudadanos, que volverá a visualizarse hoy mediante la comparecencia
conjunta de Mañueco e Igea.
Alfonso Fdez. Mañueco y Francisco Igea |
Y más allá de resultar de entrada
contraproducente, la moción de Tudanca es sobre todo extemporánea, ya que gasta a
destiempo un cartucho que hubiera reportado verdadero rédito político más
avanzada una legislatura que todavía no alcanzado su ecuador. Ya fuera porque
un posible proceso de descomposición de Ciudadanos podría servir en bandeja los
votos necesarios para que prosperara sin incurrir en trasfuguismo: si el
partido entra en fase de liquidación, sus miembros quedarían legitimados para
reubicarse en otras fuerzas políticas. Ya fuera, en última instancia, como
moción puramente instrumental propulsada para afianzar más cerca de las
próximas elecciones autonómicas la alternativa de gobierno encarnada por el candidato
socialista.
En el actual estado de cosas, una moción que
no salga adelante habrá constituido un viaje a ninguna parte. Un gatillazo político de primera magnitud.