Aunque he elegido la fatídica Ley de Murphy ("todo lo que es susceptible de empeorar, termina empeorando") para resumir el estado de cosas de la política española en general y de la de Castilla y León en particular, nada mejor para describir la situación que dos de las célebres frases atribuidas al genial Groucho Marx. Una de ellas es tan lapidaria como vigente: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. La otra también es sobradamente conocida: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.
Esta última, que dentro de Ciudadanos lleva
camino de convertirse en lema, es aplicable en mayor o menor medida a toda
fuerza política que éste en el poder o aspire a estarlo, como acaban de
demostrar asimismo el PP y el PSOE a partir del artefacto político detonado en Murcia
con inmediatas ondas expansivas en Madrid y Castilla y León. (Aunque Podemos es
actor secundario en este deplorable espectáculo, la formación morada no se libra precisamente
de ninguna las dos sentencias marxianas. Es más, en el caso de Pablo Iglesias,
más que buscar problemas, su afán consiste en crearlos, las más de las veces
artificialmente).
Arrimadas (de espaldas) y Mañueco el jueves en Madrid
¿Qué les voy a contar a estas alturas de Ciudadanos en Castilla y León? Su impostura en
materia de regeneración democrática ya quedó patente durante la anterior
legislatura, y eso que estaba todavía en la oposición y Francisco Igea andaba centrado en su escaño del Congreso de los
Diputados, sin participar directamente en la política autonómica. A los Fuentes, Castaño, González Rodrigo
y compañía se les veía venir de lejos. Antes de las elecciones de 2019 avisé en
este blog de que en el horizonte político solo se vislumbraba algo más negativo
que un nuevo gobierno monocolor del PP en la Junta: Uno de coalición compartido
entre PP y Ciudadanos. Profecía lamentablemente cumplida.
En los 20 meses que lleva ejerciendo su triple cargo en el gobierno que preside Fernández Mañueco, el candidato de Ciudadanos a presidir la Junta y antes frustrado aspirante a lo mismo por la desaparecida UPyD de Rosa Díez, ha demostrado ser el político más abyecto, atribiliario, deleznable, ególatra, histrión, mendaz, nefasto, nefando, pendenciero, tramposo y trilero de cuantos ha conocido esta desdichada comunidad autónoma en sus 38 años de existencia.
La anterior retahíla de adjetivos, expuesta
por riguroso orden alfabético, podría extenderse de forma inacabable, pero para
resumir y parafraseando a Jesulín,
en dos palabras diríamos que Igea es un político im-presentable
indigno de ejercer la menor responsabilidad pública. El daño que ha hecho y
pretende seguir haciendo a Castilla y León y a la convivencia política y
ciudadana de castellanos y leoneses no tiene parangón.
En menos de dos años ha superado ya
ampliamente en ese triste papel a otro político tan sumamente pernicioso como
su antecesor, el decrépito Joseantonio
de Santiago-Juárez, alias “El Pica”
o simplemente “Pica”, hoy resignado
concejal y frustrado alcalde de Valladolid en la sombra. Y si se incluyera como
modalidad de corrupción política la de hacer desde el poder exactamente lo contrario
de lo que se ha propugnado en campaña electoral para embaucar al votante,
estaríamos ante un corrupto político de libro.
Solazándose en la terraza tras una ajetreada mañana |
Entre los altos cargos de las cuatro consejerías que controla, los funcionarios de libre designación y el personal eventual contratado a dedo, constituyen legión los que le deben el puesto en la Junta, entre ellos el grupo de secuaces pillados el pasado miércoles vulnerando la normativa anti-Covid en una terraza próxima a la sede de las Cortes, donde se solazaban tras una mañana en la que todos ellos sintieron que la camisa no les llegaba al cuello (excepto la amiga Ana Carlota, “La dama de las orquídeas”, que lucía jersey de cuello vuelto).
Pero es que el núcleo duro del sector oficial
afín a Arrimadas no es de muy distinta catadura. Su falta de escrúpulos quedó demostrada
con el obsceno reparto de poder derivado del “pacto de la rapiña”, mediante el
cual, aparte de los cargos y prebendas obtenidas en la Junta y en las Cortes,
tuvieron el cuajo de exigir al PP la alcaldía de Palencia (ayuntamiento en el
que tienen 3 de los 25 concejales) y la presidencia de la Diputación de Zamora,
a la que se aupó su único representante en la institución, el heroico Francisco José Requejo.
A ello se añade el garrafal error de estrategia
de presentar la moción con la firma de los 35 procuradores del grupo
socialista, cerrándose con ello la puerta a la posibilidad de presentar otra
posterior hasta que transcurra un año. (De acuerdo con el Reglamento de las
Cortes basta con 13 procuradores para presentar una moción de censura, no
pudiendo ningún procurador que haya suscrito una volver a firmar otra hasta un
año más tarde).Barcones, Tudanca y Sánchez en los pasillos de las Cortes
Pero es que además Tudanca y su número tres, la secretaria de Organización del PSOE CyL, Ana Sánchez, han perdido en los últimos días el oremus. Su desesperada petición suplicando un encuentro con Inés Arrimadas para demostrarle que está siendo engañada por su propio partido resulta patética. Y peor aún es que los socialistas, lejos de rechazar el trasfuguismo, estén fiando el resultado de la moción al voto de procuradores de Ciudadanos que se desmarquen de la posición oficial del partido. En contraste con la sensatez y el rigor con los que actúa la número dos, Virginia Barcones, quien ya acreditó su solvencia a su paso por la Delegación del Gobierno, la frivolidad con la que sobreactúa la numero tres chirría demasiado y no deja en el mejor lugar al número uno.
Tal como está el patio, a una semana de que se debata y vote la moción
de censura, cualquier cosa es posible. Ninguno de los tres políticos más
concernidos las tiene todas consigo. Con el toque de queda, Mañueco se la jugó a hule
o puerta grande, y en el hule convalece, ahora con la amenazante espada de
Dámocles de una moción de censura paralela a la operación diseñada desde Génova
para segarle la hierba bajo los pies dentro del partidoVillarroel e Igea en septiembre pasado
De fracasar en el intento, a Tudanca la extemporaneidad de su iniciativa se le puede volver en contra como un bumerán que ponga en entredicho su idoneidad para volver a encabezar el cartel electoral socialista en las autonómicas de 2023. Por último, Igea, cuya fecha de caducidad en la Junta parecía inminente, puede ser el gran beneficiado del rio revuelto si al final se produce un bloqueo que deje las cosas exactamente igual que estaban.
Sin duda esta
última sería la peor opción y por ende la que confirmaría la fatídica Ley de
Murphy: Que después de tan estrepitosa convulsión, todo continúe tal cual, es
decir, la Junta en manos de un gobierno con un presidente pusilánime atado a un
vicepresidente pirómano al que nada ni nadie impida proseguir su política de tierra
quemada. Vamos, lo que se dice un pan como unas verdaderas hostias.