miércoles, 16 de enero de 2013

Algo empieza a moverse

Todos eramos conscientes de que 2013 no se presentaba bajo los mejores presagios, ni económicos ni políticos. No se vislumbra ningún indicio de que la recesión toque fondo ni el gobierno Rajoy ha manifestado la menor intención de corregir la política “austericida” que viene aplicando desde que llegó al Poder. En ese aspecto está claro que la cosa no tiene trazas de cambiar, como no sea a peor, tal como advierte la fatídica Ley de Murphy.


Quedaba por ver si la clase política comenzaba a tomar conciencia de su alarmante desprestigio social y enmendaba determinados comportamientos que, si nunca han sido de recibo, en el actual contexto social rozan la provocación. Pero no. Habíamos acabado 2012 con el fichaje de Rodrigo Rato por Telefónica y empezamos 2013 con la bochornosa actitud de Duran i Lleida de no darse por concernido ante la condena de su partido por financiación ilegal. Y no habíamos digerido lo del socio de Convergencia cuando saltaba otro chirriante fichaje, el del ex consejero de Sanidad de Madrid, en este caso con la empresa que gestiona la concesión de un servicio que él mismo privatizó.

 A nadie puede extrañar así que los sondeos de opinión del CIS vengan situando a los políticos como el tercer problema señalado por los españoles, a continuación del paro y de la situación económica. Lo irritante es que, sabiéndolo, no se den por aludidos ni se corten un pelo para adoptar  comportamientos que, por muy legales que sean, suscitan el natural recelo y rechazo ciudadano. Y sin embargo, comienzan a observarse ciertos indicios como para pensar que esa disociación entre  políticos y ciudadanos está generando una corriente social de fondo que puede remover las estancadas aguas de la democracia española.

Ramiro Ruíz Medrano
 El sondeo de opinión que publicaba el pasado domingo “El País” mueve a la reflexión. Confirma un fenómeno sin parangón en la política española, cual es que el partido que gobierna y el principal partido de la oposición sufren simultáneamente un fortísimo deterioro. En solo un año de gobierno, el PP habría perdido el apoyo del 33 por ciento de los votantes que le auparon a la mayoría absoluta, en tanto que el PSOE, que registró su peor resultado electoral desde 1979, ha decepcionado al 20 por ciento de los que le fueron fieles en las últimas elecciones. Estaríamos hablando de cerca de 5 millones de españoles (3,6 del PP y 1,4 del PSOE) que en estos momentos reniegan del voto emitido hace 14 meses.

Aunque un desgaste tan prematuro no tiene precedentes, el deterioro del PP entra dentro de la más pura lógica, habida cuenta de la política que viene perpetrando. Ayer leí en algún periódico que el Delegado del Gobierno y presidente del PP de Valladolid, Ramiro Ruíz Medrano, había exhortado a sus compañeros de partido a que defendieran “con valentía” la gestión de Mariano Rajoy. Y pensé que no le falta razón: Como en aquella  canción de Radio Futura, “hace falta valor” para salir a la calle defendiendo las medidas que viene adoptando el gobierno del PP.

Lo que desafía cualquier lógica política es que, mientras el PP sufre semejante deterioro, el PSOE, lejos de beneficiarse de ese desgaste, siga sin contener la hemorragia electoral que comenzó en las elecciones municipales y autonómicas de 2011. En el bipartidismo imperfecto de la democracia española, entre el PSOE y el PP siempre han existido vasos comunicantes, de forma que siempre que ha bajado uno ha subido el otro y viceversa. Por ello resulta insólito que ambos partidos pierdan apoyo a la vez y de manera tan acusada.


Juan José Guemes
Por supuesto que es posible que, de aquí a las siguientes elecciones generales, la situación revierta y que los partidos mayoritarios recuperen el apoyo perdido. Pero si no fuera así, asistiríamos a un espectacular vuelco político en España. Además de no haber mayoría absoluta de nadie, el bipartidismo antes citado saltaría por los aires, dando paso a una correlación de fuerzas que daría un juego político muy diferente.

 Esa es la corriente social de fondo que subyace y que puede que haya encendido la luz de alarma en los cuarteles generales de Génova y Ferraz. Ello explicaría la súbita decisión del ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Juan José Guemes, de desvincularse de la empresa adjudicataria de los análisis clínicos privatizados bajo su mandato. Viendo que no está el horno para mas bollos, me da que el PP, consciente del fuerte rechazo ciudadano suscitado por el “caso Guemes”, ha forzado su dimisión para no cargar con ese coste político. Algo empieza a moverse. 

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