lunes, 3 de diciembre de 2012

La cruz de Juan Vicente Herrera

Aclaro cuanto antes que el título no se refiere a la pesada carga que supone su propio cargo para el presidente de la Junta, aspecto al que ya me referí en la primera entrega de este renovado blog. En eso yo me limité tan solo a constatar algo evidente, añadiendo, eso sí, que si desde dentro de las filas del PP alguien quiere incomodar a Juan Vicente Herrera, nada mas efectivo que pedirle que vuelva a encabezar el cartel electoral en las próximas elecciones autonómicas.

 La cruz a que se refiere el presente artículo es de otra naturaleza. Es con la que está señalado Herrera en La Moncloa y en Génova desde el pasado verano, un estigma del que de momento no ha conseguido desprenderse el presidente de la Junta. La fecha en la que quedó marcado fue la del pasado 12 de julio. Ese día, en la reunión celebrada por el Consejo de Política Fiscal y Financiera, la consejera de Hacienda, Pilar del Olmo, siguiendo las instrucciones del presidente, se abstuvo sobre el límite de déficit propuesto -en realidad impuesto- por el gobierno Rajoy a las comunidades autónomas. Para sorpresa del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, dos comunidades gobernadas por el PP, Castilla y León y Extremadura, expresaban con su abstención su desacuerdo con ese techo del 0,7 por ciento establecido para 2013.

30 de julio: Rajoy y Cospedal, con los barones y baronesas del PP
 Los corifeos habituales presentaron inmediatamente dicha abstención como un valiente gesto de Herrera, que anteponía así los intereses de la comunidad a la disciplina de partido. “Castilla y León se rebela contra el déficit”, tituló el diario de cabecera, marcando la pauta al resto. Por mi parte, desde el primer momento pensé que, más allá de la cuestión del déficit, esa abstención reflejaba el cabreo del presidente de la Junta ante el constante ninguneo con que le ha obsequiado el gobierno central del PP desde que Rajoy llegó a La Moncloa.

Los ninguneos y desaires comenzaron en el capítulo de nombramientos, en el que la posición de Herrera -no se olvide, presidente del PP de Castilla y León- fue completamente ignorada a la hora de cubrir cargos tan importantes como la Delegación del Gobierno y la Confederación Hidrográfica del Duero. Ni Ramiro Ruíz Medrano ni José Valín eran los preferidos del presidente autonómico para ocupar esos puestos. Tampoco consiguió Herrera encontrar un nuevo destino al consejero de Economía, Tomás Villanueva, al que se situaba como aspirante a presidir una empresa publica, aunque al parecer también optó a ocupar la Secretaría de Estado de Energía. A ese malestar por los nombramientos se fueron sumando los ninguneos sufridos por la Junta en asuntos tan sensibles como las ayudas a la minería -absoluto desdén del ministro Soria al respecto- o el visto bueno a nuevas salidas  de documentos del archivo de Salamanca.

 Motivos no le faltaban para rebelarse. Pero la “rebelión” de Herrera duró, como diría Joaquín Sabina, "lo que duran dos peces de hielo en un whiskie on the rocks". Ni siquiera 19 días: exactamente hasta el 30 de julio, día en el que Rajoy reunió en Madrid a los barones y baronesas del PP y todos sin excepción acataron a pies juntillas todos los recortes y sacrificios exigidos por el gobierno central. Y al día siguiente, 31 de julio, el Consejo de Politica Fiscal y Financiera aprobó, con el voto a favor de todas las comunidades del PP, ese techo de deficit del 0,7 por ciento fijado para el 2013.


J.V. Herrera y Soraya Sáez Santamaría, en el congreso de Ávila
 La Junta había vuelto al redil, pero en La Moncloa y en la calle Génova se había tomado buena nota de la "rebelión" del 12 de julio.
Al presidente extremeño dicha veleidad no se le tomó en cuenta, ya que, al gobernar en minoría y bajo la presión de Izquierda Unida, se entendió que lo suyo era un paripé. Pero a Herrera aquello no se lo han perdonado. Ni Rajoy ni Montoro, ni la vicepresidenta Soraya de Sáez de Santamaría, ni la secretaria general del partido, Dolores de Cospedal. Con las diferencias que estas dos últimas mantienen entre sí, ya tiene mérito estar igual de distante de ambas, como lo está el presidente de la Junta y del PP de Castilla y León

 Con ocasión de la pasada Conferencia de Presidentes (2 de octubre), se nos intentó vender que Castilla y León había jugado un papel activo, influyendo en la redacción del documento final gracias a la buena relación de la Junta con la vallisoletana que ocupa la única vicepresidencia del gobierno Rajoy. Naturalmente, esa filtración informativa era mercancía averiada que solo compró la terminal mediática preferente. La realidad es que la relación entre Juan Vicente Herrera y la vicepresidenta es gélida. Ya lo era en el mes de mayo, como pudo apreciarse durante el Congreso del PP de Castilla y León celebrado en Ávila, al que acudió Sáez de Santamaría (obsérvese la forzada sonrisa de la vicepresidenta en la foto adjunta). 
Aquella abstención del 12 de julio fue un paso en falso a causa del cual Herrera arrastra una cruz de la que no se va a liberar fácilmente durante lo que le quede al frente de la Junta.

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